Semana Medieval de Estella (II)

El pasado mes de agosto colgué un reportaje sobre la Semana Medieval que desde hace 10 años se celebra en Estella coincidiendo con la festividad de Santiago. Si el citado reportaje versaba sobre la actividad que se desarrolla de lunes a viernes, el que ahora ve la luz trata de las actividades que bajo el nombre "Mercados de antaño y Rúa de los oficios" se pueden ver el sábado y domingo que la cierra la Semana Medieval.


Hasta el año 2005 toda la actividad se desarrollaba en las plazas de los Fueros y de Santiago. El citado año, al estar la de Santiago ocupada por la fiesta especial que hicimos los vecinos de la plaza, y en la que nos juntamos a comer más de quinientas personas, hubo que llevar la actividad a otras zonas de la ciudad, abriendo un circuito que parte de la plaza de los Fueros, baja por la calle Mayor, y se bifurca por los antiguos burgos de San Martín y de San Miguel. Fue un acierto, pues, a partir de entonces, una de las cosas que caracteriza la semana de Estella, y la diferencia de otras que se celebran en Navarra y en otros lugares, es el contacto de los viejos oficios con las rúas medievales sobre las que se formó la primitiva Estella.

Por la solera que tiene, y por su localización (en la foto, la plaza de San Martín), la Semana atrae a muchísima gente, por lo que espero y deseo que su actividad se amplíe a otras calles y plazas.


Por las calles se pueden ver numerosas demostraciones de la actividad de antiguos oficios, o de artesanos que emplean técnicas tradicionales. En la foto, de izquierda a derecha y de arriba abajo (seguiré este orden a lo largo del reportaje), se ve a un herrero, un cerero, un tallista, y trabajos de repujado.


El tonelero, el que echa culos de anea a las sillas, y dos artesanos de la madera.


Cestas, muebles, forros, y otros trabajos con mimbre.


Cuatro artesanos (el segundo, con fundición de plata) dedicados a la bisutería.


Un aficionado que con sílex reproduce armas y herramientas de la Edad de Piedra, un artesano del vidrio, el hojalatero, y el amanuense.


Trabajos hechos con paja, un anticuario montando lámparas con cuentas de vidrio, el artesano que elabora prendas con lana que hila con cardas, rueca y otros métodos tradicionales, y, finalmente, confeccionando tapices en un antiguo telar.


Elaborando hojas de papel sobre las que estampa grabados bajo la presión del tórculo, herramientas para obtener hilo de seda, distintos tipos de colmena (de corcho, de mimbre forrada con bosta, y el cajón que ahora se utiliza), y, finalmente, papel y lápices de colores para que los niños den rienda suelta a su imaginación.


El escultor, y un vendedor caracterizado como tendero medieval.


Junto a artesanos y tenderos, los músicos dan otra nota sonora al ambiente. En la foto, una pareja toca la txalaparta, rústico y antiguo instrumento, procedente de los caseríos de la cuenca del Bidasoa, cuyas notas proceden de la vibración de tablones percutidos con palos.


Otros músicos y saltimbanquis dan colorido a la Semana.


Buhoneros, físicos, y albéitares también están presentes. ¿Y qué niño no ha soñado alguna vez con un viaje en diligencia?


Los animales tienen en la feria un lugar importante. En la foto, una cría de coatí suscita la curiosidad de los jóvenes.


Una enorme pitón albina, cuya lengua bífida se aprecia en la fotografía superpuesta.


Dos búhos nos miran con sus potentes ojos.


Productos artesanos salen al encuentro del visitante. En la foto, el famoso queso de oveja de nuestras sierras de Urbasa y Andía.


Los numerosos anticuarios de la ciudad exponen a la venta sus objetos.


Junto a antiguas herramientas, y productos artesanales, una añeja "oficina" para extraer alcoholes y esencias con las que elaborar productos de belleza.


La imaginación para crear objetos decorativos no escasea. Unas monjas miran las hierbas que pueden librarlas de sus posibles achaques.


Los niños también tienen su lugar: ayudan a la construcción de un horno en el que cocer barro, o lo moldean con sus manos.


Un niño se entretiene a su manera, mientras que otros juegan en los numerosos tableros que tienen a su disposición, o montan en un rústico tiovivo.


Como complemento de la Semana, en la plaza de Santiago los niños ponen a la venta los juguetes que ya no utilizan, mientras que otros participan de los juegos organizados por la comisión del barrio.


Durante dos días, las calles se convierten en un ir y venir de gente que visita los puestos, mira, compra y se interesa por oficios y productos.


Y, de vez en cuando, una parada en los improvisados y rústicos mesones ayuda a reponer fuerzas.

noviembre 2007

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© Javier Hermoso de Mendoza