Camino de Santiago: la peregrinación moderna

En estos tiempos, cuando muchas comunidades se inventan su particular Camino de Santiago, y algunas personas pretenden apropiarse del resurgir de la peregrinación, conviene separar el grano de la paja y comprobar dónde y cómo se recuperó la peregrinación moderna. Mérito que corresponde a la "Asociación de Amigos del Camino de Santiago de Estella", y a Antonio Roa Irisarri, Jaime Eguaras Echávarri y José María Jimeno Jurío, peregrinos a Compostela en la primavera de 1963. Excepto Jaime, todos esos pioneros han fallecido, y este reportaje, en reconocimiento y admiración a su labor, sale a la luz en el aniversario del fallecimiento de Antonio Roa (31-01-08). Al final de este trabajo puede verse una copia del film que en 1963 emitió el NO-DO.


Los tres peregrinos en un lugar del Camino de Santiago a su paso por Navarra. Antonio Roa Irisarri sujetando el ramal de la mula, José María Jimeno Jurío a su lado, y Jaime Eguaras Echávarri montado en el carro.

Cuando me dispongo a redactar estas letras leo en la prensa que la Federación Española de Asociaciones de Amigos del Camino de Santiago calcula que cerca de 140.000 peregrinos han llegado en 2008 a Santiago de Compostela. Cifra que, con toda seguridad, aumentará este año.

No siempre fue así. Las grandes peregrinaciones de la Edad Media disminuyeron notablemente al declararse la Peste Negra, la Reforma y Contrarreforma dejó a la peregrinación maltrecha, y la Revolución Francesa le dio la puntilla.

A partir de esa fecha los peregrinos fueron disminuyendo, y el goteo prácticamente terminó a comienzos del siglo XX. Hubo, sí, "peregrinos" que llegaron a Compostela en coche, estafadores que se hacían pasar por jacobitas para aprovecharse de la buena voluntad de las gentes, y algún peregrino -contado- que malamente llegaba al final de su peregrinación, o se perdía por caminos sin señalización alguna.

Pero peregrinos como los medievales o los actuales, que jornada tras jornada caminan desde Centroeuropa, Roncesvalles, o alguna etapa intermedia, eran escasísimos. Excepción conocida, en el siglo XX, la que el año 1937 protagonizaron el estellés Fidel Pinillos junto con Silvino Pérez, sacerdote de Castrojeriz. Sacerdote escribió un libro sobre esa peregrinación, primera crónica escrita en el siglo XX, publicado por el Centro Italiano di Studi Compostelani con el título "Pidan mucho por España. Relato de la peregrinación a Santiago de Don Silvino Pérez Alonso en 1937" (Edizioni Compostellani. Centro Italiano di Studi Compostellani. Centro Estudios Jacobeos Castrojeriz. Perugia. 2020).

 

 


Antonio Roa, con una sonrisa entre ilusionada y satisfecha, en una de las primeras etapas. Viste hábito de capuchino sobre el que lleva la Cruz de Santiago y el distintivo que les dieron en Roncesvalles. Sobre la cabeza, sombrero con la concha del peregrino.

Quien desee saber cómo comenzó el fenómeno de masas que hoy representa el Camino de Santiago, debe dirigir su mirada a Estella. En nuestra ciudad se creó la segunda asociación de Amigos del Camino de Santiago del mundo (le precedió la Societé des Amis de Saint-Jacques de Compostelle de París, que prácticamente no desarrolló operatividad), y tuvieron que pasar veinte años para que surgiera otra asociación jacobea; primera asociación, la estellesa, en desarrollar una labor en pro de recuperar el Camino de peregrinación, darlo a conocer, y sentar las bases para rehabilitar y recuperar su riquísimo patrimonio artístico, cultural y espiritual.

Esa primacía ha suscitado el reconocimiento general, y entre sus socios cuenta con personas de otras poblaciones españolas y ciudadanos del Canadá, Francia, México, EE.UU. Brasil, etc.

De entre sus asociados salieron, en 1963, tres peregrinos que en 22 etapas recorrieron a pie los casi 800 kilómetros que separan Roncesvalles de Santiago de Compostela, guiados por el Codex Calixtinus, investigando el trazado original del Camino, y elaborando informes sobre sus necesidades, el estado de la ruta y la infraestructura y servicio de los pueblos.

Aunque se apoyaron en relatos que escribieron peregrinos de siglos pasados, los tres tomos considerados la "Biblia" del Camino (Las Peregrinaciones a Santiago de Compostela, Madrid 1948-49) también tienen que ver con Estella: escritos por Luis Vázquez de Parga, Juan Uría Riu y José María Lacarra, este último, estellés de nacimiento, ejerció como tal toda su vida y a él tiene dedicada la ciudad su biblioteca.

Se puede decir, sin exageración ni error, que Estella, población que en el siglo XI fue creada para dar servicio al Camino de Santiago, le devolvió el favor sentando las bases de la peregrinación moderna.


Los peregrinos se disponen a iniciar su tercera etapa tras asistir a misa en la iglesia de San Pedro de Larrúa de Estella. Tras ellos, de izquierda a derecha, Rosalía Apezteguía, Francisco Beruete, Nicandro Santesteban, José Luis Eguaras, y Fernando Roa.

Poseedor de una vasta cultura, la mente privilegiada del estellés Pedro María Gutiérrez Eraso concibió el sueño de actualizar el Camino y recuperar la peregrinación jacobea. Eran los años 50 del pasado siglo, y sus ideas calaron en 29 estelleses o residentes en la ciudad, colaboradores de la Revista de Fiestas editada por la Imprenta Zunzarren, que con entusiasmo fueron dando forma al proyecto, para lo que contaron con la capacidad movilizadora de Francisco Beruete, Secretario del Ayuntamiento.

Reunidos una fría tarde del 29 de diciembre de 1961, acordaron promover una asociación que denominaron Los Amigos del Camino de Santiago. Centro de Estudios Jacobeos, y colocar las cruces de Roncesvalles y Santiago a la entrada y salida de la ciudad. Asociación que se constituyó formalmente el 27 de marzo de 1962, y de la que Francisco Beruete Calleja fue su primer presidente, Domingo Llauró su primer secretario (a los pocos meses fue sustituido por Pedro Mª Gutiérrez Eraso), a los que acompañaban estelleses como Cirilo Zunzarren, José Lizaso, Luis Rodiles, Juan José Bayona, Jesús Arraiza, Pablo Ruiz de Alda, Luciano Ripa, Pilar Ginés y Herminio Nuin. A Francisco Beruete le sucedió en 1993 Antonio Roa Irisarri, y, a éste, en 1999, Javier Caamaño Eraso.

Recuperar el Camino de Santiago no fue tarea fácil en tiempos en los que las autoridades y el mundo de la Cultura lo consideraban algo histórico, del pasado, sin presente ni futuro. Tuvieron que llamar insistentemente a muchas puertas, y convencer a muchos escépticos, lo que consiguieron con empeño, ilusión y tenacidad.


Credenciales del peregrino, o Compostelanas. A la izquierda, la que entregaron a Antonio Roa y a sus dos compañeros. A la derecha, credencial de 1733.

Ese trabajo tuvo sus frutos, y entre los logros de la Asociación destaca el haber acuñado la frase con la que hoy todo el mundo conoce al Camino: Camino de Santiago, Camino de Europa. Otras actividades de carácter general a destacar, fueron:

-la propuesta de declarar Conjunto Monumental al Barrio de San Pedro de Estella, lo que lograron el 23 de noviembre de 1956,

-el diseño de la Credencial del Peregrino, aprobada y bendecida en 1960 por el Cardenal-Arzobispo de Santiago Monseñor Fernando Quiroga Palacios.

-lograr que el Ministerio de la Vivienda aprobara en 1960 un Plan Trienal para la Repristinación del Camino de Santiago.

-fruto de sus gestiones ante los Ministerios de Asuntos Exteriores, Educación, Vivienda e Información y Turismo, el 5 de septiembre de 1962 el Camino de Santiago fue declarado Conjunto Histórico-Artístico, y se creó su patronato.

-la organización de la Semana de Estudios Medievales que desde 1963 se celebra en Estella, en la que participan profesores de las más importantes universidades del mundo. Inaugurada cinco años antes que el Congreso Luso-Español de Estudios Medievales, y seis antes del Primer Simposio de Estudios Medievales, fue la primera de España.

-publicación de la primera revista sobre el Camino, que con el nombre de Ruta Jacobea se editó entre 1963 y 1967 (en 2002 comenzó a editarse en su actual etapa).

-organizar en 1967 la Semana de Música Antigua de Estella, que aún se celebra. En ella participan los más importante intérpretes de música antigua del mundo.

-iniciativa de señalizar el Camino con flechas amarillas (la organización francesa de Grandes Recorridos se puso en contacto con los Amigos de Estella pidiendo su colaboración y autorización para señalizarlo. Ésta aceptó la iniciativa, y propuso a las organizaciones jacobeas de la Ruta que, además de la señalización de GR, el Camino debía tener una señalización distinta, de carácter religioso. Aceptada la sugerencia, cada una pintó las flechas en su ámbito territorial, y a la de Estella correspondió las del tramo navarro, entre Roncesvalles y Sangüesa hasta Viana).


Después de escuchar misa, los peregrinos bajan por las antiguas escaleras de San Pedro de Larrúa de Estella. Además de las personas citadas dos fotografías atrás, a la derecha vemos a Paca Irisarri, madre de Antonio Roa, y a María Luisa Vicente, su esposa.

-preparación y edición, en 1972, de una Serie Audiovisual sobre el Camino, con 252 diapositivas en color, tres LPs con comentarios histórico-artísticos sobre fondo de música medieval, popular, y canciones de la peregrinación, un folleto explicativo, y un visor de diapositivas.

-el año anterior la Asociación había editado el libro Rutas Jacobeas, que en sus 708 páginas recoge el fenómeno de la peregrinación en su aspecto histórico, artístico y geográfico, incluyendo más de 700 fichas y 276 ilustraciones.

-también en 1972 editó la Cartografía moderna del Camino, primera desde el Codex Calixtinus (s. XII), y siguiendo su itinerario, a la que acompañaba un mapa de la ciudad de Santiago en el que se señala el itinerario que seguían los peregrinos medievales (audiovisuál, libro y cartografía, obra del musicólogo Eusebio Goicoechea Arrondo, miembro de la asociación estellesa).

-a propuesta de la asociación estellesa, en 1978 organizó la Société Roncesvaux el congreso conmemorativo del XII Centenario de la Batalla de Roncesvalles, que se desarrolló en itinerancia a lo largo del camino.

-invitada por el Cardenal Quiroga Palacios, en 1985 participó en el Encuentro de Párrocos del Camino de Santiago. También participó en el Primer Congreso Internacional de Asociaciones Jacobeas, celebrado en Jaca en 1987, y en el segundo congreso, organizado en Estella en 1990.

-en 1993 editó 5.000 ejemplares del canto de peregrinos Dum Pater Familias, que regaló a los asistentes a la IV Jornada Mundial de la Juventud celebrada en Santiago con motivo de la visita de Juan Pablo II.

Como reconocimiento a su trabajo, en 1965 obtuvo la Placa de Plata al Mérito Turístico, siendo considerada, al año siguiente, Asociación de Utilidad Pública.

Finalmente, y antes de glosar la peregrinación señalada, desde 1996 gestiona el Hospital de Peregrinos de Estella, que cuenta con 114 plazas, y desde la restauración de la iglesia de Santa María Jus del Castillo gestiona el centro audiovisual en él ubicado.


Inicio de la tercera etapa. Los peregrinos, acompañados por Francisco Beruete, presidente de la Asociación de Amigos del Camino de Santiago, salen por la Puerta de Castilla para continuar la peregrinación.

Si uno de los objetivos de la Asociación era recuperar el Camino de Santiago como algo vivo, tenía que dar ejemplo peregrinando. Para ello organizó en 1963 la primera peregrinación que dejó huella en el siglo XX.

Antonio Roa, que entonces tenía 26 años, contó así a la Voz de Galicia el origen de la idea: «nació con motivo de una peregrinación realizada por unos maestros de Toledo que trataron de hacer la ruta del Camino de Santiago, del cual se desviaron, y aunque su peregrinar fue realizado con ese alto espíritu religioso, adolecía de un objetivo social, motivo que me impulsó a ella con el objeto de obtener información y recopilar datos (...) para orientar a futuros peregrinos» y hacerla resurgir.

Para ello se propusieron «hacer un estudio de la ruta señalando los lugares donde sería conveniente instalar fuentes, estaciones de servicio para automóviles, hostelería, etc. etc. Con nuestro informe se editará en Estella una guía en la que aparecerá una ruta jacobea tal como lo es en la actualidad y otra tal como deberá ser en el futuro».

Como en aquellos tiempos no era aconsejable peregrinar solo, Roa convenció a su vecino Jaime Eguaras, joven de 21 años con el que al caer la tarde se juntaba a tomar unos vinos.


Eguaras, Jimeno Jurío y Roa, orando en la Catedral de Burgos.

Contando con dos personas dispuestas a peregrinar, la Asociación notificó su marcha a las autoridades de Santiago, pidió el apoyo de la Dirección General de Promoción del Turismo para que la TV y NO-DO se interesaran por ella, y mandó cartas a los gobernadores civiles, alcaldes y párrocos para que atendieran a los peregrinos.

En otras misivas les exponía los motivos de la peregrinación, señalando «...la trascendental importancia que desde el punto de vista cultural, social y económico tiene el revivir nuestro querido CAMINO, que es, de otra parte, una proyección anticipada del paneuropeísmo actual, y en este sentido, con nuestra actuación colaboramos a la unidad de los países de Europa siquiera sea en su aspecto espiritual y turístico (...). Queremos animar a toda la población española que vivimos en la famosa Ruta, a que ponga en movimiento todas las posibilidades culturales, religiosas, turísticas y económicas que en el mismo existen y están sin explotar. Es preciso el esfuerzo y la ilusión de todos, para que en el próximo Año Santo Compostelano de 1965, los peregrinos-turistas puedan alojarse convenientemente en hoteles, fondas y mesones que es preciso construir; transiten por carreteras convenientemente arregladas y puedan admirar nuestras catedrales y templos...».

Por encargo de la Dirección General de Arquitectura llevan cuestionarios a rellenar con las necesidades de los pueblos de cara a un Plan Trienal Pro-Camino de Santiago, y, apoyados en la actividad de la Asociación, los peregrinos estelleses se convierten en heraldos de una espacie de Plan Marshall que, si entonces parecía utópico, se ha convertido en realidad.


Con el Arzobispo de Burgos

Para el atuendo, el capuchino Padre Efrén de Lezáun les proporcionó hábitos franciscanos; como cíngulo utilizaron el que llevaban los morrotes en la procesión de Semana Santa, y adaptaron para esclavina las pieles que les dieron en la fábrica de curtidos Ruiz de Alda. La esposa del médico Moreno, que era gallega, les dio las vieiras, que en número de seis fijaron a cada esclavina, y Catalina Salanueva cosió sobre el hábito las cruces que Jaime había recortado. Los Hermanos Lebrero, de Milagro, les dejaron un carro, y Joaquín Ugarte "El Pelón" les vendió por 4.500 pesetas una mula resabiada que llamaron "La Chata".

Por aquellos días fue a la consulta de Roa (practicante, podólogo, masajista y varias cosas más) el artajonés José María Jimeno Jurío, párroco de Bearin, pueblecito a tres kilómetros de Estella. El sacerdote era historiador, participaba de las inquietudes jacobeas, y en 1948 había estado en Compostela con motivo de la Peregrinación Mundial de la Juventud, y en 1954 con motivo del Jubileo.

Le piden un itinerario del Camino, y, cuando a los pocos días les lleva el trabajo, Roa le dice que tiene que acompañarlos. «Cómo voy a dejar la parroquia en Semana Santa, el colegio cuando se preparan los exámenes trimestrales, mi salud...», objeta el sacerdote. La esposa de Roa, María Luisa Vicente, se lo pide por favor: «Vaya Vd. Para mí sería una suerte. La marcha cambiaría diametralmente y sería garantía ante la gente»

 

Una vez convencido, Jimeno Jurío tiene que conseguir el permiso del director del colegio en el que da clases, la autorización del obispo de la diócesis, buscar un sustituto para que atienda su parroquia, y el visto bueno del médico que le ha operado.

Deciden salir el 1 de abril. El tiempo está frío. Nieva en Estella. Piedrafita está cerrado. Y nuevo contratiempo: el día 28 Jimeno Jurío tiene que guardar cama aquejado de fiebre. Roa le inyecta terramicina, y deciden salir de Roncesvalles el 8 de abril, Lunes Santo. Son demoras que les vienen bien: el día 26 de abril pasan por el puerto del Poyo, entre Liñares del Rey y Samos, abierto cuatro días antes a la circulación, en cuyas cunetas hay taludes de nieve de hasta tres metros de altura.


Con la familia estellesa que los atendió en Burgos. Magdalena Monreal, Luis Rodiles, y sus dos hijos.

El 7 de abril, Domingo de Ramos, la salida, prevista para las dos, se va demorando: el transportista (Matías el de Allo) que tiene que llevar la mula y el carro no aparece. Al final sale el camión con Roa de copiloto, y le sigue Jimeno Jurío en la moto, con Eguaras de paquete.

Los de la moto repostan brandi en Pamplona, y cuando llegan a Zubiri encuentran el camión parado: han olvidado la "guía" (documento sin el cual los animales no pueden circular) y el farol del carro. Surgen los primeros gastos: el veterinario les cobra 25 pesetas, y otras tantas al Secretario. No es poco, si tenemos en cuenta que peregrinan sin apenas dinero, confiando en la voluntad de la gente y en lo que les den por cada uno de los 2.500 banderines, diseñados por Echandi, que costaron 15.000 pesetas y tuvieron que ir regalando.

Hace frío en Roncesvalles cuando el Prior de la Colegiata los despierta a las 7 de la mañana. Roa ha soñado con la mula, de cuyo comportamiento depende toda la peregrinación. Eguaras no puede dominar la impaciencia, y a media misa sale a dar de comer al animal.

El Prior bendice los hábitos y la Cruz de Roncesvalles que piensan entregar en Compostela. El Hospitalero, fiel a la tradición, les entrega a cada panecillo con chorizo y tres botellas de vino. También les da banderines de Roncesvalles, y un pequeño distintivo que colocan sobre las túnicas.


Burgos. Su llegada al Hospital del Rey

Cuando parten, poco después de las nueve y media, no son conscientes de las dificultades que van a encontrar: caminos y carreteras con pavimento intransitable; pueblos importantes sin agua corriente, alcantarillado, luz eléctrica ni teléfono; templos ruinosos; días de escasez de alimento y de dormir en cuadras y almacenes... Dificultades que se ven compensadas con el caluroso recibimiento de otras gentes, sobre todo en Navarra y en la zona de habla gallega.

Cruzan Burguete entonando cantos de peregrinación; saludan a los vecinos que han salido a contemplar su paso; reciben donativos; un matrimonio francés los filma; un periodista galo los entrevista, y continúan hacia Espinal, donde a la entrada del pueblo los esperan las autoridades locales para invitarles a almorzar. El Depositario les hace un importante donativo (esos dineros estaban destinado a la creación de albergues); el párroco y el alcalde escriben en el libro de la peregrinación, y entre una cosa y otra dan las doce. A la salida se presentan dos periodistas de Diario de Navarra, que les entrevistan y les piden que durante el viaje les envíen crónicas, lo que aceptan.

La bajada del puerto de Mezquíriz es lenta, y La Chata patina en el asfalto. En Lizoáin comen el pan con chorizo que les dieron en Roncesvalles, y la familia de la Venta les invita a café. En Huarte, una niña les entrega un paquetito con bombones...

Antes de Zabaldica, Jimeno Jurío se adelanta para preparar alojamiento en Pamplona. Las Damas Apostólicas tienen la residencia abarrotada. Del Seminario lo remiten a la Casa Sacerdotal, y el cuartel de Artillería se niega a alojar la mula.

Cae una fina llovizna, y con tanto retraso, fruto de la inexperiencia, los del carro llegan a Pamplona avanzada la noche. La mula pernocta en la vaquería del Seminario, el cura en la Casa Sacerdotal, y los otros dos son albergados en casa de un magistrado estellés.


A su llegada a Santiago, con algunas de las autoridades que salieron a recibirlos.

Al día siguiente cruzan Puente la Reina en medio de la expectación del pueblo, y al llegar a Estella a las diez menos cuarto de la noche (habían salido de Pamplona a las ocho de la mañana, y tuvieron que parar en Astráin para herrar la mula), cantando a pesar de la fuerte lluvia que cae, una multitud sale a recibirles y los acompaña hasta Rocamador. Cada peregrino duerme en su domicilio, la mula y el carro pernoctan en la huerta de Agorreta, y al día siguiente, después de celebrar una misa privada en la capilla de San Andrés, reanudan el viaje.

A la altura de Los Arcos los alcanza un hermano de Eguaras, que les lleva bocadillos, y vino de la taberna de Pomés, su suegro (el que llevaban los peregrinos era de casa El Maño).

Pensaban dormir en Logroño, pero tienen que quedarse en Viana y cobijarse en el convento de las Hijas de la Caridad, donde los obsequian con anís y pastas, y los atienden con una alegría, una paz y unos ánimos que recuerdan a lo largo del Camino.

Es Jueves Santo, hace frío, y cuando al pasar Logroño los peregrinos Roa y Jimeno Jurío visitan la iglesia de Santiago, un sacerdote y un seglar les preguntan por su procedencia. Cuando dicen que son españoles, «perciben una decepción en sus rostros, y a sus ojos, lo que preveían una hazaña se convierte en una quijotada, y el atuendo, de tradicional pasa a comediante. El cura y el seglar riojano se vuelven en silencio como si hubieran hablado con dos chalados».

Después de llenar las botas, a la salida de la ciudad se les acerca un obrero, al que siguen otros. Tras saludarlos les pide vino: «Sacad la bota, porque el vino de vuestra tierra es el mejor del mundo», les dice. El joven bebe creyendo que el caldo es de Tierra Estella, y, encontrándolo extraordinario, pasa la bota a sus compañeros.

La carretera está en pésimo estado, y en las cunetas nace la alfalfa. Para acelerar la marcha de la mula, Jimeno Jurío la engaña caminando delante con un manojo de alfalfa en la mano. Luego se adelanta en camión a Navarrete, y el párroco del lugar se entusiasma contando la historia del pueblo, en su opinión «la más brillante de todo el Camino».


Antonio Roa, acompañado de su esposa Mª Luisa Vicente y de su hermano Eugenio, lleva la Cruz de Roncesvalles que forjaron los alumnos de la Escuela de Oficialía de Estella y regalan a la Catedral compostelana los Amigos del Camino de Santiago de Estella.

Los del carro reciben la visita de los estelleses Prudencio Silvestre Hermoso de Mendoza y Julio Esparza, que les llevan viandas. Siguen adelante, toman la variante del pueblo, se paran a esperar al cura, y, como no aparece, se sientan en la cuneta y las comen.

Localizados por unos chavales, los llevan al pueblo, donde el alcalde les ha preparado una esplendida comida en el hostal. El estómago de los dos peregrinos está lleno, pero la comida es tentadora ¿Qué hacer? Expulsan lo comido y, sentados en la mesa, degustan los platos como si hubieran salido de un ayuno.

Parten hacia Nájera. Jimeno Jurío quiere comulgar, pero el carro no avanza. Se va en un vehículo. Después de los oficios saluda al alcalde, y éste ordena a dos alguaciles que preparen alojamiento en el Hospital de la Caridad.

Envía su crónica periodista por teléfono (le cuesta 30 pesetas), y acude a la Vigilia de la Adoración Nocturna, extrañándose de que en una población de más de 4.000 habitantes haya menos gente que en Bearin, que sólo tiene 180.


El Obispo Auxiliar recibiendo la Cruz de Roncesvalles, que formalmente depositará Antonio Roa ante el Apóstol.

Cuando llegan a Santo Domingo de la Calzada, el Alcalde, avisado por un telegrama que le pusieron las monjas de Nájera, les envía un municipal en traje de gala y gorra en mano que se interesa por los peregrinos de Estella. Cuando le dicen que son ellos, les pregunta qué quieren, y la esperanza de los estellicas se hunde. Saludar al Alcalde, contestan. A partir de ese momento se olvidan de los telegramas.

Comen frugalmente en una salita del Hospital. Sobre el techo de la escalera, desde hace siglos hay una piel de cocodrilo, rellena de paja, que según la tradición cazó Santo Domingo en el río Oja. En los pasillos encuentran a «un austriaco alto, enjuto de carnes, con traje, corbata y sombrero de paño», que debía tener 35 años y aparentaba 50. Según les dijo, hacía tres meses que peregrinaba a pie por España. Había visitado Santiago y Fátima, y se dirigía a Zaragoza. Al día siguiente, en Belorado les informan que el falso peregrino se alojó varios días en la fonda, a costa del cura, donde diariamente se emborrachaba.

Cuando se aproximan a Redecilla del Camino les adelanta un coche en el que creen leer el nombre de Sintal, empresa de Estella. El coche da la vuelta, y de él salen los padres y la esposa de Roa.

El párroco del lugar tiene muchos proyectos, y, a raíz de la creación en Estella de la Asociación, se personó en la ciudad del Ega pidiendo dinero para ellos. «Nuestra presencia es tomada como el paso de un Papá Noel al que hay que exponer necesidades, reales o imaginarias».

Mientras Jimeno Jurío se queda visitando Belorado, Roa y Eguaras salen a las 7,30 para Villafranca. Al divisar la ermita de Valdefuentes comienzan a cantar la Salve, que no terminan porque se para a saludarlos efusivamente una familia de Lazcano (Guipúzcoa).

Aún estaban con ellos cuando se presentan en moto, ateridos de frío, dos sacerdotes de Estella (Prudencio Silvestre y Jesús Arraiza). Prudencio, entumecidas las manos, no puede firmar en el libro. Les dan brandi para que entren en calor, y después de sacarse una foto regresan a la ciudad navarra. Por todo alimento, los peregrinos comen pan y chorizo.


José Mª Jimeno Jurío firma en el Ayuntamiento de Santiago en presencia del Alcalde, Sr. Porto Anido (derecha) y el presidente de la Archicofradía del Glorioso Apóstol Santiago, Sr. Maíz Eleicegui. Presencian la firma los otros dos peregrinos.

Llegados a Ibeas de Juarros, sale a su encuentro Luis Rodiles, Teniente Coronel del Cuerpo Jurídico Militar (cuando el proceso de Burgos, se manifestó contrario a la condena y sufrió las represalias del régimen franquista), que reside en Burgos y es hijo de la estellesa Magdalena Monreal. El cura pasa la noche en casa del párroco. Roa y Eguaras duermen en la de una vecina.

En Burgos están día y medio, son recibidos por el Arzobispo -que firma en el libro-, pernoctan en el Hospital del Rey, y reciben el agasajo de Luis Rodiles, que, entre otras atenciones, les mete en el carro 100 kilos de avena que no sólo comió la mula: cuando les apretaba el hambre, metían avena en una botella con agua, y una vez remojada la comían como si fuera arroz.

Cierto día ven que un hombre entra en una cueva habilitada como bodega. Entablada conversación, le piden que les llene de vino las dos botas. Cuando camino adelante beben de ellas, encuentran el vino mezclado con aceite, quizá por haberlo contenido antes el tino.

Jimeno Jurío se retrasa, y al llegar a Tardajos pregunta por el estado de la carretera. Le dicen que en Rabé termina, y parte raudo para avisar a los del carro. Los alcanza a la altura del puente del río Urbel, y el carro regresa para tomar la carretera de Quintanilla.

Con la bota de vino colgada en tercerola sobre la sotana, y los libros de notas bajo el brazo, sigue el cura por el Camino. En Rabé, al Hospital de la Caridad lleva saludos de las monjas de Viana, pero la superiora recela ante una persona que se dice sacerdote y lleva sotana raída, bota de vino colgando, y calzado de color marrón.

Sigue adelante, y el camino termina en un páramo. Continúa andando hasta topar con dos pastores, quienes le indican la dirección correcta. Siguiéndola, trepa a un monte, desde el que desciende campo a través hasta encontrar el Camino. A las tres de la tarde llega a Hornillos, donde se entera de que el alcalde del pueblo, junto con el de Rabé, habían convenido en ayudar al carro con animales de tiro para que pasara por el Camino Real.


Documento mediante el que la Archicofradía del Glorioso Apóstol Santiago nombra Hermano Mayor a cada uno de los tres peregrinos.

En Hontanas coge el cura el coche de línea que le lleva a Castrogeriz, donde debe preparar el alojamiento. Cuando llega el carro, encuentra que Roa está con fiebre, habiendo hecho gran parte de la jornada tendido sobre las tablas.

Recogida la mula y el carro, mientras Eguaras y Roa descansan en la fonda, Jimeno Jurío va a saludar al párroco, al que encuentra de pie en su despacho, junto con el coadjutor y el capellán de las Clarisas. Los tres son jóvenes. Hay sillas en las que a gusto hubiera descansado su cuerpo el peregrino, pero no puede: los sacerdotes permanecen de pie los 25 minutos «que dura aquel recibimiento que nada tuvo de acogida».

El peregrino les expone la finalidad del viaje, a lo que con frialdad responde el párroco: «no tenemos nada que hacer (...), lo que se ha de decir sobre el Camino de Santiago está ya todo escrito (...). Cuando cito la circular enviada desde Estella, me dice que efectivamente la recibió, pero que, como tiene por costumbre con esos impresos, los tira sin leer su contenido. Pregunto por la Colegiata a la que el Rey Sabio dedicó algunas Cantigas, y responde que no era para tanto lo que las Cantigas dicen de Santa María. Yo me siento incómodamente molesto, más empequeñecido que en el páramo desierto, ante aquel hombre que parece hablar ex cátedra y que da la impresión de tener prisa por despachar a un huésped molesto (...). Bajo mi brazo llevaba, ilusionado e ingenuo, el libro con las firmas de dos Arzobispos, de muchos alcaldes y párrocos que nos habían dicho frases de entusiasmo (...). Pero la firma de Don José Alonso no figurará entre los entusiastas de la Ruta Jacobea. Por fin corto por lo sano aquel lamentable encuentro que más bien parece un ataque en toda la línea: ¿A qué hora podré celebrar mañana la Santa Misa? Desanduve la calle larga (...) pensando que el párroco (...) debía de haber sido víctima de los abusos de los pseudos-peregrinos cuya proliferación va en aumento».

Se alojan en el Gran Hotel Pichón, y es la primera vez que se ven obligados a pagar el alojamiento: «Por cenar, dormir y desayunar tres personas, a 65 pesetas. Total 195 pesetas». Allí ven que el telediario de la noche da noticia de su llegada a Burgos.


El Cardenal-Arzobispo de Santiago, Monseñor Fernando Quiroga Palacios, conversa con los peregrinos y sus familiares.

A la salida de Burgos son filmados por un equipo de NO-DO desplazado al efecto. Les vuelve a filmar a su paso por Castrillo Matajudíos, y cuando el vehículo se aleja comen pan, chorizo, y leche condensada que chupan del bote. El vino se les acaba, y empujan el alimento con brandi. Hacia las dos regresan los del NO-DO, y les dan pan tierno, una tortilla de patatas y vino, para que coman mientras filman.

En Boadilla del Camino se sienten cansados. Eguaras se tumba en la cuneta, mientras Roa, «febril pero valeroso, entra en el pueblo para llenar las botas de vino». Aparecen los operarios del NO-DO, quienes les llevan en coche a Frómista, donde filman varias escenas que, junto a las anteriores, se emiten en los cines de España antes de que termine la peregrinación (dos años más tarde, durante las fiestas de Estella, cuando Eguaras estaba sentado en la terraza de El Che, le saluda el conductor del equipo de filmación, enviado para filmar el encierro y el novillo pa las chicas).

A Eguaras lo llevan para que traiga el carro, y a Roa, que estaba congestionado y daba pena mirarle a la cara, Jimeno Jurío lo acompaña al médico, quien diagnostica faringitis con fiebre. El practicante le pone dos inyecciones.

«La histórica Tierra de Campos produce la sensación de que la tierra lo ha invadido todo: casas de tapial amasado con paja, muros de las iglesias construidos con tapiales...».

Antes de llegar a Villarmentero de Campos, comienzan a caer unas gotas que se convierten en terrible granizada que espanta la mula, y tienen que salir tras ella «como en las películas del Oeste».

En Carrión de los Condes saludan al obispo de Palencia, quién firma en el libro y envía saludos para un canónigo estellés amigo suyo.


Anverso y reverso de la medalla de la Archicofradía que recibieron cada uno de los tres peregrinos.

Jueves 18 de abril. Llueve cuando salen de Carrión, y hasta el cruce de Cervatos caminan por «una carretera intransitable, llena de barro y baches, firme sin asfaltar, con los cantos rodados del firme lavados. En todo el día sólo nos cruzamos un camión y un coche de matrícula extranjera. El Camino francés estaría mucho peor, debido a las lluvias».

Llanuras de Castilla, ancha, sin fin (...). Páramos dilatados, abiertos. Hoy mojados, resecos en verano. En Villarmenteros soportamos la segunda borrasca del día. Cae granizo, y nos resguardamos en una venta. El alcalde (un alcalde, el de Calzadilla, como pocos) les había dado orden de darnos alojamiento en el caso de que llegáramos al atardecer. Era preciso seguir adelante haciendo frente a los elementos, baches, frío y agua, a lo que se añadía un viento huracanado que nos obligó a quitar el toldo del carro. Antonio sujeta las bridas de la mula. Jaime camina detrás del carro. Antonio grita. El granizo y el viento hacen ininteligibles sus palabras. Pide la esclavina de cuero para resguardarse del chaparrón. A la violencia del temporal se unen ahora los gritos de la discusión. Siguen unos momentos de marcha en silencio, en que la sangre va reposándose. Hasta que Jaime localizó la bolsa de plástico en que va el tabaco picado, lía un pitillo y se lo ofrece al compañero, que lo acepta con una sonrisa y un piropo. El nublado ha desaparecido y hay paz bajo los hábitos calados de agua.
Esperamos encontrar mejor piso al llegar a la carretera que va a Saldaña, pero resultó todo lo contrario: asfaltada en un tiempo, hoy tiene más baches que asfalto. Merendamos a la altura de Terradillo de los Templarios. Proseguimos ruta. Nuevo temporal de agua con mucho viento».

 

El tramo entre Carrión y Sahagún lo hacen con un huevo frito en el estómago, pero en Santas Martas encuentran buen hospedaje.


El Obispo Auxiliar Monseñor Miguel Novoa Puente les impone la medalla de la Archicofradía. Fueron padrinos el Presidente y el Secretario de la Archicofradía, Srs. Maíz (en la foto) y Daporta.

Jimeno Jurío se adelanta a León para preparar alojamiento. El Alcalde lo recibe, firma en el libro, se interesa por su cansancio, y, como era mediodía, se despide deseándoles que la estancia les sea grata.

Como no tiene contactos, sale a buscar alojamiento y en Capuchinos encuentra un comedor para pobres. El hermano portero le recibe con reservas: la hora del rancho ha pasado. Solicita que les guarde un poco de comida, y tras alguna vacilación accede. Va al encuentro del carro, que en el camino ha recogido a un hombre enigmático, de unos 35 años, con bastón y el pie escayolado.

Poco antes, en las afueras de la ciudad un grupo de trabajadores les increpa diciéndoles «¡Más os valía trabajar!, ¡Así va España!, etc». No es el único ejemplo de incomprensión: en cierto pueblo les preguntaron dónde iban a hacer las comedias; en otro, un vecino les dijo que «cada cual busca la forma más original de exhibirse». Como ejemplo contrario, un pastor que los confundió con vagabundos, les ofreció trabajo, comida y pajar por lecho. Cuando se enteró de que eran peregrinos, no sabía cómo disculparse: les acompañó diez kilómetros, les ofreció su bolsa de comida, y les dijo: «Tenga, Padre, deposite esta estampa en la Cripta del Apóstol y aplique una oración en acto de desagravio por haberles confundido». Encargo que cumplieron.

A La Chata le improvisan una cuadra en una bajera, y ellos, en el comedor de Capuchinos, se asean e ingirieren a cada dos platos de garbanzos condimentados con laurel. Acuden para pasar la noche en el convento de las Hijas de la Caridad, y las Hermanas ponen cara de terror ante esa posibilidad.

Visto el éxito, deciden abandonar León y buscar otra población más acogedora. Jimeno Jurío, que con un coste de 86,50 pesetas envía su crónica a Diario de Navarra, se retrasa y sale en busca del carro. Llega a la Virgen del Camino, no lo encuentra, pregunta, pero nadie lo ha visto. Cuando al fin llega, le dicen que no podían salir de la ciudad porque en todos los puentes había un cartel prohibiendo el tránsito de carros. Cuando llegaron al último, se olvidaron del cartel y se arriesgaron.

En la Virgen del Camino piden asilo a los Dominicos, pero éstos tienen prohibida la presencia de seglares. El sacerdote decide compartir con ellos la suerte. Al final, los frailes, entre los que encuentran a dos navarros, les dan alojamiento.


Arriba, una de las páginas del croquis que levantaron de la Ruta, en la que consta kilometraje, camino original, desviaciones para vehículos y otros detalles de interés. Abajo, a la izquierda, una de las hojas del Libro de la Peregrinación (texto y firmas de los alcaldes de El Pino y de Santiago), a la derecha, recorte de la hoja que se envió a los párrocos de los pueblos de la Ruta, en la que se exponen los motivos de la peregrinación y se les pide información sobre el estado y necesidades de los pueblos.

A las 9 horas del domingo 21 de abril parten hacia el páramo leonés cantando jotas a pleno pulmón, y les extraña que los albañiles estén trabajando en los pueblos. Jimeno Jurío se adelanta a Hospital de Órbigo para preparar la comida, y al cruzar el Puente del Paso Honroso escucha una jota navarra que sale de unos altavoces de la ribera. Los seglares son invitados a comer por el Alcalde, y el cura es huésped del párroco.

El cura se adelanta a Astorga, donde los recibe y atiende con mimo la estellesa Rita Napal, Vice-Superiora de las Escolapias, que les mete en el carro abundantes provisiones de conservas y fruta. A una niña de Estella que con 12 años está en el noviciado, se le alegra la cara al reconocer a Roa y a Eguaras. Al marchar, religiosas y novicias salen a despedirlos.

Un sacerdote les dice que el carro no puede pasar por la zona de El Acebo, por lo que dirigen sus pasos hacia Manzanal. Puerto pesado, largo, monótono, en el que tienen que emplear malas artes para que la mula suba con brío. Se cruzan con una caravana de gitanos, desde la que se les acerca una joven que, extrañada por su indumentaria, les pregunta con misterio si llevan algún muerto en el carro.

Comen poco antes de llegar a Cambados, y en el camino se topan con el párroco, quien les reconoce y les invita a tomar café en el bar. El descenso es peligroso, lleno de curvas, y con fuerte circulación de camiones cargados de carbón. Al llegar al embalse, recién acabada la presa, por cuya coronación va la carretera, como no han colocado las protecciones la pasan con sumo cuidado para evitar caer hacia el agua o hacia el abismo. En el pueblo nuevo, que piedra a piedra había sido trasladado desde el cauce inundado, sale a recibirles, acompañada por un numeroso séquito, la esposa del alcalde.

El carro marcha despacio, y adelantándose Jimeno a sus compañeros, al llegar a Torre de Santa Marina encuentra un taxi de Estella que se interesa por la marcha. En el pueblo, sin sacerdote residente y con 20 tabernas, intenta localizar a un tal Isaac, que tiene tienda y cine, pero no hay posibilidad de cobijar la mula. Busca herrador para calzarla (ha perdido una herradura al bajar Manzanal), pero no lo hay.


La repercusión internacional que tiene la peregrinación estellesa hace resurgir el deseo de recorrer el Camino de Santiago. En la foto, miembros de les Amis de Saint-Jacques de Compostelle de París, capitaneados por René de la Coste-Messeliére, salen de la ciudad del Sena. En Somport serán recibidos y acompañados por cuatro oficiales del Ejército español.

Siguen adelante. La noche se echa encima, y al llegar a Ventas de Albares una familia de mineros cobija mula y carro. En ninguno de los dos bares hay camas libres. Al fin, el cura duerme en casa de los mineros, y los seglares pasan frío en un corral con helechos del que salen con los huesos molidos y sabañones en las orejas. Al amanecer, el minero les da por desayuno una copa de orujo con galletas. El invierno ha sido largo, la primavera viene con retraso, y al llegar al Bierzo, florece.

En Bembibre pueden calzar a la mula, y son invitados a comer por un matrimonio que tiene un hijo estudiando medicina en la Universidad de Navarra. El cura se demora visitando la iglesia donde está el Cristo Rojo, bautizado así por los socialistas en 1936 (Incendiaron la parroquia y pasearon la imagen del Sagrado Corazón por las calles con un letrero que decía: Cristo Rojo, a ti te perdonamos por ser de los nuestros).

«En muchas jornadas del trayecto, porque la lluvia o las malas condiciones del Camino lo hacían intransitable para el carro, éste se tenía que seguir por carretera, mientas el sacerdote caminaba en solitario recorriendo la Ruta medieval».

Jimeno Jurío se adelanta a Ponferrada para buscar cobijo. El alguacil le manda al Hospital, de donde lo dirigen a Cáritas. De allí lo envían al Colegio de San Ignacio, pero el director no lo recibe por hallarse ocupado. Cuando vuelve al Ayuntamiento, un vejete lo reconoce, le saluda, y emite una sarta de improperios por lo mal que han hecho las cosas no siguiendo el Camino Francés y no avisando de su llegada. El vejete, una vez desahogado, le dice que el Ayuntamiento, el Centro Gallego y el Instituto de Estudios Bercianos (él era su fundador) esperaban su llegada para ofrecerles una recepción.

Suben a saludar al Alcalde, que firma en el libro, da un donativo, y encarga la fonda. La mula pernocta en la calle custodiada por el policía de guardia. Cuando Eguaras y Roa llegan con el animal, lo hacen acompañados por un navarro de Abárzuza. Y cuando a la mañana siguiente se disponen a salir de la ciudad, aparece una estellesa que los invita a su casa.


Otros peregrinos en el Camino de Santiago. Foto tomada por Domingo Llauró, el 12 de junio de 1963, a su paso por la calle de Larrúa de la ciudad del Ega. En el mes de junio del mismo año, lo recorrió en 15 días un miembro del Club Montañero de Lugo. El 20 de julio de 1971 acamparon en Estella 125 jóvenes de la OJE, dejando como recuerdo un monolito hoy desaparecido. El 11 de mayo del mismo año llegó a Estella un motorista que hacía el Camino con los ojos vendados (?). Otros lo hicieron en patines. La peregrinación de Estella sembró una semilla muy fértil.

24 de abril. El Alcalde de Cacabelos les invita a comer fabada, pollo y costillas en el restaurante El Gato. Es alcalde desde que el 24 de julio de 1936 salió de la cárcel. El Secretario encuentra un parecido entre Roa y Fray Escoba, y así lo bautiza.

Siguen camino de Villafranca del Bierzo, y la Guardia Civil les informa que a las tres de la tarde había mucha gente esperándolos. Cuatro kilómetros antes de llegar les alcanza un taxi del que desciende un fotógrafo, y cuando le dicen que piensan pernoctar en el pueblo, regresa raudo para comunicar la noticia.

Momentos después llega otro coche, del que bajan cuatro chicas que, habiéndolos visto en la prensa vestidos de paisano -salían muy favorecidos-, iban a su encuentro para invitarles a la suculenta cena que la juventud villafranquina había preparado en su honor. Las chicas escriben en el libro una frase que los deja pensativos: «Si todos los españoles fuesen como vosotros, nos sentiríamos muy orgullosas de ser españolas».

Llegan a las seis de la tarde, y en las afueras de la población les espera el Alcalde, el Hermano Mayor de la Cofradía de las Angustias y Caballeros de Santiago, y numerosas personas. Es tal el entusiasmo que perciben y los agasajos que les dan, que no han vivido nada igual desde su llegada a Estella.


Crucero que regaló el Ayuntamiento de Santiago al de Pamplona, que hoy se puede ver junto al puente de la Magdalena. El acuerdo se tomó el mismo día que llegaron los peregrinos estelleses a Santiago, y a ellos les dio el Alcalde la primicia de la noticia.

25 de abril, jueves. «Siempre subiendo, pasamos por Trabadelo, Portela y Ambas Mestas. Las viviendas (...) son pobrísimas y no es extraño encontrar conviviendo en una misma casa a personas y animales domésticos. Las condiciones de salubridad e higiene son pésimas y se hace necesario una total transformación».

El Camino por Herrería y La Faba no es bueno, pero «los pueblos nos esperan arreglando los trozos peores y dispuestos a ayudarnos. (...). Hemos medido la anchura de los ejes de nuestro carro y el de las carretas que usan los campesinos. Con un poco de ayuda esperamos seguir la ruta por los mismos senderos. Cantamos una jota: Los peregrinos navarros / por el Camino el Cebrero / vamos a jibar el carro / y perderemos el cuero.

Pasado Ruitelán comenzamos la ascensión a Piedrafita sin darnos cuenta de la desviación del Camino antiguo (...). Cuando habíamos subido un gran repecho, contemplamos abajo, en el barranco, el pueblecillo de Herrerías. Detenemos el carro y Antonio y el cura bajan al pueblo (...). Al ver Antonio el estado del Camino (...), toda su euforia se viene abajo. A pesar de los ánimos del párroco, Roa regresa al carro y sigue carretera adelante para tomar en Piedrafita la carretera hacia El Cebrero». El puerto se les hace interminable, y pasan penalidades.

Hospital de Cebrero es un poblado «verdaderamente arcaico. En una de las pallozas próxima a la iglesia vive el presidente de la Junta vecinal, guardián de la llave. Al ir por ella tengo ocasión de ver una palloza por dentro: piso de tierra, tablones separando la habitación de las personas del establo de los animales, fogón sin chimenea del que el humo sale por los resquicios de la techumbre de paja dejando todo renegrido: techos, maderas, muros, arcas, ropas y utensilios. Impresiona pensar que en nuestros días hay personas que viven en estas condiciones».

En Liñares del Rey se alojan en la pensión del Párroco, donde a la luz de un candil de gas engullen pote gallego y pagan 105 pesetas por cena, alojamiento y desayuno. La pensión es una casa con tienda, en la que hay de todo: materiales de construcción, muebles, ultramarinos, licores, hoces, zuecos... y ataúdes. Y como los seglares tienen que pernoctar en el local, para protegerse del frío se meten en los ataúdes y en ellos pasan la noche.


Estella vivió con ilusión el éxito de la peregrinación y su renacer. En la foto, una de las carrozas con las que los chóferes estelleses celebraron el día de San Cristóbal, su patrón.

Bajando el puerto, «hacía varias horas que el cura no veía a sus compañeros. De pronto los divisó a lo lejos. Sonó en sus labios el silbato del Colegio. Roa y Eguaras lo oyeron. Retumbando entre los montes se oyó la voz potente de Roa que gritaba alargando las vocales Cuuuraaaaa. Y otra voz que respondió desde el Camino: ¡Eh! ¡Ultreya! Como un eco, se escuchó de nuevo ¡Eh! ¡Suseia! Y los gritos y la consigna pusieron emoción en mi alma. Comprendí entonces, con una claridad que no dejaba lugar a dudas, el sentido de las palabras con que terminábamos el himno medieval Dum pater Familias: E Ultreia, E Suseia. Deus aia nos. Consigna hecha grito de los peregrinos».

Esperando a que terminen de comer en Triacastella «hay dos vecinos de Loureda. Uno de ellos es portador de la tarjeta que escribí al Párroco de Montán anunciándole nuestro paso. Vienen en caballos ensillados, dispuestos a conducirnos por aquella ruta. Cuando vieron nuestro carro comprendieron que no era posible pasar con él por este trayecto. Decidimos que Antonio y Jaime vayan a pernoctar a la abadía de Samos, mientras el cura hace el tramo por Montán y Pintín».

Eguaras y Roa son recibidos en la abadía por el abad mitrado, quien los aloja en una habitación que la semana anterior había sido ocupada por Franco y su esposa. Daba al río, y al exclamar Eguaras ¡vaya río truchero!, el abad manda pescar unas truchas que cenan con avidez a la vez que dan cuenta de la redoma de clarete que hay sobre la mesa.

«Estamos en Galicia, esta tierra bendita, mal conocida y peor interpretada, que es como una gran Abadía benedictina, verde y húmeda, donde el forastero es huésped de honor al que todos, el noble y el plebeyo, miran con delicadezas de amigo».

En Sarriá, el Alcalde les invita a comer en la Feria, cuyo recinto cerraba un cobertizo larguísimo en el que se sucedían las mesas. «Todo ocupado por las gentes aldeanas, despachando sus viandas, en un cuadro colorista digno de Brueguel el Viejo. De vez en cuando, una cocina al aire libre (...) y unas señoras metiendo pulpos en el agua hirviendo para sacarlos pocos segundos después», cortarlos con tijeras y colocarlos en escudillas, salpicados de pimienta. «Al final, un (...) aldeano gallego anónimo que advirtió nuestro acento extraño, partió su queso y nos regaló la mitad». Poco después, sentados en la terraza de un café, otra persona les da una botella de orujo de su cosecha.


En julio de 1965, el estellés Jacinto Martínez organizó una peregrinación de Somport a Santiago. Le acompañó el madrileño Francisco Álvarez, que salió de San Juan de Pie del Puerto, y en Puente la Reina se les unió el francés Claude Ardan. Llevaban un jumento con las provisiones, y otros tres para los peregrinos. Jacinto ya tenía experiencia: en 1953, en compañía de un guipuzcoano y del estellés Jesús Echávarri, fue a Madrid en carro. Años más tarde, en julio de 1971, en compañía de Manuel Sádaba volvió a peregrinar a Compostela.

28 de abril. En Ligonde el párroco les invita a comer. Jimeno Jurío se retrasa en la salida, y un «muchacho se empeña en llevarme sobre la parrilla de su vieja bicicleta hasta dar alcance a los del carro. Acepto resignado la prueba. El joven ciclista hizo una demostración de su fortaleza pedaleando con toda el alma y lanzándose por las cuestas abajo como si tratara de obtener un primer puesto clasificatorio. Son dos kilómetros de auténtico martirio. La parrilla es harto incómoda y, cuando divisamos el carro, ha dejado mis huesos molidos».

Jimeno se adelanta en camión a Mellid, y al bajar frente a la iglesia encuentra dos religiosos Pasionistas que le esperan y los alojan en el convento.

Al día siguiente, aunque queda poco para llegar a Santiago, deciden pernoctar en Arzúa para entrar en Compostela por la mañana.

A la altura de Puente Rivadiso se detiene un vehículo del que baja Mazzucco, estellica de padre italiano, al que acompañaba un ingeniero de la península trasalpina. Les invita a comer.

Cuando llegaban a Arzúa, un coche se acerca en demasía a Eguaras, que, como de costumbre, camina detrás del carro dando paso a los vehículos que se acercan. Éste, que teme ser atropellado, le hace un quite, y con improperios le indica insistentemente para que les adelante. Pero el coche queda tras ellos, circulando a su paso. Al final, los ocupantes se dan a conocer: son los estelleses Julio Esparza y señora, Fernando Roa y Paca Irisarri, padres de Antonio, su hermano Eugenio, y María Luisa Vicente, su esposa.


Fueron varios los años que los chóferes dedicaron una carroza al fenómeno de la peregrinación. El peregrino es Iñaki Goicoechea; el agente, Jesús Mª Arza, y, en ellos, Shelín Ortiz.

Al día siguiente, lunes 29 de abril, se levantan a las 7 de la mañana, desayunan anís y pastas, y mientras Roa y Jimeno Jurío rezan, detrás del carro camina Eguaras meditando ensimismado. «En la sotana del cura, que ha resistido aguas, soles y zarzas, se produce un rasgón escandaloso que una señora repara a grandes puntadas».
En San Marcos entonan el Dum Pater Familias, y caminan, con la mirada puesta en el horizonte, tratando de ver las torres de la Catedral. La gente les contempla como seres extraños.

A unos dos kilómetros de la ciudad salen a su encuentro dos policías motorizados.

-¿Son Vds. Los peregrinos que vienen de Navarra?

-Sí, Señor.

-Nos envía el Sr. Alcalde para que les acompañemos.

-Muchísimas gracias. No se..., pero esto nos parece excesivo...

-¿Y dónde vienen los demás?

-¿Los demás? Se han quedado en Navarra. Venimos los tres solos.

Un gesto de extrañeza del amable policía, y las dos motos se pusieron en marcha precediéndonos por las calles.

En esa entrada triunfal, cuando después de subir una cuesta se encuentran de sopetón con la catedral, su espíritu se llena de espiritualidad, y el recuerdo perdura imborrable. Añadamos al momento: los estelleses que les saludan con pañuelos desde la escalinata del Obradoiro, los fotógrafos, las autoridades civiles y religiosas que los reciben, las campanas de la Catedral anunciando su llegada...Es algo inolvidable.



Los tres peregrinos de la marcha del 63 volvieron a peregrinar en varias ocasiones a Compostela. En la foto, Antonio Roa (lleva en el cuello la medalla de la Archicofradía), a la cabeza de un numeroso grupo de estelleses, se dispone a salir del Puy hacia Compostela (2 de agosto de 1974). Juan Satrústegui, que iba de apoyo en un Seiscientos, escribió un libro sobre esa peregrinación.

Se despiden de la mula; «aquella muleja recelosa que desembarcamos en Roncesvalles y a la que debíamos acercarnos con precaución para evitar sus coces, comía ya en la palma de nuestras manos y se dejaba llevar y aparejar por cualquiera de los tres. El servicio prestado no podía mejorarse. Llegó a Santiago demostrando a los pesimistas su resistencia física y su calidad de mula navarra». Como recompensa, le compran veinte duros de paja.

«La emoción va haciendo su nudo en la garganta mientras vamos andando a lo largo de la nave central hacia el Altar Mayor. Detrás de nosotros, las Autoridades y los familiares». De rodillas ante el Altar del Apóstol, sobre una bandeja de plata deposita Antonio Roa la Cruz de Roncesvalles, regalo de los Amigos de Estella, que forjaron los alumnos de la Escuela de Oficialía.

Días antes, «Beruete les envía una carta a tres sitios, por si las moscas (...). Vuestra meta es el triunfo de Estella. Porque vosotros, zarrapastrosos y cantantes caminantes, tenéis y lleváis la representación de nuestro pueblo (...). Debéis entrar cantando, cantando y cantando (...). En Santiago hacer las cosas bien, y no os vengáis sin que hayáis visto colocada la Cruz de Roncesvalles en la pared de la catedral. Para eso, inmediatamente contratad un herrero que os ponga dos vástagos en el respaldo de la cruz para incrustarlos en la pared, y un albañil para que la coloque. No dejéis de hacer esto, pues corre peligro que la Cruz se quede en un rincón. Cuando esté colocada la Cruz, os venís, antes no...». Cumplida la misión, la Cruz de Roncesvalles queda colgada en el transepto del lado del Evangelio.



La afición caló hondo en el espíritu de los estelleses, que en numerosas ocasiones han peregrinado a Santiago. En la fotografía vemos un grupo de 140 navarros camino de Compostela en agosto de 2003, entre los cuales hay varios de Estella. Enmarcado por los dos ciclistas que llevan la camiseta de la CAN pedalea José Mª García (a) Lucas, que a sus 72 años, y después de haber superado con autotrasplante de médula una leucemia (para someterse a los análisis, o recoger los resultados, hacía los 90 kilómetros de ida y vuelta de Estella a Pamplona en bicicleta), va por tercera vez a Santiago, haciendo, en esta ocasión, etapas de 100 kilómetros diarios.

El Botafumeiro termina de «dibujar sus elipses humeantes». Los peregrinos abrazan al Apóstol y reciben La Compostelana. Momentos después son llevados ante el Cardenal-Arzobispo, Monseñor Fernando Quiroga Palacios, que les anima a publicar la memoria del viaje. «La mirada del Cardenal se dirige a Jaime, a quien la andadura no ha hecho bajar peso. Con exquisito sentido del humor asegura que la publicación de la fotografía de Eguaras será una auténtica propaganda del Camino, constituyendo por sí sola el mejor certificado de que la peregrinación no adelgaza». Siguiendo la ironía, Eguaras le contesta que «los peregrinos somos sobrios en el beber y hartos en el comer».

Los más importantes periódicos gallegos y las agencias de prensa los fotografían y entrevistan, y a las 8 de la tarde la Corporación municipal les ofrece un Vino Español y les anuncia que ese mismo día va a acordar regalar a Pamplona el crucero que hoy podemos ver a la entrada del puente de la Magdalena.

Julio Esparza saca a relucir el caso de un hijo de Noya, de treinta y tres años, residente en Estella, que próximo a quedar ciego desea ver por última vez su pueblo natal. Le dice que en la ciudad del Ega se está realizando una colecta, y el Alcalde les entrega 2.000 pesetas.

Al día siguiente, primero de mayo, al filo del mediodía el Obispo Auxiliar los nombra Hermanos Mayores de la Archicofradía del Apóstol Santiago, y les impone la Medalla.

La peregrinación ha terminado, prensa, radio, cine y TV la han dado a conocer, y su ejemplo empieza a ser emulado por numerosas personas. Hoy, 46 años después, el Camino de Santiago es algo vivo, y la peregrinación se ha convertido en un fenómeno de masas.



Pedro María Gutiérrez Eraso (+1976), en cuya privilegiada cabeza surgió la idea de dar vida al Camino. Su temprana muerte nos privó de su ilusión, conocimientos y capacidad.

El espíritu pionero de la peregrinación lo demuestran las palabras que algunos alcaldes escriben en el Libro que llevan los tres peregrinos:

-Alcalde de Belorado: "...que el gran edificio de peregrinaciones se monte sobre la sólida primera piedra que con vuestro sacrificio levantáis..."

-Alcalde de León: "...el sacrificio de estos tres navarros y su deseo de revivir tradiciones y antiguas costumbres..."

-Alcalde de Vega de Varcalce: "...este grupo de peregrinos (...) que pasando por alto todos sacrificios marcan de nuevo esta histórica vía que deseamos sea restablecida..."

-Alcalde de El Pino: "...Lamentamos de veras no tener un Parador donde poder alojaros con comodidad, como lo merecéis vosotros y los innumerables que han de seguir vuestros pasos en el Camino de Santiago que les estáis enseñando"

-Alcalde de Santiago: "...podéis tener la satisfacción, de recordar ante España y el Mundo, de nuevo, la ruta espiritual y de fe..."




Nota.- El 16 de noviembre de 2011, el Gobierno de Navarra comunicó su decisión de otorgar la "Medalla de Oro de Navarra" a las asociaciones del Camino de Santiago en la comunidad foral. Podía haber hecho una distinción especial a la asociación de Estella, la más antigua de España y modelo de todas las demás, que el año 2012 cumplirá 50 años, pero ha decidido dar café para todas. No obstante la escasa delicadeza de nuestro Gobierno, en Estella agradecemos la distinción.

Pocos días después, la Asocición recibía el galardón "Estellés del año". Unos días antes, quien esto escribe llamó a la radio proponiéndola. ¿La propusieron otras personas? Es posible. Éste año, más que nunca, el galardón se ha entregado con acierto. 

Mi agradecimiento:

-a Jaime Eguaras por sus recuerdos y fotografías, a María Luisa Vicente, Mariola Roa Vicente y Roldán Jimeno Aranguren (gran parte de la cursiva, y más, está sacada de las notas que tomó su padre, cuya publicación, en forma de libro, está preparando), por haber puesto a mi disposición el archivo de su esposo y padres, respectivamente. Sin su desinteresada colaboración y apoyo, este reportaje no hubiera visto la luz.

-a Jacinto Morán Peláez, asturiano de nacimiento, estellés de adopción, y Secretario de la Asociación de Amigos del Camino de Santiago de Estella, por la documentación aportada.

-a Salvador Lacruz Gisbert, valenciano de nacimiento, estellés de adopción, miembro de la Asociación de Amigos del Camino de Santiago de Estella, y colaborador en estos reportajes.

-a Domingo Llauró Campos, por su valioso archivo.

-a todos aquellos que han contribuido y contribuyen al florecimiento de la peregrinación y del Camino.

febrero 2009

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© Javier Hermoso de Mendoza