PLAZA DE SANTIAGO


La plaza de Santiago es la más moderna de la ciudad histórica y, para muchos, la más bonita y coqueta. De forma triangular, y con uno de los lados ligeramente convexo, como recostado a la colina del Bellviste, nació cuando se edificaron los bordes del recinto ferial del Mercado Nuevo. La fotografía está sacada el 25 de julio de 1997.


Acababa la plaza en un elevado portillo abierto en la roca, y debe su nombre a la capilla dedicada a Santiago y Santa Ana situada sobre el portal que lo cerraba, todo lo cual fue derribado a principios del siglo XX. En la fotografía, tomada en el siglo XIX, en el ángulo inferior izquierdo puede verse el conjunto que formaban el portal y la capilla, los cuales no estuvieron asociados a ningún lienzo amurallado: la propia naturaleza se encargaba de cerrar la ciudad por el lado norte, y el portal evitaba que entraran sin control personas, animales y mercancías. En un segundo plano se ve la iglesia de San Juan antes de que se construyeran las torres, y más atrás la iglesia de San Miguel.


En la fotografía de la izquierda se ve el acceso a la plaza, y, en sus extremos, las rocas y muros sobre las que se apoyó el portal y la capilla.

En la otra fotografía se ven las rocas en las que se apoya la casa de "Entrañas", derribada en 1996. El nombre de la casa corresponde al apodo de una familia de hortelanos con el que también era conocido el portillo: "cuesta de Entrañas". En la fachada derecha se ve el acceso original del edificio, y en la acera, la cual no sigue el perfil de la calle, se observa el inicio de las escaleras por las que se subía a la capilla.


Al contrario que en las otras plazas de la ciudad, no encontraremos en ella monumentos ni restos arquitectónicos de interés o antigüedad. Dos casas del siglo XVIII y tres escudos nobiliarios son su único patrimonio. Como ejemplo, de derecha a izquierda en la fotografía, el primer edificio blasonado es la casa solar de una de las ramas de los Hermosos de Mendoza de Estella, en la que yo nací y sigo viviendo, la cual presenta una fachada que apenas ha sufrido cambios desde que fue construida hace casi trescientos años. En la casa blasonada que aparece a continuación, hoy convento de las Hijas de María Inmaculada, nació la madre de la beata María Vicenta López y Vicuña, fundadora de la congregación.

Como puede apreciarse en el hueco existente entre los edificios citados, originalmente las casas de la plaza no tenían soportales.


Sin embargo, y a pesar de alguna actuación desafortunada, la plaza posee un conjunto de edificios de notable valor ambiental. En el solar del primer edificio de la izquierda, construido en 1903, nació Manuel de Irujo, uno de los estelleses que mayor proyección nacional e internacional ha tenido en los últimos tiempos.


La fuente de los dragones, construida en 1946, y que durante décadas dio de abrevar a los animales de las familias de ganaderos, agricultores y hortelanos que habitaban la plaza y sus proximidades, es otro elemento de interés que vemos reproducido en su conjunto y en detalle. Originalmente estuvo en la plaza la sencilla fuente que ahora alivia la sed a los que pasean por Los Llanos.


Plaza pobre en el aspecto comercial, en ella y en sus proximidades habitaron basteros, guarnicioneros, esquiladores, alpargateros, vendedores de pienso, molineros, caleros, abaceros, herradores, cantineros, herreros y zapateros remendones. Oficios todos relacionados con la agricultura, la ganadería, y las necesidades básicas de un entorno rural que acudía al mercado de los jueves. A comienzos del XX la habitaron las cuatro familias de gaiteros que tanto renombre dieron a Estella; todos ellos zapateros, alpargateros y esquiladores en los periodos en que la gaita descansaba. Los Romano y los Elizaga, frente a frente en la propia plaza; los "Zapatericos" (Pérez de Lazárraga, de apellido) y los Petít (conocidos después como Montero) en la calle Calderería, la cual, en su primer tramo, es una prolongación de la plaza.

En la foto vemos la plaza, con acacias, en una instantánea de 1921. Desde los años 40, olorosos tilos la sombrean.


También tuvo sus fondas. Y el hotel de los amescoanos Ruiz de Larramendi, cuya imagen vemos en la fotografía sacada en 1927.

En el XVII se ordenó la zona de corrales y huertos que formaba la parte trasera de los edificios del Mercado Nuevo, hoy plaza de Los Fueros, y a principios de la edad moderna se abrió la calle Nueva (oficialmente calle del Obispo Fray Wenceslao Oñate), cuyo inicio vemos a la izquierda de la fotografía.


Como ya he señalado, la plaza nació de la urbanización del espacio en el que se celebraban las ferias de San Andrés, en noviembre, y de la Virgen del Puy, en mayo. Las primeras duraban cuatro días, y caballos, mulos y asnos llenaban la plaza y sus alrededores. La feria de la Virgen del Puy desapareció, y hoy la de San Andrés apenas recibe ganado. El motivo, la escasez del mismo y el empeño en seguir celebrándola en un recinto que no es adecuado para las necesidades actuales.

En la fotografía se ve una instantánea tomada el 30 de noviembre de 2003.


Todos los jueves del año acogía el mercado de los cochos. La plaza se llenaba de cerdos, primales y gorrines que cuando el suelo era de tierra hozaban en ella y durante el invierno convertían su sombrío lado sur en una inmunda mezcla de barrizal y estercolero.


A mediados del siglo pasado las zonas de rodadura se cubrieron de hormigón reforzado con piedras de ofita, y en el triangulo central se puso adoquín procedente de otras calles. A partir de los años cuarenta los cochos se recogían en jaulas y cambretas de madera y la plaza se animaba de compradores, vendedores, charlatanes, y capadores que en una entrada o en una cuadra privaban a los gorrines de sus testículos, lo cual permitía que mucha gente almorzara carne de animal vivo. A la derecha de la fotografía puede verse la caseta en la que estaba la báscula de pesar los animales.


Un fatídico año la peste porcina africana obligó a clausurar los mercados, y con su cierre desaparecieron los cochos. Desde entonces, todos los jueves la plaza se llena de tenderetes que ofrecen ropa, calzado, discos, objetos de ferretería, bisutería y material diverso.


Para finalizar, una instantánea de abril del 98. Durante las obras de reforma, los adoquines fueron retirados y hoy forman parte del muro en un jardín particular del pueblo de Labeaga.

Enero 2004.

Nota: Fotografías en blanco y negro. La primera de ellas, cedida por Ricardo Gómez de Segura, la segunda está sacada por el autor de esta página, y las siguientes pertenecen al archivo de Domingo Llauró.

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© Javier Hermoso de Mendoza