Semana Santa en Los Arcos

Los Arcos es una villa situada en el Camino de Santiago, a 21 kilómetros de Estella y en dirección a La Rioja. Conocida en tiempo de los romanos con el nombre de "Cournonion", recibió fuero en 1176, y junto con las poblaciones de su "partido" (Armañanzas, El Busto, Sansol y Torres) fue enclave castellano entre 1463 y 1753.

Conserva uno de los mejores patrimonios artísticos de la Merindad de Estella, y celebra una de las Semana Santa más completa e interesante de Navarra: comienza el Jueves Santo con el oficio en el que se escenifica el "lavatorio de los pies", continúa el Viernes Santo con el "descendimiento de la cruz", seguido de la "procesión del Santo Entierro", y después de celebrar el Domingo de Resurrección el "encuentro entre Madre e Hijo", termina el Segundo Día de Pascua con la quema del Judas.

Las fotografías que expongo están sacadas en los años 2007-08. En cuanto al texto, recojo lo que dicen los Evangelios sobre lo que esos días se conmemora, junto con alguna información adicional.



En la iglesia de Santa María de Los Arcos todo está dispuesto para el inicio de los oficios de Viernes Santo.

Desde el siglo VII escenifica la Iglesia el "lavatorio de pies" en la liturgia de Jueves Santo. Con él recuerda un episodio que Juan el Evangelista narra con las siguientes palabras:

Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo.



Esta fotografía, junto con las cuatro siguientes, corresponde al oficio de Jueves Santo, en el que destaca el "lavatorio de pies" y la "reserva del Santísimo".

Durante la cena, cuando ya el diablo había puesto en el corazón a Judas Iscariote, hijo de Simón, el propósito de entregarle, sabiendo que el Padre le había puesto todo en sus manos y que había salido de Dios y a Dios volvía, se levanta de la mesa, se quita sus vestidos, y tomando una toalla se la ciñó. Luego echa agua en un lebrillo y se puso a lavar los pies de los discípulos y a secárselos con la toalla con que estaba ceñido.


Llega a Simón Pedro; éste le dice: «Señor, ¿tú lavarme a mí los pies?»

Jesús le respondió: «Lo que yo hago, tu no lo entiendes ahora; lo comprenderás más tarde».

Le dice Pedro: «No me lavarás los pies jamás».

Jesús le respondió: «Si no te lavo, no tienes parte conmigo».


Le dice Simón Pedro: «Señor, no sólo los pies, sino hasta las manos y la cabeza».

Jesús le dice: «El que se ha bañado, no necesita lavarse; está del todo limpio. Y vosotros estáis limpios, aunque no todos». Sabía quién le iba a entregar, y por eso dijo: «No estáis limpios todos».


Después que les lavó los pies, tomó sus vestidos, volvió a la mesa, y les dijo: «¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis "el Maestro" y "el Señor", y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Señor y el Maestro, os he lavado los pies, vosotros también debéis lavaros los pies unos a otros. Porque os he dado ejemplo, para que también vosotros hagáis como yo he hecho con vosotros». (Juan. 13, 1-13)


El "lavatorio de pies" era, entre los orientales, signo de hospitalidad: cuando llegaba un visitante a una casa, le lavaban los pies, le daban un beso de bienvenida, lo ungían con aceite y lo perfumaban con ungüento. Labor que realizaban los esclavos o sirvientes.

Pero Jesús los lavó con sus propias manos, no por hospitalidad humana, sino divina, limpiándoles simbólicamente de sus pecados y conminándolos a seguir su ejemplo.



Esta fotografía, y las ocho siguientes, corresponden a los oficios de Viernes Santo. Durante el oficio, después de la adoración, se descuelga a Cristo de la cruz, mostrando al público cada uno de los elementos que lo sujetan, y se deposita en el sepulcro. En la última de las fotografías de este grupo se exponen los citados elementos junto con el libro de la cofradía de la Vera Cruz. La imagen articulada es obra Ambrosio Calvo, tallada en 1692 (ver nota).

Consumado está (Juan. 19,30), dijo Jesús al tiempo de expirar.

Y he aquí, el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo; y la tierra tembló, y las rocas se partieron; y se abrieron los sepulcros, y muchos cuerpos de santos que habían dormido, se levantaron; y saliendo de los sepulcros, después de la resurrección de él, vinieron a la santa ciudad, y se aparecieron a muchos (Mateo 27, 51-53)


El centurión, y las que estaban con él guardando a Jesús, visto el terremoto, y las cosas que habían sido hechas, temieron en gran manera, y dijeron: Verdaderamente éste era Hijo de Dios.

Estaban allí muchas mujeres mirando de lejos, las cuales habían seguido a Jesús desde Galilea, sirviéndole, entre las cuales estaban María Magdalena, María la madre de Jacobo y de José, y la madre de las hijas de Zebedeo (Mateo 27, 54-56)


Cuando el centurión vio lo que había acontecido, dio gloria a Dios, diciendo: "Verdaderamente este hombre era justo". Y toda la multitud de los que estaban presentes en este espectáculo, viendo lo que había acontecido, se volvían golpeándose el pecho.

Pero todos sus conocidos, y las mujeres que le habían seguido desde Galilea, estaban lejos mirando estas cosas (Lucas 23, 47-49)


Entonces los judíos, por cuanto era la víspera de la Pascua, a fin de que los cuerpos no quedasen en la cruz en el día de reposo (pues aquel día de reposo era de gran solemnidad), rogaron a Pilatos que se les quebrasen las piernas, y fuesen quitados de allí.

Vinieron, pues, los soldados, y quebraron las piernas al primero, y asimismo al otro que había sido crucificado con él. Mas cuando llegaron a Jesús, como le vieron ya muerto, no le quebraron las piernas. Pero uno de los soldados le abrió el costado con una lanza, y al instante salió sangre y agua.

Y el que lo vio da testimonio, y su testimonio es verdadero; y él sabe que dice verdad, para que vosotros también creáis. Porque estas cosas sucedieron para que se cumpliese la escritura: «No será quebrado hueso suyo». Y también otra Escritura dice: «Mirarán al que traspasarán». (Juan, 19, 31-37)


Cuando llegó la noche, vino un hombre rico de Arimatea, llamado José, que también había sido discípulo de Jesús. Este fue a Pilatos y pidió el cuerpo de Jesús. Entonces Pilatos mandó que se le diese el cuerpo.

Y tomando José el cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia, y lo puso en su sepulcro nuevo que había labrado en la peña; y después de hacer rodar una gran piedra a la entrada del sepulcro, se fue.

Y estaban allí María Magdalena, y la otra María, sentadas delante del sepulcro. (Mateo 27, 57-61)


Cuando llegó la noche, porque era la preparación, es decir, la víspera del día de reposo, José de Arimatea, miembro noble del concilio, que también esperaba el reino de Dios, vino y entró osadamente a Pilatos, y pidió el cuerpo de Jesús.

Pilatos se sorprendió de que ya hubiese muerto, y haciendo venir al centurión, le preguntó si ya estaba muerto. E informado por el centurión, dio el cuerpo a José, el cual compró una sábana, y quitándolo, lo envolvió en la sábana, y lo puso en un sepulcro que estaba cavado en una peña, e hizo rodar una piedra a la entrada del sepulcro.

Y María Magdalena y María madre de José miraban dónde lo ponían (Marcos 15, 42-47)


Los crucificados tardaban dos o tres días en morir por asfixia, debido a las dificultades que se presentan al inspirar y expirar. Para acelerar su muerte se les rompían las tibias y el cráneo. Jesús fue crucificado sobre las 11 de la mañana, descolgando su cuerpo, muerto, cuatro horas más tarde.
 

Había un varón llamado José, de Arimatea, ciudad de Judea, el cual era miembro del concilio, varón bueno y justo. Éste, que también esperaba el reino de Dios, y no había consentido en el acuerdo ni en los hechos de ellos, fue a Pilatos, y pidió el cuerpo de Jesús. Y quitándolo, lo envolvió en una sábana, y lo puso en el sepulcro abierto en una peña, en el cual aún no se había puesto a nadie.

Era día de la víspera de la Pascua, y estaba para rayar el día de reposo. Y las mujeres que habían venido con él desde Galilea, siguieron también, y vieron el sepulcro, y cómo fue puesto el cuerpo. Y vueltas, prepararon especias aromáticas y ungüentos; y descansaron el día de reposo, conforme al mandamiento (Lucas 23, 50-56)


Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús, pero secretamente por miedo a los judíos, rogó a Pilatos que le permitiese llevarse el cuerpo de Jesús; y Pilatos se lo concedió. Entonces vino, y se llevó el cuerpo de Jesús. Fue también Nicodemo, el que antes había visitado a Jesús de noche, trayendo un compuesto de mirra y de  áloes, como de cien libras.

Tomaron, pues, el cuerpo de Jesús, y lo envolvieron en lienzos con especias aromáticas, según es costumbre sepultar entre los judíos. Y en el lugar donde había sido crucificado, había un huerto, y en el huerto un sepulcro nuevo, en el cual aún no había sido puesto ninguno. Allí, pues, por causa de la preparación de la Pascua de los judíos, y porque aquel sepulcro estaba cerca, pusieron a Jesús (Juan. 19, 38-42)



Terminado el oficio, el cuerpo de Jesús, depositado en el sepulcro, espera el comienzo de la procesión del Santo Entierro.

Nada más dicen los Evangelios oficiales del "Descendimiento de la Cruz". Los apócrifos, como el de San Pedro, dice que lo desclavaron y lo tendieron en el suelo.

Las Actas de Pilatos informan de que fue José de Arimatea quien descolgó a Jesús, lo envolvió en una sábana y lo depositó en el sepulcro.



Detalle de la coronación del sepulcro donde yace el cuerpo de Jesús.

El pseudo Buenaventura, en su "Meditación para la hora de vísperas", escrita en la Edad Media, especifica que, en presencia de María y Juan, José de Arimatea estaba en la escalera diestra, Nicodemo en la siniestra, y la Magdalena a sus pies.



Alguno de los pasos que en el claustro de la iglesia aguardan la salida de la procesión.

¿Quiénes eran los que participaron en el "Descendimiento de la Cruz"?

José de Arimatea, según la tradición, era hermano de Joaquín, padre de María, y, por tanto, tío-abuelo de Jesús. Algunos biblistas afirman que ejerció de tutor después de la muerte de José, su padre putativo, y que gracias a él pudo estudiar las Sagradas Escrituras.



Otro grupo de pasos en el claustro gótico de la iglesia de Santa María de Los Arcos.

Sobre Nicodemo sólo se conoce que seguía a Jesús ocultándose de la vista de los hombres.



El Domingo de Resurrección, el cuerpo de Cristo es llevado al encuentro de su madre.

Juan, el "discípulo amado", es Juan el Evangelista, hijo de Zebedeo y hermano de Santiago el Mayor, quienes remendaban las redes cuando Jesús los encontró a la orilla del lago de Galilea. A ambos Jesús les dio el sobrenombre de Boanerges (hijos del trueno).

Juan era el más joven de los apóstoles; sobrevivió a todos sus compañeros, y fue el único que no murió martirizado. Él mismo se consideraba el discípulo más intimo de Jesús; aquél a quién "el Maestro" amaba, y estuvo presente en los momentos más importantes de los últimos años de su vida: transfiguración, le ayudó a preparar la Última Cena, le acompañó ante el tribunal de Caifás, fue el único de los apóstoles que estuvo al pie de la cruz en la agonía, llegó el primero ante la tumba vacía, y recibió de Jesús el encargo de cuidar a su madre.



El cuerpo de Cristo es llevado en custodia y bajo palio al encuentro de su madre.

San Ireneo, discípulo de un discípulo suyo, afirma que después del martirio de San Pedro y San Pablo, Juan se estableció en Éfeso.

Llevado a Roma, evitó, milagrosamente, que le quitaran la vida. Fue desterrado a la isla de Patmos, recibiendo la revelación que le permitió escribir el Apocalipsis. Regresó a Éfeso, donde escribió su Evangelio y numerosas epístolas, muriendo, con noventa y cuatro años, hacia el año cien de la era cristiana.



En el convento de San Francisco se preparan para la llegada del cuerpo de Cristo...

María, natural de Magdala, y conocida por ello como María Magdalena, es mencionada en todos los evangelios, sean canónicos o apócrifos, como la discípula predilecta de Jesús, y las iglesias Romana, Ortodoxa y Anglicana la consideran santa.



...sacando las imágenes de la Virgen.

La tradición cristiana dice que era una prostituta que, convertida, siguió fielmente a Jesús, lavó sus pies con sus lágrimas, y los secó con su pelo. Fue la primera apóstol entre los apóstoles, y las fuentes apócrifas afirman que Jesús y María Magdalena estuvieron casados.

Independientemente de ello, otros afirman que no era prostituta, sino sacerdotisa de alguna diosa que nos es desconocida, y que en ella tienen comienzo los movimientos exotéricos dentro del cristianismo.

También afirman que en los inicios del cristianismo hubo dos corrientes en pugna: la tradicional, de Pedro y Pablo, y la de los gnósticos, de María Magdalena, siendo esta corriente arrinconada.



Los miembros de la cofradía de la Vera Cruz, que esperan su llegada, salen a recibirle.

Se discute si es o no la María hermana de Lázaro y Marta.

Según la tradición ortodoxa, se retiró con la Virgen María y Juan el Evangelista a Éfeso, donde murió.

En Francia dicen con su hermano Lázaro y otros compañeros llegó a su costa huyendo de las persecuciones, iniciando la evangelización de Provenza y terminando su vida con una penitencia que le llevó a permanecer 30 años en una cueva cerca de Marsella. Cuando llegó la hora de su muerte, los ángeles la llevaron volando al oratorio de San Maximino en Aix-en-Provence, donde recibió el viático.

Según la iglesia ortodoxa, en 886 sus reliquias fueron llevadas a Constantinopla, donde permanecen; la tradición francesa, por el contrario, dice que sus restos están en el oratorio de San Maximino, en Villa Lata.



A la llegada del cuerpo de Cristo, ambas comitivas se saludan ondeando las banderas.

María Magdalena, acompañada de Juan, ayudó a levantarse a María, la madre de Jesús, para que su hijo continuara su ascensión al Gólgota. Es el "encuentro entre Madre e Hijo" que se representa en Los Arcos.



En las fotos superiores de este mosaico vemos a miembros de la cofradía, y en las inferiores el saludo de las banderas.

Según Juan, presenciando la agonía de Jesús estuvieron cuatro mujeres: «su madre, y la hermana de su madre, María mujer de Cleofás, y María Magdalena».

Mateo, por el contrario, sólo nombra a tres: «María Magdalena, María la madre de Jacobo y de José, y la madre de los hijos de Zebedeo».

Marcos también cita a tres: «María Magdalena, María la madre de Jacobo el menor y de José, y Salomé».

De esta aparente confusión, deducen evangélicos, testigos de Jehová, adventistas, y otras iglesias protestantes, que la Virgen tuvo más hijos, en los que perdió su virginidad.

Este error desaparece con una atenta lectura de los Evangelistas, de los que se deduce que la «Salomé» que cita Marcos es la misma que «la madre de los hijos de Zebedeo» que nombra Mateo. Como «María Magdalena» es citada por los tres Evangelistas, es probable que «María mujer de Cleofás», que cita Juan, sea «María la madre de Jacobo y José» que nombran los otros dos Evangelistas. Entonces, «la hermana de su madre» que cita Juan, ¿quién es?, ¿una cuarta mujer?, ¿es posible que «la mujer de Cleofás» sea a su vez hermana de la Virgen?, ¿dos hermanas con su mismo nombre? El enigma se aclara si tenemos en cuenta que en hebreo no existían palabras para definir al "tío", "primo" y "sobrino", llamándoles a todos "hermanos".



Buen lugar para ver los oficios de Viernes Santo, y para observar al fotógrafo.

Nota: Obra de Ambrosio Calvo, de la escuela de Cabredo (Navarra), y residente en Orbiso (Álava), está tallado en nogal y tiene una altura de 1,90. En el contrato redactado entre la cofradía y el escultor, se establece que "...ha de hacer una imagen de nogal del descendimiento de cristo nuestro Señor, y la Virgen santa María, su bendita madre, con la santa cruz, corona, clavos, andas, caja (la urna actual es obra de Francisco Xabier Coll, y está fechada en 1764) y demás instrumentos necesarios para la función, conforme los tienen en el convento de San Francisco de la ciudad de Estella. Las cuales dichas imágenes y dichos instrumentos las ha de encarnar y poner en la forma que en dicho convento se hallan, excepto los vidrios que tiene en la caja de dicho convento (...) Y por todo ello, le han de dar y pagar los dichos mayordomos lo que constare haber pagado y tenido de coste las dichas dos imágenes y dichos instrumentos, que están en dicho convento de la dicha ciudad de Estella (...) Post datum: Se declara que, si el dicho Ambrosio Calvo no hiciere las dichas imágenes con la perfección que están y son las del dicho convento de San Francisco de dicha ciudad de Estella, ha de volver y restituir a los dichos mayordomos los dichos cuarenta escudos de plata y demás que hubiere recibido..." (la transcripción es del arqueño Víctor Pastor Abáigar).

El citado convento de San Francisco, en el que tenía la sede la cofradía de la Vera Cruz de Estella, desapareció a consecuencia de la desamortización y de las guerras que en el siglo XIX asolaron la ciudad, pero se conservaron los pasos y demás efectos de la cofradía. En estos momentos no puedo afirmar que el Cristo yacente que sale en la procesión de Estella es el que sirvió de modelo al de Los Arcos, pero es muy probable que así sea. El que indagaran sobre el costo del Cristo de Estella para pagar al escultor, da a entender que el utilizado como modelo debía ser de factura reciente.


marzo 2008

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© Javier Hermoso de Mendoza