Palacio de Viguria y de Montehermoso

Viguria, solar de Íñigo Arista, primer rey de Navarra

En el reportaje sobre el Palacio del Gobernador, destinado hoy a Museo del Carlismo, traté sobre la familia Echávarri, deteniéndome en Juan de Echávarri y Albornoz, casado con Laurencia de Viguria, propietaria del palacio de su apellido, en su época el más elegante de Navarra; hoy, lamentable ruina. Con este trabajo cierro el ciclo dedicado al linaje de los Echávarri: "Museo del Carlismo", "Nicolás de Echávarri" y el que estás leyendo.



El pueblecito de Viguria al pie de las estribaciones de la sierra de Andía. A la derecha, el monte Epáraz; a la izquierda, la Peña Grande, donde se cree que estuvo el castillo de Sharaj Qais, que destruyó Abderramán en el siglo X.

Nunca o casi nunca han vivido en el pueblo de Viguria más de ocho familias (hoy lo habitan cinco personas), y a pesar de ser el más pequeño del valle de Guesálaz, quizá por la vinculación que tuvo con el primer rey de Navarra, y por la importancia de su palacio, hasta hace pocas décadas ha ostentado la capitalidad del valle, estando en él la sede del Ayuntamiento, la residencia del secretario, del médico, etc.



Fachada principal del palacio de Viguria. Causa extrañeza que el portal de acceso, el balcón principal y el escudo, no estén centrados, y de la observación de la piedra de sus fachadas se deduce que sus etapas constructivas son más numerosas que las que citan los textos. Dos detalles llaman mi atención: los sillares de la parte baja de la fachada principal son de menor tamaño que los de la parte superior, y la piedra blanquecina que contornea los huecos no parece que se ha colocado buscando una función decorativa o estética. Siendo del mismo color que la piedra del escudo, parece indicar que los huecos fueron abiertos por el Echávarri protagonista de este trabajo.

Pueblo en el que según la tradición recogida por el Príncipe de Viana en su Crónica de los reyes de Navarra, nació Íñigo Arista, primer rey de Navarra: «...don Yñigo Garcia, fijo de don Simen Iñiguez sennor de Abarçuça e de Vigoria (...), e pensando a quien esleyerian por sennor suyo, no hallaron mas valiente ni mas aventurado caballero que al noble varon don Iñigo Garcia, el quoal avia vencido e desbaratado muchas veces los moros (...), esleyeron al dicho Yñigo Garcia por rey de Nabarra al quoal ficieron jurar los fueros por ellos establecidos (...), e le pusieron sobrenombre Ariesta (...), y en adelante (...) fue llamado por todos Yñigo Ariesta...»



La puerta, abierta, muestra el abandono y ruina del palacio.

Parecida información nos dan Garci López de Roncesvalles en su Crónica sobre los reyes de Navarra, escrita hacia 1404, y anterior, por tanto a la del Príncipe de Viana; Martín de Goñi, consejero del Reino, Oidor y Juez en el gran Consejo Real, en un proceso de 1517; y Fermín de Lodosa y Andueza, que actúa de testigo en un pleito fechado en 1631, afirmando haberlo leído en una «crónica del reino». También García de Eugui, Juan de Jaso, Martín de Azpilicueta y Ohienart participan de esta opinión.



Los tres corredores del patio del palacio, totalmente arruinados.

Abundando en el tema, mosén Pedro García de Muzqui, de 80 años, clérigo del lugar de su apellido, en 1553, con motivo de unas declaraciones testificales a favor de Juan Martínez de Viguria, afirma «...que ha visto y leido cronicas impresas antiguas en la ciudad de Zaragoza, en las que se dice que el rey Don Sancho Abarca, rey de Navarra, era hijo de Don Iñigo, del palacio de Viguria, Señor de Abarçuça, y a visto assi bien en la iglesia de Santa María de Najera una sepultura que esta dentro de una cueva pequeña detras del coro de los clerigos y estan en la dicha sepultura tres reyes de Nabarra, sepultados segun dicen las letras que estan escriptas en unas tablas encima de la sepultura, y a leydo por muchas veces las dichas letras al tiempo que este testigo estaba estudiante de gramatica en el estudio de Najera, y en una tabla de aquellas decia aqui esta enterrado don Sancho Abarca Rey de Nabarra, hijo de Don Iñigo del palacio de Viguria, Señor de Abarçuça...»



Lateral este del palacio. En el torreón de la derecha se aprecia el antiguo palomar.

Finalmente, el Padre Moret, en sus Anales, se hace eco de estas antiguas crónicas, y citando a Don Rodrigo Ximénez de Rada, Arzobispo de Toledo, escribe: «et diremos de los reyes de Navarra como vienen dreytamente de don Ariesta Dabarzuza. Aqueste rey don Ariesta Dabarzuza e de Beguria ovo fijo al rey don Ienego Ariesta...»



Bóvedas de la escalera.

Pero desde que el arabista francés E. Fagnan lo leyera en una crónica árabe como Viguera, y otros autores leyeran Bigorra (a lo largo de la historia Viguria también se ha escrito como Beguria y Begoria), actualmente son varios los historiadores que atribuyen a Iñigo Arista un origen no navarro, generalmente francés, con nacimiento en el condado de Bigorra.

Atribución que no resiste el más somero análisis, pues como se dice en la revista Fontes Liguae Vasconun I, de 1969, «un caudillo que da una hija a Muza, señor de Borja, y Terrer, que se mueve siempre por la frontera oriental y meridional de la Cristiandad, en trato familiar con los Banu Qasi o Kasi, y que, según los textos árabes dados a conocer por Lévi-Provenzal, era hijo de otro jefe que también se llamaba Enneco, muerto por los años de 780-785, y que ya tenía autoridad en la misma tierra en que él actuó, más parece que debía haber nacido en un ámbito, como el de Viguria y Abárzuza, que en el país de Ultrapuertos»



Otra imagen del arruinado patio. Sus columnas son mucho más gráciles y ligeras que las del palacio del Gobernador de Estella que hemos podido ver en el anterior trabajo dedicado a esta familia.

Por tanto, mientras no aparezcan documentos que demuestren su origen francés, hay que dar crédito a la lógica, y a la tradición que estuvo vigente en Navarra hasta bien entrado el siglo XVII, y que aceptada por todos los cronistas e historiadores de las edades Media y Moderna, dice que el primer rey de Navarra era hijo del señor de Abárzuza y Viguria, y natural de esta pequeña población de Tierra Estella.



Escalera a la altura de la primera planta. En el pasillo se ve el coche que subieron para que no fuera robado.

El primer documento conservado en el que se cita el nombre del pueblo data de 1204, año en el que Sancho, abad del Monasterio de Irache, compra a Pedro Arceiz una finca situada entre Irujo y Viguria.

Respecto al palacio, durante el siglo XVI, y el primer tercio del siguiente, hay dos familias que se dicen «Dueños de los  palacios de Viguria».



Fachadas norte y oeste. Este cuerpo bajo corresponde al palacio del siglo XVI.

Por un lado, los descendientes de Joan de Bearin, que en 1500 lo compró a Joan de Dicastillo y lo dio en dote a su hija Isabel cuando casó con Martín Martínez de Vidaurre, y, por otro, Martín de Viguria y sus sucesores, vecinos de Salinas de Oro, que considerándose originarios del antiguo palacio de Viguria, comenzaron a reconstruirlo años después de que fuera arruinado durante la guerra civil que asoló Navarra en aquella época.



Troneras del palacio del siglo XVI.

Que los Viguria comenzaran a reedificar su palacio, no sentó bien a los Vidaurre, lo que motivo que Martínez de Vidaurre y su yerno los demandara, pidiendo «...que se vede (a los Viguria) llamarse y jactarse de ser dueños del palacio y se declare la casa del demandante palacio y no haber otro palacio en el lugar».

Dice Vidaurre, que su casa, por las características de la edificación, «y por las señales que tiene de sus saeteras y troneras se echa de ver haber sido y ser dicha casa de calidad y onor mas que las otras del lugar», mientras que los Viguria compraron sus propiedades a personas «de condición labradores».



Fachada trasera. Puerta y escudo del palacio del siglo XVI. El material de las paredes denota los limitados recursos que entonces debió tener la familia.

En su defensa, los Viguria se refieren a un palacio anterior, «llamado Jaureguizarra» (palacio viejo, en euskera), derruido «por guerras que hubo en tiempos pasados», lo que obligó a sus antepasados a trasladar su residencia a «Salinas de Oro, donde había un castillo y iglesia fuerte para defenderse de los bandos que habia, y despues que aquellos cesaron bolbieron al dicho lugar de Viguria (...), donde con la piedra del dicho palacio llamado Jaureguizarra obraron la casa y torre donde al presente biben por estar en lugar mas comodo y llano».

Palacio, que según señalan los testigos, estaba junto a la iglesia, en un término que en 1850 aún se llamaba Jaureguizar.



Balcón principal con los balaustres parcialmente robados. En el marco superior de la puerta se ven los clavos que debió tener la puerta original, con la estrella de los Echávarri. Las pilastras están coronadas por sendos escudos de la familia Vidaurre.

Esta disputa por el auténtico palacio y el derecho a ser considerados palacianos, hay que circunscribirla en la lucha de bandos que asoló Navarra en el siglo XV y principios del XVI.

Así, los Viguria y los Goñi de Salinas de Oro eran agramonteses, mientras que los Vidaurre y Bearin eran beaumonteses, y en esta guerra civil en la que los navarros se mataban, y demolían las casas de sus enemigos, se comprende la destrucción del Jaureguizar de los Viguria.



Rejería antigua en algunas ventanas del palacio.

Descendiente de Joan de Viguria fue Martín, que, viviendo en Salinas de Oro al amparo de los Goñi y su castillo, participó activamente en las guerras civiles a favor del rey Juan y en contra del Conde de Lerín.

Al decir de sus coetáneos, fue hombre importante, rico y hospitalario, «que a muchos de la tierra que tenían necesidad les vio el testigo dar de comer y beber en su casa (...), y tiene su casa abierta pa ydores y venidores como si fuera hospital».



Detalle del patio.

Una viuda de Salinas, hablando de su generosidad, manifiesta que eran muy dadivosos y limosneros; que la esposa no tenía par en todas las casas del lugar, y que Martín «era el rey pequeño, y que le llamaban erreguechiquia» (rey pequeño, en euskera).

Un hijo suyo, llamado Martín, como el padre, murió de un arcabuzazo mientras defendía el castillo de Maya, última fortaleza navarra en caer en poder de Castilla.

Casado con Isabel de Goñi, hija del señor de Tirapu y Liberri, fue llevado a enterrar a Salinas de Oro, y dejó un hijo, de nombre Sancho.



Alero del cuerpo central, en estado ruinoso. En la última visita realizada al palacio (13-08-10), apenas queda nada de lo que aparece en esta fotografía, habiéndose perdido los canecillos del segundo nivel y casi toda la decoración de los entrepaños.

No consta si la familia Viguria se exilió en Francia a la muerte del padre y al ser vencida su facción.

Pero una vez incorporado el reino navarro a la corona de Castilla, calmados los ánimos y amnistiados los que se opusieron a las tropas de Fernando el Católico, los Viguria obtuvieron hacia 1540 el reconocimiento de su hidalguía y la posesión de las armas correspondientes a su palacio, y en la reclamación de sus derechos debe entenderse la disputa antes referida, que permaneció viva hasta que el año 1633 hubo un arreglo amistoso entre Diego de Viguria y Joan Martínez de Vidaurre.



Dependencia de la planta baja.

Como lo hicieron todos o casi todos los navarros que combatieron a Castilla, una vez amnistiados y recuperados sus bienes, se pusieron al servicio de la corona castellana y combatieron sin denuedo a sus antiguos aliados franceses.

Así, Sancho de Viguria y Goñi, hijo del que murió en Maya defendiendo los derechos de Juan de Labrit, último rey de la Navarra española independiente, sirvió al Emperador Carlos I de España en la entrada de San Juan de Luz, y «fue al puerto de Balcarlos y lo guardó a su costa».


Acceso al patio desde la puerta principal.

Por orden del duque de Alburquerque participó en arriesgadas misiones en el interior de Francia, y en una de ellas, cuenta un testigo, «antes de entrar en Pau (en esta población estaba la Corte de los monarcas navarros en el exilio) estubieron en Garriz cerca de quince días fingiendo que habían ydo a comprar puercos, y, dexando a este testigo en la rabal con su cabalgadura, se metió (Sancho) en Pau, donde andubo con mucho miedo toda una noche y se bio con las personas a quien iba dirigido; a la otra mañana asomó por la puente de Pau con una dozena de hombres y ablo a este testigo en bascuence, y le dixo que eran perdidos porque aquellos hombres le iban a prender, y asi este testigo le dixo que se escabullese dellos lo mejor que puediese, y so color que había de oir misa en una basílica (...) les hurto el cuerpo y se les salio, y este testigo le dio la cabalgadura, y poniendose a caballo dieron a correr y asi se libro».

Por estos y otros servicios recibió de Carlos V un acostamiento de 30.000 maravedís, la alcaldía perpetua de los valles de Basaburúa e Imoz, y el título de Magnífico.



Cúpula de la escalera con la estrella de ocho puntas de los Echávarri, aunque en este caso no mantiene los colores del escudo.

Su hijo Sancho de Viguria y Acedo casó con Catalina de Ozta, hija de los palacianos de Olcoz, y al quedar viudo desposó con María de Beruete, viuda de de Joan de Larraya, señor del palacio de Undiano, que aportó dos hijas al matrimonio.

Una de ellas, de nombre Graciosa, casó con Diego de Viguria y Ozta, hijo de su padrastro.

Otro vástago, Francisco de Viguria y Ozta, después de un fallido intento por casar con la otra hija de su madrastra, casó con Catalina Ladrón de Mauleón, propietaria de los palacios de Aguinaga y Oyanederra, que heredó Laurencia, hija de ambos.

Esta rica heredera, a la muerte de su tío Diego aumentó sus bienes con los del palacio de Viguria, y casó con el estellés Juan de Echávarri, de cuya estirpe se ha hablado en los trabajos dedicados a Nicolás de Echávarri y al Palacio del Gobernador-Museo del Carlismo.



Detalle del balcón y escudo de los Viguria.

Respecto a Oyanederra, Juan de Echávarri, reclamando el acostamiento de 30.000 maravedís que aún le debían a su suegro desde los tiempos de su abuelo, dice que «está sólo y apartado de otros lugares, con su monte y término redondo de por sí, que denota mucha antigüedad y nobleza, y tiene sus entierros en la iglesia de Santiago de Ichasperri, y lleva las preeminencias y honores en el lugar de Urrizola, y que de parte de los Mauleones desciende de Charles de Mauleón (...), dueño del palacio de cabo de armería de Traibuenas (...), y que por la parte de Ana de Zozaya, su madre, desciende del palacio de Zozaya (...), y que Víctor de Mauleón, su abuelo (...), sirvió al Señor Emperador Carlos V en las guerras de las Comunidades de Castilla (...), y que su compañía fue de las primeras que entraron en Tordesillas».

Así mismo, dice que su hermano Juan «murio en servicio de Vuestra Majestad en las guerras de Flandes, en las dunas de Neoparte y Ostende, después de haber servido por tiempo de veinte años en aquellos Estados, y muchos de ellos con oficio de Sargento y Alférez».



Coche que para evitar su robo se guarda en el primer piso.

Los contratos matrimoniales entre Juan y Laurencia se redactaron el 14 de abril de 1628 en la Ciudadela de Pamplona, celebrando sus esponsales en el palacio de Aguinaga, en el que residieron el tiempo suficiente para tener a sus dos primeros hijos.

Justicia de Estella desde 1625 hasta su fallecimiento, miembro de la orden de Santiago desde 1628, y diputado del Reino por el brazo de las Universidades en 1632, una de las primeras decisiones que tomó Juan de Echávarri y Albornoz fue la de reformar el palacio que su esposa tenía en Viguria, cuyas ruinas ahora contemplamos, colocando en lugar preeminente sus armas, y dejando en lugar secundario las de su esposa y propietaria.



Crucero que el palaciano colocó en el camino de acceso al pueblo por el sur. En el fuste de la columna se ve el escudo con las armas de los Viguria.

Dedicado a la carrera de las armas como Capitán de lanzas, fue llamado por el cardenal Gil de Albornoz, gobernador de Milán y primo de su madre, desempañando en Italia el cargo de Capitán de la guardia del Prelado, embajador del duque de Mantua, y Capitán perpetuo de corazas.

Al mando de varias compañías de caballos murió el 20 de septiembre de 1635 combatiendo contra los franceses que asediaban Valenza de Po.

Según cuenta Francisco de Eguía y Beaumont en su Historia de Estella, Juan de Echávarri «estaba en la plaza gobernando una Compañía de Caballos, e hizo una salida de cauallos y enbistió con vibo ardimiento, que hizo huir la caualleria enemiga, y habriendo calle se alejo tanto que se bio solo y cercado, con que hubo de rendirse, y siendo prisionero lo mataron los franzeses a sangre fria y por robarle las joias inhumanamente, si bien el General francés ahorcó a los homicidas». Asimismo, informa que fue enterrado en la iglesia de San Francisco de Valenza de Po.



Una de las poquísimas casas del pueblo.

Tomadas las riendas del patrimonio a la muerte del esposo, Laurencia de Viguria, llena de dinero, honores y propiedades, en varias escrituras hace constar que no firma por no saber escribir. Hecho que se da en la casi totalidad de las mujeres de su tiempo.

A su muerte, su hijo Gil de Echávarri y Viguria, que en 1640 figura como «clérigo de corona de hedad de ocho años (...). Hospitalero Dignidad de la Catedral de la ciudad de Pamplona», y poseedor «de un beneficio simple de la parroquial de San Andrés en la Catedral de la ciudad y Diócesis de Sevilla», hereda el patrimonio, que cede a su hermana María Eustaquia, la cual contrae matrimonio (1663) con Antonio de Salcedo, Caballero de la Orden de Alcántara, natural de Pobeda en el Reino de Castilla.

Al año siguiente, María Eustaquia fallece a consecuencia del parto, dejando una hija de diez días. Manda ser enterrada en el convento de San Agustín de Estella, y su marido abandona Viguria y fija su residencia en Pamplona.



Fuente situada al sur del pueblo, al pie de la carretera.

La hija, María Antonia de Salcedo y Echávarri, antes de cumplir los veinte años contrae matrimonio con Vicente José de Aguirre y Zárate, del ilustre linaje alavés de los Aguirre, estableciéndose en Vitoria.

Ya viuda, en su casa vitoriana, conocida hasta entonces como Casa de los Aguirre, y residencia ocasional de la realeza a su paso por una ciudad que era parada obligatoria en el camino hacia Francia, vivió durantes tres meses (1710) la reina María Luisa de Saboya, esposa de Felipe V, que buscaba alejarse del teatro de las operaciones bélicas durante la Guerra de Sucesión.

Cuatro años después, en atención a los desvelos y servicios que en Vitoria prestó a la reina María Luisa, el Rey le otorgó el título de marquesa de Montehermoso, y como tal, y «Señora de onor de la Reina Nuestra Señora y guarda mayor del Palacio de Su Majestad», se autotitula en 1736 María Antonia de Salcedo y Echávarri, que indistintamente reside en Pamplona, Vitoria y la Corte de Madrid.



Palacio de la marquesa de Montehermoso en Vitoria. Acabado de construir en 1524 por Hortuño Ibáñez de Aguirre y María Esquível para una comunidad de monjas Dominicas, a éstas les construyeron el convento de la Santa Cruz, por lo que nunca lo ocuparon. El palacio lo instituyeron como sede del mayorazgo de Aguirre, pasando a ser residencia de la familia durante sus breves estancias en Vitoria, pues Hortuño y su esposa acompañaban a Carlos I en sus desplazamientos.

Como recogí en el quinto reportaje dedicado a la Guerra de la Independencia, «en los prolegómenos de la batalla de Vitoria destacó la actuación de la marquesa de Montehermoso (se llamaba María del Pilar Acedo y Sarria, y era nieta o biznieta de la primera marquesa). Mujer culta y de gran belleza, enamoró al rey José, consiguiendo retenerlo el tiempo necesario para que el ejército aliado pudiera sorprenderle».

El francés De Bussy, en su Diario de campaña del año 1823, recuerda a esta mujer casada, «cuya belleza fue tan fatal a Francia. El rey José estaba perdidamente enamorado de ella; en lugar de ocuparse de la retirada, se olvidó en los brazos de esta mujer; permaneció un dia más en Vitoria, y permitió a ingleses y españoles reunidos sorprender a nuestro Ejército».

No creo que fuera el efecto buscado por la condesa, pues la familia estaba considerada como afrancesada. Condición que anuló las buenas relaciones que hasta entonces había tenido con los vecinos y con la Corte. El palacio llegó a ser confiscado (1816) por el Ayuntamiento, y, aunque volvió a la familia, quedó deshabitado hasta que al crearse la nueva diócesis de Vitoria (1862) pasó a ser Palacio Episcopal, en régimen de arrendamiento, y, a partir de 1887 en propiedad. Durante esta etapa, durante la 3ª Guerra Carlista llegó a ser utilizado como Cuartel de Artillería.

Y ya que hablo de guerras, cuando en 1808 el obispo de Pamplona Veremundo Arias Texeiro huyó de su palacio para no tener que reconocer a José I ni colaborar con las tropas francesas, salió disfrazado de la ciudad, y en su huída estuvo alojado en Viguria.



Patio del palacio de Montehermoso en Vitoria. Este patio, junto con algunos elementos de la fachada posterior, es de lo poco que queda del edificio original. A finales del siglo XVIII, Ortuño de Aguirre redistribuyó el edificio para hacer de él un hotelito de estilo francés, pero la reforma más importante se hizo hacia 1887, abriéndose la actual fachada neogótica sobre un muro sin apenas huecos que daba a las murallas. En la original, situada en el lado opuesto, se suprimió y cegó la puerta de acceso, y se eliminaron los blasones de la familia.

Respecto al nombre del marquesado, que algunos autores vitorianos relacionan con la grata estancia de la Reina en Vitoria, mientras que otros lo conectan con la población pacense del mismo nombre, Isidoro Ursúa, de quien proceden gran parte de los datos anteriores, considera que Montehermoso responde a la traducción de Oyanederra, nombre de uno de los señoríos de María Antonia.

Apoya también esta opinión el hecho de que el término redondo del señorío, que hasta mediados del siglo XVIII figuraba como Oianeder en las partidas sacramentales de la parroquia de la que dependía, a partir de esa fecha fue siendo sustituido por el de Montehermoso.



Otra vista del palacio de Montehermoso. Durante la época del V y VI Marqués de Montehermoso (siglo XVIII), llegó a convertirse en un gran centro de cultura, tanto por las colecciones en él contenidas, como por las reuniones y tertulias que acogía. En 1994 lo adquirió el Ayuntamiento vitoriano, rehabilitándolo como centro cultural, y comunicándolo, mediante un pasadizo subterráneo, con el antiguo Depósito de Aguas, conocido ahora como Espacio Ohianederra

En cuanto al palacio, según opinión de la profesora Pilar Andueza, que comparto, el de Viguria es acaso el mejor exponente de palacio torreado del XVII; muy buena «versión local de la arquitectura de los Austrias», levantado con un diseño sobriamente herreriano.

«Data de mediados del siglo XVII  (entre 1628 y 1635), y es uno de los ejemplos más sobresalientes de la arquitectura civil de la merindad de Estella (...). Se concibe como un monumental edificio, formando un gran bloque cuadrangular, con muros de sillería en la fachada principal y de sillarejo en el resto».

«La fachada, compuesta de dos cuerpos y ático, entre torres cúbicas de mayor altura, es un amplio paramento marcadamente horizontal de sobriedad aún herreriana, limitándose su ornato a los sencillos enmarques de orejetas de los vanos».

 


Vista del palacio y el pueblo desde Arzoz. Al fondo, la sierra de Andía que lo separa del valle de Goñi.

«En la parte central, aunque algo desviado de su eje, queda un portalón adintelado con clave de hojarasca y pilastras cajeadas que, en lugar de capiteles, tienen unos escudos con cartelas de cueros retorcidos y yelmo por timbre; su campo lleva ocho fajas. Encima monta un balcón, asimismo adintelado, con forja antigua, al igual que otros vanos de la casa (...). Culmina el paño central de la fachada un doble alero de madera con ménsulas talladas a la moda de la época».

«Las demás fachadas del palacio carecen de interés, salvo la posterior en que se abre otro portal adintelado con escudo de ocho fajas, fechable en el siglo XVI».

Los redactores del Catálogo Monumental de Navarra, del que he tomado la anterior descripción, no debieron acceder a su interior, pues no citan ni describen su patio.



Escudo de los Echávarri-Albornoz con escusón de los Viguria.

En el escudo, «sobre cruz de Santiago, con cabeza de león inferior, cartela de cueros retorcidos, orlada de follajes y corona abierta por timbre entre dos aves enfrentadas», trae las armas de la familia Echávarri (estrella de ocho puntas, con el lema paterno mal escrito o difícilmente descifrable, en el que yo leo FIRMEMENTE), Albornoz (banda), Castilla y León (cuartelado de león y castillo), y Enríquez de Cisneros (cuartelado de águila y castillo), a las que añade las de los Viguria, presentes en el escusón (pequeño escudo en el centro).

La inclusión del jaquelado y los cisnes apunta claramente al cardenal Cisneros, a quien hacen referencia los dos cisnes y la leyenda CISNEROS, seguramente para suplir con el texto la ausencia del jaquelado (ver la descripción del escudo del palacio del Gobernador de Estella).

Para completar la conexión familiar, añadieron la corona, en alusión a la sangre real, reforzada con las cuatro moscas de armiño de las esquinas de la cartela.



Iglesia de Viguria. Lamentable ruina, desvalijada de todos los objetos de valor, cuyas campanas fueron trasladadas a Leire.

Respecto a la iglesia de Viguria, «es un edificio medieval, de hacia 1200, aunque retocado, sobre todo en la parte central. Presenta nave única y ábside semicircular, que se une a aquella a través de un potente arco de medio punto con machones, muy arreglado».

«La nave se cubre por tres tramos de bóveda de medio cañón apuntado con robustos fajones achaflanados, que descansan en ménsulas lisas. Al ábside corresponde un tramo también de medio cañón apuntado con fajón, en este caso sobre ménsulas de roeles, y un cuarto de esfera».



Portada y altar mayor de la iglesia en avanzado proceso de ruina y abandono.

«Por el lado de la Epístola, se abre una portada del siglo XIV, ojival y con arquivolta cóncava que apoya en baquetones de capiteles con hojarasca gótica (...). Aún conserva el templo su retablo mayor, de tamaño mediano, obra rococó de finales del siglos XVIII, con banco, cuerpo de tres calles y ático entre placas de rocalla; han desaparecido las columnas que formaban el cuerpo y las imágenes de las hornacinas» (Catálogo Monumental de Navarra).



Estado del palacio el día 13 de agosto de 2010.

Hoy, el hermoso palacio de Viguria, en ruina casi absoluta, tolerada o permitida por el Gobierno de Navarra (entre mis notas, tengo una que dice: hace no muchos años quiso comprarlo el PNV, pero desistió por las pegas que le puso la Institución Príncipe de Viana. Así mismo, un conocido y renombrado pintor de Tierra Estella también quiso comprarlo para rehabilitarlo y poner en él su estudio, pero tuvo que desistir ante las desmedidas pretensiones económicas de la propiedad), junto a las casi 30 hectáreas de tierra que le pertenecen, es propiedad de los hermanos Arturo e Ignacio Ferrer Zabala, que en carta publicada en Diario de Navarra de 20 de noviembre de 2006, en contestación a una crítica sobre el estado del edificio, tenían el valor de decir que su ruina, «además de su antigüedad, ha dependido muy sustancialmente de la incuria de sus arrendadores y ocupantes».

Tras esta declaración exculpatoria, la única medida visible que ha tomado la propiedad ha sido la de tabicar alguno de sus huecos, como se aprecia en la fotografía superior, lo cual no evita que su deterioro continúe a buen ritmo.



Estela en las calles del pueblo.

En mi último viaje al pueblo (13-08-2010), me informan de que el día anterior lo visitó uno de sus propietarios, acompañado de personas que tomaron numerosas fotografías.

Ignoro el motivo de la visita, pero espero que la propiedad lo restaure, ya que el Gobierno de Navarra no es capaz de aplicar la Ley y exigir su conservación.



En la parte inferior de la foto superior, restos del palacio de Vidaurre y piedras colocadas en paletas para ser transportadas (foto julio de 2009). En la parte superior, escudos del palacio que han sido llevados a otro lugar.

Al principio de este trabajo he citado la disputa que los Viguria tuvieron con los palacianos de Vidaurre, pueblecito próximo al que nos ocupa. Pues bien, a mediados de julio del pasado año, pocos días antes de las fiestas de la localidad, los propietarios del palacio de Vidaurre, Marqueses de Jaureguizar, derribaron lo que quedaba de él, y llevaron los escudos (ver fotografía superior) para colocarlos en un edificio que estaban levantando en un pueblo de la comarca de Pamplona.

El valle denunció el hecho a la Policía Foral, pero los escudos no han sido devueltos. Es otro ejemplo de la tolerancia que muestra el Gobierno de Navarra ante el despojo de nuestros pueblos.



Escudo de los Albizu y Echávarri correspondiente al palacio de Metauten.

A otra rama de la familia perteneció el palacio de Metauten, cuyo escudo (fotografía superior) corresponde a las armas de Juan Antonio de Albizu y Villamayor (nieto de Juan Antonio Albizu y Felipa de Echávarri y Albornoz, e hijo de Juan Matías de Albizu y Echávarri y de Catalina de Villamayor y Leruela, hija del primer marqués de Villamayor).

En él, sobre cruz floronada de la orden de Calatrava (Juan Matías de Albizu ingresó en ella en 1658, y su hijo Juan Antonio años más tarde), y timbrado por una corona de cinco florones, lleva en campo cuartelado: 1, rastrillo y tres calderas (Albizu y probablemente Urra); 2, diez roeles y bordura cargada de calderas (Villamayor); 3, estrella de ocho puntas (Echávarri); lebrel sentado, con bordura cargada de letras emparejadas y la leyenda Vigil et Pugil (Leruela); y escusón con dos aves (¿cisnes de Cisneros?)

Nota 1.- Sobre el significado del nombre se han apuntado, sin demasiada convicción, varias versiones. Desechadas las más peregrinas, un repaso a su historia avala a Julio Caro Baroja cuando lo relaciona con uri ("villa" en vasco occidental). Además, teniendo en cuenta que su término confina con el de Vidaurre, nombre que todos los estudiosos relacionan con la "via" ("bidea" en vasco) o camino romano que pasaba por el valle y servía, entre otras cosas, para dar salida a la sal que en la zona se extrae desde hace varios milenios, no creo aventurado pensar que el nombre de Viguria está relacionado con bide (camino), uri (villa) y la terminación -a (artículo el o la), y vendría a significar la villa del camino o algo parecido.

Nota 2.- Después de subir este trabajo, leo en Diario de Noticias de Navarra (19-08-10) un caso parecido. Se trata del palacio de Subiza, en estado de ruina incipiente. El ayuntamiento de la Cendea de Galar, a la que administrativamente pertenece, después de haber requerido varias veces a la propiedad su arreglo, ante su negativa ha decidido renovar la cubierta por ejecución subsidiaria, e incluir la carga en el Registro de la Propiedad, para que sea abonada a la venta del edificio. Este palacio está incluido en el Catálogo de Edificios y Elementos de interés del Plan Municipal de la Cendea, y el periódico recuerda que, al tratarse de un edificio protegido, la Administración tiene dos opciones: la expropiación, o exigir su rehabilitación. Y si la propiedad no lo hace, hacerlo a su cargo. En estos momentos ignoro si el valle de Guesálaz tiene includo al palacio de Viguria en algún tipo de protección.

Para saber más: Breve historia del palacio de Viguria. Siglos XV - XVII, de Isidoro Ursúa Irigoyen.

agosto de 2010

 

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© Javier Hermoso de Mendoza