CRISMONES

Crismón del tímpano de la catedral de Jaca, último tercio del siglo XI. Dos leones lo custodian, y bajo sus patas un hombre y un cordero son amenazados por serpientes. Cada sector circular contiene una rosa de diez pétalos, y en el círculo lleva esculpida la siguiente leyenda: "LECTOR, EN ESTA ESCULTURA PROCURA RECONOCER LO SIGUIENTE: LA P ES EL PADRE, LA A (y la X) EL HIJO, LA DOBLE (S) EL ESPIRITU QUE DA VIDA. ELLOS TRES SON, SIN DUDA, POR DERECHO PROPIO, UN SOLO Y EL MISMO SEÑOR".

El crismón románico trinitario, considerado por el profesor Lafuente como "la piedra ornamental del románico español", es un gran desconocido y apenas existen referencias en las enciclopedias de arte y obras divulgativas y/o especializadas. La mayoría de los autores considera que aparece por primera vez en Jaca (Francisco Matarredona, en un libro de próxima aparición niega que el jaqués sea la obra primigenia y el patrón que sirvió de modelo al resto de los crismones, y sobre este último asunto Juan Antonio Olañeta me aporta los datos estadísticos que incluyo a lo largo de este punto: sólo el 17% de los crismones españoles, y el 7% de los franceses, tiene los ocho brazos del jaqués; un escaso 6% tiene las letras Alfa y Omega colgando de los brazos horizontales; y no llegan a 10 los que están escoltados por leones), y desde allí avanza por el sur de Francia (301 crismones catalogados en esta región, 220 de ellos en Midi-Pyrinees), llega hasta la fachada de las Platerías de Santiago de Compostela (en La Rioja sólo hay 1, en Galicia 2, en Álava 3, en Guadalajara 4, en todo Castilla-León 29, y en Cataluña 35, 29 de ellos en Lérida), se extiende por Aragón (178 ejemplares, de ellos 128 en Huesca y ninguno en Teruel) y desde los focos de Sangüesa, Pamplona y Estella coloniza toda Navarra formando una constante iconográfica en sus iglesias románicas. Y es en la ciudad del Ega donde esa presencia es más evidente: de los 152 crismones navarros, ocho se conservan en las iglesias de Estella, y otro más, procedente de la ciudad, se custodia en el Museo de Navarra. Por eso se puede decir, sin temor a errar, que Estella es la ciudad de Europa en la que más crismones hay: dos en cada una de las tres parroquias principales, uno en cada una de las iglesias del Santo Sepulcro y de Santa María Jus del Castillo, y otro en el Hospital de San Lázaro (Le siguen Ávila ciudad, Huesca capital y San Juan de la Peña, con a cada 6 crismones, y Uncastillo con 5). Nunca sabremos si en las otras iglesias y conventos de Estella, desaparecidos o reconstruidos pasada la Edad Media, hubo también crismones, pero nueve es un número muy importante, como importante es la historia de la ciudad.

La fotografía superior corresponde al Pantocrátor de la iglesia de San Miguel Arcángel de Estella. Lo rodea una mandorla tetralobulada en la que está cincelada la siguiente leyenda: "NI ES DIOS NI HOMBRE LA IMAGEN PRESENTE QUE CONTEMPLA, PERO ES DIOS Y HOMBRE AQUEL QUE REPRESENTA LA IMAGEN". Según el historiador Goñi Gaztambide, esta leyenda es una reacción a la fuerte implantación de la herejía albigense en la ciudad del Ega.

En los Pantocrátor, el Dios Omnipotente suele portar en su mano izquierda el libro de los Evangelios, bien abierto o bien cerrado, mientras bendice con su derecha. Este de Estella es el único que muestra un crismón.

El crismón románico o trinitario presenta un lenguaje simbólico (símbolo, en opinión de Federico Revilla, "es una realidad aprehensible mediante los sentidos que pone en presencia de (o bien, remite a) otra realidad que excede el alcance de los mismos") que hunde sus raíces en los primeros siglos del cristianismo. Poco estudiado y citado en los libros de arte, hay sin embargo varias hipótesis sobre su origen y significado.

Para el profesor Ángel de Miguel, el crismón es la versión europea del concepto primigenio del círculo, el cual en Oriente había adquirido múltiples y bellísimas variantes: mandala y chakra hindúes, yin-yang chino, sol naciente japonés, cruz egipcia de Isis, dragón gnóstico que se muerde la cola en la leyenda griega "Hen to Pan" (El Uno, el Todo)...

Louis Charpentier y sus seguidores consideran que es el sello corporativo de cuadrillas de constructores cuyo origen se pierde en la noche de los tiempos, y cuyo saber, heredero de las técnicas de los constructores de dólmenes, halló refugio en Los Pirineos, y, tras extenderse por su entorno, con la llegada del gótico los Rosacruces difundieron esa técnica y ese espíritu por toda Europa llenado de rosetones sus iglesias y catedrales.

En la anterior imagen se ve, según Louis Charpentier, la evolución del crismón. Siguiéndolas de izquierda a derecha podemos ver: 1º) el símbolo egipcio de la vida eterna; 2º) el símbolo anterior con el bucle cerrado; 3º) convertido en la letra griega "ro" (P), a la que se le ha añadido las letras Alfa y Omega; 4º) el conjunto anterior con la letra griega "ji" (X); y 5º) una S latina que puede ser la serpiente trepadora del símbolo del caduceo.

No creo que Charpentier esté totalmente acertado, y, además, olvida la frecuente existencia de una línea horizontal de longitud variable, situada en la intersección de las letras P y X, la cual hace de la P una cruz. También olvida el círculo en el que aparece inscrito, así como la frecuente existencia de otra línea horizontal en el vano de la P, lo que la convierte básicamente en una cruz patriarcal o bizantina.

En la fotografía superior se ve el relicario de la Vera Cruz de Santa Sofía (Constantinopla), conservado en la catedral húngara de Esztergom.

Descubierta por Santa Elena la cruz en que murió Cristo, se repartieron reliquias, y con lo que quedó hicieron una pequeña cruz doble que llevaban en procesión los emperadores y el Patriarca.

Eusebio de Cesarea nos dice que Constantino vio con sus propios ojos, en el cielo, "un trofeo de cruz compuesto de luz, superpuesto al sol, y adherida al mismo una leyenda que decía: "con esto debes vencer". No comprendiendo el significado, durante el sueño "se le aparece el Cristo de Dios con el signo visto en el cielo, y le manda que haga una imitación (...) y se sirva del mismo" en las batallas.

Ocurrida esta aparición en vísperas de la decisiva batalla del puente Milvio, mandó construir un estandarte (conocido desde entonces como el Lábaro de Constantino) consistente en una lanza dorada en cuya cúspide tenía un travesaño horizontal del que pendía un tejido de oro y pedrería, y sobre el extremo superior de la lanza colocó una guirnalda con el monograma de Cristo. La batalla se saldo con la total derrota del emperador Magencio, y muchos consideran que ese monograma es la primera representación del crismón cristológico.

En la fotografía anterior, correspondiente al "Retablo de Santa Elena y la Invención de la Santa Cruz", conservado en la iglesia de San Miguel de Estella, fechado en 1416, y perteneciente a la familia del famoso mazonero Martín Périz de Eulate, conocido como Martín Périz de Estella, vemos, entre otras cosas, la imagen de la santa con la cruz (escena central), rodeada de Martín Périz y su familia; el sueño de Constantino (arriba, izquierda); la batalla del puente Milvio (arriba, centro); y el descubrimiento de la cruz (izquierda, centro).

El terreno estaba abonado. Entre los paganos era costumbre resumir las palabras omitiendo las letras intermedias, lo cual fue adoptado con entusiasmo por los cristianos. Producto de esta costumbre, en los siglos III y IV el nombre griego de Cristo (XPESTOS) se abrevió de tres formas distintas: la primera, formada por las dos primeras letras X e I (Ji e Iota griegas), lo cual origina el ideograma de la I superpuesta sobre la X, según descripción de Eusebio de Cesarea; la segunda es la yuxtaposición de la X y la P (Ji y Ro griegas), lo que lo convierte básicamente en un crismón cristológico; y la tercera es la formada por acoplamiento de la T (la Tau griega) sobre la P, de la que según Lactancio procede el signo de la Cruz.

Podría ser Constantino: en la fotografía superior vemos un detalle del altar de la catedral de Basilea (siglo XI), en el que el Salvador -Soter- lleva en la mano la esfera que representa la Unidad individual de la potestad imperial.

El crismón de Constantino lo interpreta San Orens (padre de la Iglesia de principios del siglo V) de la siguiente manera: "Cuando veas la P griega, esta es la cabeza y sus brazos clavados. La Iota, porque aquí está el cuerpo recto y suspendido. Sigue la letra del rescate (X), pues el rescate hace referencia a la salvación. Después el Alfa está a un lado, y al otro la Omega. La primera, porque es el principio, y la otra porque significa los novísimos. Estos elementos muestran a Dios sobre cualquier otro elemento".

Hoy se considera que el crismón, conocido también con los nombres de anagrama o monograma de Cristo, está formado por un círculo que simboliza el marco de entrada a la inteligencia de las letras mistéricas, en cuyo interior se simboliza el cosmos. Dentro del círculo, la letra griega "ro", equivalente a nuestra erre, y representada por la P, simboliza al Padre; la letra griega "ji", representada por la X, y equivalente a nuestra jota, simboliza al Hijo, y junto con la P forma las iniciales de la palabra Cristo. Les acompañan las letras griegas Alfa y Omega (describen a Dios como principio y fin del mundo y de la historia), y la letra latina S, que tanta polémica ha creado, la cual sólo aparece en el crismón románico trinitario. Algunos autores ven significados ocultos en el hecho de que la S sea la única letra latina entre tantas letra griegas, y, como Charpentier, la relacionan con la serpiente (su presencia indica, según García Atienza, la existencia de un secreto que está custodiando), y con el mundo celta y las culturas de las que fue heredero.

El padre Iturgaiz da una explicación a mi juicio convincente. En su libro nos habla de la evolución del culto a la Trinidad y de las herejías que se desarrollaron en el sudoeste francés negando el misterio trinitario, las cuales conocieron un gran desarrollo a través de los Cátaros, Valdenses y Albigenses. Esta última herejía, procedente de la zona de Albi-Toulouse, cogió fuerza en Navarra, y arraigó especialmente en Estella (véase la leyenda del Pantocrátor de San Miguel de Estella, foto 2), ciudad en la que abundaban los naturales y originarios de aquella zona. Para combatirla se colocaron crismones en las iglesias aragonesas y navarras, añadiéndoles la S latina, letra inicial de Spíritu Santo, por lo que el crismón, que hasta entonces representaba a Cristo, se convirtió en símbolo de la Trinidad. Misterio que Aymeric Picaud, en su Historia de Turpín, lo explica con el ejemplo de la rueda: así como la rueda representa tres elementos, eje central, radios y anillo exterior, y es una única rueda, así acontece en Dios la unidad y la trinidad.

Quizá debamos la abundancia de crismones en Estella al auge que cogió la herejía albigense entre sus moradores francos.

En la foto superior se ve la porción oriental de la gran cúpula de Bagawat (proximidades de Alejandría, donde predicó San Marcos). En la parte superior vemos la Huída de Egipto con sus herramientas, bestias y ropa robada a los egipcios. En el centro, siete mujeres se dirigen al Sepulcro, el sacrificio de Abrahán, y Jonás y Jesús bajo una enredadera. En la parte inferior hay tres cruces: la del centro tiene forma de llave, signo jeroglífico (ank) de la vida en el mundo faraónico.

Si nos atenemos a la evolución gráfica de la cruz (y por tanto del crismón), la Cruz de Cristo por excelencia, aquella en que se verificó el sacrificio de la Redención, era representada por las primeras comunidades cristianas de Egipto con el jeroglífico ank (la llave), símbolo de la vida.

El hecho de que sus primeras representaciones se hagan en Egipto (el cristianismo debe a los antiguos egipcios más que a la tradición hebrea, y la dimensión solar de la Eucaristía tiene como antecedente el disco solar de Horus, según señala la egiptóloga Christiane Desroches Noblecourt), y en formas jeroglíficas, tiene un especial sentido: los primeros conversos del país de los faraones eran miembros de sectas orientales como Isis, Mithra o el Judaísmo y, acostumbrados a signos ideográficos, aceptaron la cruz como un nuevo jeroglífico, adaptándola a signos conocidos cuyo significado casaba con el de la Cruz. No hay nada extraño en este hecho: San Agustín dijo que "si los paganos a veces aciertan, no hay que escandalizarse", ni rechazar sus aciertos, digo yo.

Los cristianos de Occidente y Bizancio, por el contrario, no emplearon la cruz hasta haber superado grandes y numerosos escrúpulos. Hoy en día, aún existen sectas protestantes que se resisten a emplearla como símbolo corriente y diario.

Así mismo, los primeros cristianos, sometidos a persecución, adoptaron la reserva (Disciplina del arcano) de escribir bajo formas ocultas (criptografía mística) que escondían el simbolismo de la palabra o mensaje cabalístico que querían transmitir.

A la derecha, Seti I, portando en su tocado la serpiente (Ureus, o cobra real, guardián del palacio y cuya lengua espanta a sus enemigos) inciensa al gran rey Osiris (en el centro), el cual lleva en sus manos el cetro, de origen prehistórico, el cayado, símbolo de la duración, y el plumero-látigo que capta la goma del incienso. Detrás de Osiris, su hijo Horus, con cara de halcón, lleva en su mano el "ank" (la llave), símbolo de la vida.

Además de la llave (ank), la P de los crismones puede estar relacionada con los jeroglíficos egipcios del cetro y/o el cayado, cuya representación vemos en la fotografía anterior.

En este sarcófago del museo de Arlés vemos la cruz con forma de P sobre la cabeza de Cristo, y a San Pedro, que, para mayor confusión, lleva sobre su hombro otro signo igual que bien podría ser una combinación del cetro y la cruz en la que fue martirizado (hay que tener en cuenta que así era como se representaba al primer Apóstol durante los primeros siglos del cristianismo, y que sólo a partir del siglo IV pasó a llevar las llaves como atributo).

Y si tenemos en cuenta las primeras representaciones del crismón en España, la P puede estar inspirada en el pico de las águilas visigóticas que tanto se utilizaron en orfebrería, y que son una probable representación de las cornejas que miran hacia delante y hacia atrás y significan la premonición y la memoria. Como se ve, todo es hipótesis, especulación y confusión en un monograma que también se utilizó como símbolo de la realeza, y que en Navarra y Aragón, como en otras partes, con ligeras variantes servía de inicio a los documentos diplomáticos.

Volviendo a Italia, en la fotografía de la izquierda vemos un sarcófago (San Apolinar in Classe, Ravena) en cuya tapa aparecen las cruces y el crismón dentro de una guirnalda que simboliza la eternidad, lo cual es una supervivencia de los clípeos o escudos con los que los romanos circunscribían imágenes de los mayores para darles valor eterno. En el frente, en los extremos aparece la codorniz picoteando las uvas, lo que recuerda el pasaje del Cantar de los Cantares en el que esa ave se alimenta de la Viña del Señor. A ambos lados del lábaro central hay sendos pavos reales que, al desplegar la cola y transformar su imagen, simbolizan al alma capaz de transformarse por la salvación.

En la fotografía de la derecha vemos otro sarcófago guardado en la misma iglesia, en el que la cruz lleva añadido un elemento que parece ajeno a ella, y que más semeja una serpiente que el bucle de una P. El Alfa y el Omega aparecen suspendidos por tres eslabones (en los crismones románicos suelen estar representados por tres líneas), y los corderos, símbolo del rebaño de los fieles, se inspiran en la Cruz. Tras ellos, las palmeras llenas de dátiles simbolizan la plenitud, en alusión a la gran cantidad de conversiones.

En estos dos ladrillos del siglo VII u VIII, de fabricación andaluza y conservados en el Museo de Córdoba, en el de la derecha aparece la P y las letras Alfa y Omega invertidas. El origen puede estar en un error al preparar el molde. Pero el hecho de que se haya utilizado significa que muy pronto se perdió el significado del emblema, lo que justifica que a lo largo de los siglos coexistan pequeñas variantes que han dado lugar a una gran variedad de crismones (Matarredona, que los ha agrupado por tipologías, señala que el modelo navarro lleva un segundo brazo horizontal en el vano de la P).

Los crismones se copiaban unos de otros, y una vez perdida la esencia de su significado, bien por error o por creatividad del artesano o artista, se introducían variantes que rompían su significado original, como podemos observar en el siguiente ejemplar.

En la fotografía de la izquierda, correspondiente al crismón de la clave del arco lobulado de la puerta principal de la iglesia de San Pedro de Larrúa de Estella, atribuída a artífices árabes, vemos que la P está correctamente representada, mientras que las letras Alfa y Omega aparecen invertidas.

En la fotografía derecha vemos, en la puerta oeste de la misma iglesia, un crismón muy desgastado pero correctamente representado. Está colocado en un arco recompuesto, y puede proceder de la puerta del claustro de la misma iglesia.

Ambos crismones carecen de cruces, lo que, aparte de ser una excepción del modelo propuesto por Matarredona, puede estar relacionado con la reliquia de San Andrés, la cual, según la leyenda, y para complicar la cosa, llegó a la iglesia con posterioridad a la colocación de los crismones.

En el primero, la Alfa está terminada por una gran teja, y la Omega tiene una imagen extraña, fruto de la unión de tres piezas, y semejante a un doble anzuelo con un brazo en forma de gancho articulado.

El crismón románico se colocó, preferentemente, sobre la puerta de acceso al templo, como recordando el pasaje del evangelista San Juan: "Yo soy la puerta, el que por mí entrare, se salvará" (Jn. 10, 9) En las iglesias románicas, el lugar elegido fue el tímpano, con frecuencia como elemento único. En las protogóticas se colocó en cualquiera de las claves de las arquivoltas.

En la fotografía superior se ven los dos crismones (en los dos se aprecia la doble cruz) de la iglesia de San Juan Bautista de Estella. La fotografía de la izquierda corresponde a la puerta sur, de estilo gótico, y la de la derecha a la puerta norte, de estilo románico. Como puede apreciarse, apenas hay diferencia en la representación del monograma, y ambos coinciden en que la P no llega al anillo. La diferencia está en que mientras el crismón de la puerta románica está esculpido sobre la clave de la primera arcada, formando una unidad con la misma, el de la puerta gótica, situado en la clave de la tercera arcada, parece un medallón adosado.

En ellos las letras tienen una gracia especial, como si estuvieran en movimiento, y la Omega más bien semeja una lira.

Esa similitud que se aprecia en los crismones de las iglesias de San Juan y de San Pedro, no se da en la de San Miguel Arcángel, la cual también tiene dos, pero colocados en la misma fachada. En la foto 2 hemos podido ver el que muestra el Pantocrátor. En la fotografía superior izquierda vemos el otro crismón existente en el templo. Situado en su quinta arquivolta, y descentrado respecto de su simetría (parece que la fachada románica fue recompuesta con elementos de dos portadas anteriores), el crismón aparece sostenido por un ángel de medio cuerpo flotando sobre nubes, el cual mira al espectador. El travesaño de la cruz completa una rueda de ocho radios que se abren en forma cóncava al establecer contacto con el anillo. En el centro lleva una rosa de ocho pétalos, y en el vano de la P aparece otra cruz. Tanto el anillo como sus radios y letras son anchos, pero no uniformes, y parece que llevan en el centro de los trazos un rebaje que en la S y la Omega se hace muy evidente. Este crismón es el más dinámico y agraciado de cuantos conozco.

El de la fotografía superior derecha corresponde a la puerta principal del monasterio de Irache (tiene otro en la puerta norte), y lo expongo por su proximidad a Estella y por la estrecha relación que desde el origen de la ciudad ha habido entre ella y el monasterio. En él también podemos ver una representación humana: debajo del círculo aparece un antebrazo cubierto con doble prenda de vestir, cuyos pliegues se aprecian con claridad, y cuya mano, con tres dedos alzados, está en actitud de bendecir. En este crismón, el anillo está tachonado por gemas con forma de medias bolas.

He dejado, casi para el final, los dos crismones más extraños de Estella, y que más se apartan del modelo habitual. A la izquierda, en la clave de una de las arquivoltas de la fachada gótica de la iglesia del Santo Sepulcro vemos un ángel portando un crismón como si fuera un emblema heráldico. En una cartela ligeramente rectangular y tetralobulada, los extremos de la X adoptan formas triangulares, el palo de la P desciende estilizado, y las letras Alfa y Omega no están unidas a la X. El contorno de la cartela forma un acusado y biselado relieve, y el crismón, cosa no habitual, está rehundido, como tallado a buril.

El crismón de la derecha, procedente del templo románico original, e incrustado en la fachada barroca de la iglesia de Santa María Jus del Castillo, carece de cruz central, la del vano de la P semeja una cruz templaria, y la X forma una especie de doble S, o silla de tijera, cuyos extremos inferiores se unen en forma de bucle, y al no llegar al anillo sus extremos superiores hace que desaparezca la tradicional división en sectores circulares. A excepción del anillo, todas las líneas llevan en el centro un surco hendido.

Si la primera fotografía reproduce el crismón que se ha tenido por modelo a partir del cual se extendió por Europa, en la fotografía superior se reproduce el del Hospital de San Lázaro de Estella, el cual se conserva en el Museo de Navarra. En este crismón, de grandes dimensiones (la piedra tiene126 x 72 centímetros, el diámetro interior del anillo es de 50 centímetros, y el anillo tiene una anchura de 6 cm.), el extremo inferior de la P forma una L que representa a Lázaro, al cual estaba dedicado el hospital del que procede (de éste hospital quedó el recuerdo de una capilla que, modificado su aspecto y reconvertida en almacén de nulo valor artístico, fue derribada durante los primeros días de julio de 2004). Una imperceptible hendidura recorre todos sus trazos, el doble anillo de la rueda está profundamente acanalado, y es el ejemplar navarro de más categoría, mejor conservado y de ejecución más perfecta. Junto al monograma puede leerse "IN DEI NOMINE AMEN: GARCIA REX DEDIR ISTAN VINEAN PRO SUA ANIMA", y sobre el lado izquierdo tiene grabado un texto abreviado que se lee como "AD SANCTUS MICHAELEM ARCHANGELUM". Además, sobre el anillo exterior lleva inscrito el nombre de su artífice: "IN NOMINE PATRIS ET FILII ET SPIRITUS SANCTI: AMEN ALDEBERTUS ME FECIT" Esta circunstancia es muy singular, ya que junto con Aldebertus, sólo otros dos artífices medievales dejaron en Navarra constancia de su nombre (el Maestro Esteban, en Pamplona y Santiago, y Leodegarius en Sangüesa).

Nota: mi agradecimiento al profesor Ángel de Miguel, quien me descubrió la existencia de los crismones y me ayudó en su conocimiento.



Para profundizar en el tema:
"El Crismón Románico en Navarra", del padre Domingo Iturgáiz, ISBN 84-89590-49-4
"SUMMA ARTIS"tomos III, VII, VIII y IX
"Los Santos Imposibles", de Juan G. Atienza, ISBN 84-270-1311-6
"El Misterio de Compostela" de Louis Charpentier, ISBN 84-01-31048-2
www.claustro.com de Juan Antonio Olañeta,
Obras y autores a los que debo gran parte de los datos.

Estella, julio de 2004.

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© Javier Hermoso de Mendoza