PLAZA DE LOS FUEROS

Durante más de cinco siglos plaza del Mercado Nuevo, plaza de la Constitución después, plaza de San Juan en el habla coloquial, y plaza de Mercado siempre, la que hoy recibe el nombre oficial de plaza de Los Fueros es el centro de la ciudad nueva y vieja. Lugar de encuentro que muchos estelleses se empeñan en considerarla el "cuarto de estar" de la ciudad, aunque no la traten con el cuidado debido.

Porticada por todos los lados y con una iglesia en su interior, nació, con la ciudad a una, para cobijar el mercado que tanta importancia ha dado a Estella a lo largo de su historia. Mientras la capital y otras ciudades navarras han habilitado sus plazas tras la ruina y desescombro de castillos, palacios y otros edificios públicos, Estella cuenta con tres importantes plazas concebidas como tales por sus primeros urbanizadores.


Durante las Fiestas pasaba a convertirse en coso taurino cuyo recuerdo queda vivo en el nombre de una de las calles (de los Toros) que a ella desemboca, por haber sido toril hasta la construcción de la actual plaza de toros.

Como puede verse en la foto, de las primeras plantas de los hoteles y fondas bajaba hasta la barrera un graderío de madera desde el que clientes y autoridades contemplaban los espectáculos con una comodidad y seguridad que no era total: hubo año en que el toro alcanzó de un salto esas gradas, para regresar al ruedo asustado por el movimiento y el sonido de la madera que pisaba.


Para cumplir la función de coso taurino, como se aprecia en esta instantánea de 1916, debía ser una plaza sin árboles ni obstáculos, y con piso de tierra que delimitaba un anillo adoquinado, y unas amplias aceras enlosadas que llegaron en aceptable uso hasta 1992.


Como máximo, el único arbolado que podía tener eran una pocas acacias allí donde la plaza se prolonga entre los edificios y la iglesia.


Todos los jueves del año era y es plaza de mercado, excepto los declarados por la Iglesia como fiestas de guardar, en cuyo caso el mercado se trasladaba al miércoles.

Durante el verano, los puestos se protegían del sol con un pequeño armazón (base cuadrada, un pié derecho, y dos palos cruzados) cubierto por una loneta o una sábana de hilo. Tejido que también se utilizaba en las casas para proteger del calor ventanas y balcones.


Cuando llegaba el otoño, se quitaba la tela y el armazón se llenaba de ristras de pimientos secos y a sus pies se colocaban otros productos de temporada. Durante todo el año el mercado de productos del campo se complementaba con artesanías (puede verse, en la parte inferior de la foto, un tenderete de cazuelas y jarras de barro) y objetos necesarios para el avío de las familias de la ciudad y los pueblos. Los comercios textiles colgaban de las maderas de los porches batas, elásticos y otras prendas confeccionadas. Otros establecimientos ponían serones, capazos y albardas... Quienes tenían su establecimiento fuera de la plaza, colocaban tenderetes en los que ofrecían sus productos: Tadeo, su material eléctrico; Casanellas, sus cuchillos... Y en los soportales del lado norte, unos bancos corridos colocados por la Misericordia ofrecían asiento a quienes vendían huevos, aves y conejos.


Al dejar su función taurina (la nueva plaza de toros fue inaugurada el 2 de septiembre de 1917), la plaza paso a tener árboles (acacias primero, falsos plátanos después, liquidambar styraciflua ahora), y en 1917 se colocó un kiosco de hierro forjado con viseras acristaladas y, bajo la pequeña cúpula blanca que se ve en el fondo derecho de la fotografía, se colocaron unos servicios públicos.


Años después al kiosco le desaparecieron las viseras, y en sus bajos se habilitaron servicios públicos para ambos sexos, los cuales sustituyeron a los señalados en la fotografía anterior. El 18 de julio de 1957 (el alcalde, Aurelio Alonso, era Jefe del Movimiento) se inauguró un pavimento estrellado que, al sustituir al de tierra, hizo que ya no se pudieran colocar las barracas de feria que necesitaban ser ancladas en el suelo.


El kiosco de hierro forjado tuvo una corta vida: cincuenta años. En 1967 un concejal (Alén) tuvo la brillante (?) idea de sustituirlo por otro más moderno, y así poder albergar en sus bajos una cafetería, por el gestionada, que denominó con el nombre invertido de su apellido: Nela. Fue inaugurado el 1de agosto de 1968, y con el paso del tiempo la cafetería, que no respondió a las expectativas del promotor, volvió al ayuntamiento y fue sustituida por unos nuevos urinarios.


El kiosco de las Copas tuvo una vida más corta que el anterior: duró 25 años; hasta 1993. El motivo, una remodelación de la plaza que la devolvió a sus orígenes y habilitó un espacio vacío con dos hileras laterales de árboles, un kiosco poco útil que imita el gorro de un músico, y una subterránea sala multiusos que poco uso ha tenido. No se cuantos años tardaron en desaparecer las viseras del kiosco antiguo, pero la nueva plaza enseguida fue podada de los focos que iluminaban los mejores edificios, de los pequeños postes luminosos que separaban las aceras de la zona rodada, y de los cordones que en el pavimento realzaban un lateral de los alcorques. El resto de los elementos tampoco están en su mejor momento: las fuentes no son adecuadas para el uso previsto, las farolas no brillan por su luz, los bancos han tenido una vejez prematura, las grandes losas de granito se están rompiendo por tener que soportar, habiendo sido colocadas para uso peatonal, la entrada de camiones, y los vehículos campan su aire invadiendo el espacio peatonal.


Los bárbaros también habitaron Estella. Siempre hubo un afán por romper la armonía de la plaza haciendo que los edificios ganaran más y más altura. En la foto superior y en la inferior se aprecia la mayor agresión: se ve el rincón que formaban la casa palaciana (primer edificio por la izquierda) en la que estaba el hotel Comercio, cuya fachada de tres plantas en piedra de sillería desapareció en dos de sus tercios, y el conjunto que formaban la casa de la Millonaria (Jaén de apellido), la casa de Ricarte (Alonso de apellido) y la de las hijas del impresor Eloy Ugalde (tercero y cuarto edificio por la izquierda).


Ese conjunto fue destruido y reemplazado por edificios horribles que rompen la armonía que tuvo la plaza. El primer edificio por la izquierda es el tercio que quedó (una reciente rehabilitación le incrementó una cuarta planta) de la casa palaciana en la que estaba el hotel Comercio, mientras que los dos tercios restantes, junto con la casa contigua, fueron sustituidos por el edificio que en su última planta tiene arquillos sobre fondo rojo. Las otras casas fueron sustituidas, hace unos treinta años, por el monstruo que se ve más a la derecha.


Las columnas del edificio derribado (casas de La Millonaria y de Ricarte) pueden hoy verse en los jardines del palacio de Luquin, que piedra a piedra fue traído desde el pueblo homónimo para ser reconstruido en las afueras de Estella.


Detrás del rey Alfonso XIII, en la fotografía realizada por los Hnos. Aguirre durante la visita real realizada en 1920, puede verse, en la fachada del Casino Español, un escudo nobiliario esculpido en piedra. Hoy ese escudo no existe: fue retirado para poder añadir al nombre del casino el adjetivo "nuevo", y así poder poner simétricamente, sin obstáculos, y en grandes letras, el nuevo nombre: Nuevo Casino Español. Hoy, privada del escudo, la fachada del casino es una de las más anodinas de la plaza. En la tribuna, la persona de bigote que se apoya en una vara, es Ricardo Polo, alcalde de Estella.

¿Qué podía esperar la ciudad cuando la flor y nata de su burguesía retiraba el escudo para colocar tan ostentoso nombre? Este detalle explica muchas cosas.

Nota: las fechas y parte de las fotografías son cortesía de Domingo Llauró Campos, y están sacadas de su reciente libro "Estella en imágenes para el recuerdo" ISBN 84-607-7753-7, cuyos ejemplares están a la venta en las librerías de Estella.

9 de septiembre de 2003

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© Javier Hermoso de Mendoza