Castillos de Estella:

Lizarrara, Castillo Mayor, Zalatambor, Belmecher y La Atalaya (y III)

Después de tratar sobre los castillos de Estella y sus características, relataré algunos hechos de los que fueron testigos. Las fotografías muestran lo poco que se conserva de la murallas de la ciudad.



Puerta de San Nicolás o de Castilla, del XVI, única que queda en pie. Se cree que fue construida con motivo de la visita de Felipe II.

Mediante el tratado de Carrión (1140), el rey de Castilla y León, Alfonso VII, y Ramón Berenguer IV, conde de Barcelona y gobernador de Aragón, se propusieron el reparto de Navarra, acordando que Estella y su comarca pasaran a Castilla. Pretensión castellana que permaneció viva hasta finales del siglo XV.

Alfonso, receloso de que dos terceras partes de Navarra se incorporaran a Aragón, desistió tras acordar que la infanta Blanca se desposara con su primogénito.

Once años después, Alfonso y Ramón volvieron a acordar el reparto de Navarra, pero las excesivas pretensiones del conde catalán rompieron el acuerdo, y Blanca casó con el infante castellano, que tras el fallecimiento de su padre fue nombrado rey de Castilla con el nombre de Sancho III el Deseado.



Interior de la misma puerta. Fotografía tomada al paso de un rebaño de ovejas. En el arco tiene una tabla con un crucificado (Cristo de Agonía) de factura popular. 

Su nieto Alfonso VIII, y el rey Pedro de Aragón, el año 1200 invadieron Navarra aprovechando la ausencia de su rey, Sancho el Fuerte, desplazado a Sevilla para pedir auxilio almohade.

Tras conquistar la zona de Sangüesa y Roncesvalles, Álava y Guipúzcoa, Alfonso VIII se apropió de más de veinte castillos y fortalezas navarras, «y creído que (...) no había de encontrarse con seria resistencia -dice Altadill-, intentó apoderarse de Estella; apenas hecho acto de presencia (...), pudo darse cuenta de su error, pidió refuerzos, y estableció un formal asedio; los de Estella (...) no solo opusieron tenaz resistencia (...), sino que con salidas frecuentes rompieron el cerco y originaron grandes estragos en las filas de los derrotados» castellanos, que levantaron el cerco.

Y dice el historiador aragonés Abarca: «la heroica resistencia de los habitantes de Estella fueron las causas por las que el rey Sancho (VII el Fuerte) no perdió la mayor parte de su reino»



En esta fotografía de la puerta de La Gallarda, tomada por Julio Altadill poco antes de su demolición (1906), bajo el arco de la puerta aparecen, junto a Vidal Diez, ingeniero militar que dirigió su derribo, los abogados estelleses Emiliano Zorrilla y Victoriano Lacarra, tocados ambos con sombrero canotier (desconozco el nombre del resto de las personas). El rebajado arco interno permitía la circulación por el adarve, a imitación de las puertas de San Vicente y del Alcázar de Ávila. Al otro lado de la puerta se aprecia la caseta de cobro de arbitrios y, al fondo, la esquina de la torre de la iglesia de Lizarra.

En 1206, los reyes de Castilla y de León, persiguiendo a Diego López de Haro, Señor de Vizcaya, pusieron sitio a Estella.

Nos lo cuenta el arzobispo de Toledo Rodrigo Ximénez de Rada en De rebus Hispanie gentis: «y habiendo los reyes de Castilla y de León puesto sitio a Estella, pueblo nobilísimo, D. Diego López, Señor de Vizcaya, que se hallaba dentro del lugar con algunos nobles, se resistía con sus habitantes en los asaltos; y entre las viñas sucediéronse varios encuentros y muertes; pero porque el pueblo con su gran fortaleza quebrantaba las filas de los sitiadores minorando su número y alejando las esperanzas de su conquista, levantaron los reyes el sitio, quemando y arruinando todas las campiñas y comarca, con gran daño de sus vecinos, volviéndose a sus reinos».

Este fracaso -reconocieron los atacantes- marcó el límite al que podían llegar las armas castellanas.


 
Otra fotografía de la misma puerta. La Comisión de Monumentos de Navarra la consideró de la época de Sancho el Sabio. En 1886, Pedro de Madrazo la describía así: «... Este portal, que tomó el nombre de una ermita construida en su parte superior bajo la advocación de la Virgen de la Gallarda, formó parte de la antigua fortificación de Estella: es una puerta como tantas otras de los siglos XI y XII, sin particularidad notable, pero de imponente aspecto por la robustez de los dos torreones cuadrangulares que la flanquean presentándose al espectador no de plano, sino por arista. El arco que la forma es de medio punto y de una inmensa elevación por la parte que mira a la ciudad, y casi adintelado en la que da al campo...». Esta descripción es paradójica, pues la situación de los arcos no se ajusta a lo que vemos en la fotografía. Respecto a la Virgen, la mención más antigua es de 1733: «es abogada de tercianas (...) está sobre el portal y se celebra misa». En 1868 se dice «nicho de la Virgen de la Gallarda». Jacinto Clavería cuenta que en 1940 «no se recuerda en la ciudad ni siquiera el título». Yo creo que tal ermita no existió, y la imagen ocuparía un lugar parecido al del Cristo de la Agonía en la puerta de Castilla. En la fotografía, tomada hacia 1880, se aprecia la torre de la iglesia de San Pedro de Lizarra, llamada "La Gallarda", de la que tomó nombre la puerta.

Buscando una paz duradera con Castilla, Teobaldo I propuso a Fernando III la boda de su hija Blanca con el futuro Alfonso X el Sabio, llegándose al siguiente acuerdo: Alfonso heredaría Navarra, quedando para otros hijos del champañés sus condados franceses; si Teobaldo moría sin descendencia, Blanca heredaría el reino y los condados; si Alfonso fallecía antes de contraer matrimonio, Blanca se casaría con el hermano del difunto; si Blanca moría antes de casar, el acuerdo valdría para otras posibles hijas de Teobaldo; y sólo si Blanca moría sin descendencia Navarra pasaría a los herederos del champañés.

En la dote de Blanca figuraban, entre otros, los castillos de Inzura, Estella, Los Arcos, Marañón y Buradón, todos ellos en la merindad de Estella. Pero este acuerdo contradecía las leyes navarras, y cuando Teobaldo consideró consolidado el trono, lo olvidó y casó a Blanca con el hijo del conde de Bretaña, a quien también prometió la sucesión al trono navarro, lo que quedó sin efecto al nacer su heredero (Teobaldo II). El rey de Castilla, ofendido, juró pasar a sangre y fuego a todo el reino de Navarra.



Este plano de la construcción del cuartel militar nos indica la  planta y situación de La Gallarda. A partir de la descripción de Francisco de Eguía («...la ciudad de Estella está toda ella rodeada de fuertes muros y baluartes gruesísimos de piedra de sillería, con profundos fosos dilatados...») se da por hecho que toda la ciudad estaba rodeada de murallas. Dudo que así fuera. Tengamos en cuenta que sólo se han conservado restos de muralla en los burgos de San Martín y San Miguel. Si la población de Lizarra (la que menor desarrollo ha tenido a lo largo de la historia) hubiera estado protegida por murallas, algún resto se hubiera conservado. Tampoco afloraron restos cuando las escaleras del Bell-viste a Recoletas cortaron la supuesta muralla. Por otra parte, esta zona de Lizarra era en el siglo XV la más vulnerable, y por ella entraron las fuerzas castellano-beaumontesas que en 1512 conquistaron Estella.

En agosto de 1254, Jaime I el Conquistador, rey de Aragón y custodio de Navarra por ausencia de Teobaldo II, se entrevistó en Estella con Diego López de Haro III, Señor de Vizcaya y alférez real de Castilla, que junto con otros castellanos había jurado vasallaje al rey aragonés.

Poco después, fallecido Diego, el infante Enrique quiso disputar el trono a su hermano Alfonso X, y, tras huir de Castilla, se presentó en Estella acompañado de Lope Díaz de Haro III (hijo de Diego) y un numeroso cortejo de caballeros. Rindieron vasallaje al rey de Aragón, y se juramentaron a hacer la guerra a sus enemigos.

Acuerdo que quedó sin efecto con la llegada de Teobaldo II, al que Luis IX de Francia, que negociaba la boda de su hija Blanca con un hijo de Alfonso X, había aconsejado que no hiciera guerra con Castilla. 



Fotografía de finales del XIX. En primer término, formado por dos volúmenes, la desaparecida harinera La Industrial Fernández. Tras ella, en el ángulo, un edificio con una estrecha abertura trapezoidal. Es la puerta de Santiago, formada por un túnel abierto en la roca. Sobre ella, una ermita con espadaña y troneras, de la que en 1782 decía el vicario de San Juan:  «...que tal ermita se hallaba profanada muchas veces y que servía de habitación y asilo de delincuentes, concurriendo en ella bullas de hombres y mujeres y poniendo en ella camas para dormir (...). Ha estado cerrada hasta el presente, en que según tengo noticia, piensan los cofrades de la cofradía de Santiago trasladar aquella, que está fundada en el convento de San Benito, a la dicha ermita de Sta. Ana, a la que apellidan con en título de Santiago y Santa Ana". Fue derribada en 1905 por amenazar ruina, pasando la imagen de Sta. Ana a Recoletas, y la campanilla a Santa Ana. Uno o dos años después, con motivo de la traída de aguas, el portal fue derruido, y del conjunto sólo queda un pequeño y ruinoso muro exterior en la cuesta de Recoletas.

En 1274, el infante Teobaldo, único hijo varón de Enrique I el Gordo, se soltó de los brazos de su cuidador, asomado a la galería del castillo, muriendo despeñado. Con su fallecimiento se extinguió la sucesión masculina de la dinastía de Champaña, dando paso a la unión de las coronas de Navarra y Francia.

García de Eugui, obispo de Bayona y confesor de Carlos III el Noble, lo relata así en su Chronica: «En vida deste rey don Enrich, don Tibalt su fijo era chico e su ayo teníalo en braços en la peynna del castillo mayor d'Estella e adelantólo en la peynna por tomar un esquirol e cayó el moçuelo de la peynna a juso, et el ayo lexóse caer faga del; et assi murieron los dos»



En primer plano, la iglesia de Santa María Jus del Castillo (Santa María debajo del Castillo). A la izquierda se ve lo que queda del muro y puerta  que por este lado cerraba la ciudad.

Al fallecer Enrique I el Gordo, y decidir la viuda casar a su heredera con un hijo del rey de Francia, se creó una compleja situación que dividió el reino en partidarios de Francia, a la que de facto fue incorporada Navarra, y de Castilla.

El obispo y la Navarrería pamplonesa pidieron apoyo castellano para oponerse a los francos de San Cernin y de San Nicolás, y al gobernador Eustaquio de Beaumarchais, hombre de gran talento, resolutivo y enérgico, llamado por los historiadores el Duguesclin de su tiempo, que entró en Navarra como elefante en cacharrería.

Senescal de Toulouse y hombre de confianza de Felipe III de Francia, al que había prestado juramento, Beaumarchais se presentó en Pamplona a finales de 1275. En enero del año siguiente, en nombre de la reina Juana, de cuatro años de edad y prometida del delfín de Francia, juró los Fueros en Estella, recibiendo el homenaje de los nobles y las buenas villas.



La puerta que hemos visto en la foto anterior es un acceso que no corresponde al cerco del castillo, sino al de la ciudad, como se aprecia por los mechinales donde ajustaba el cierre.

Las fuerzas castellanas se establecieron en Estella, pero regresaron a su tierra tras destacar una avanzadilla a la sierra del Perdón y observar cómo Beaumarchais, que se había refugiado en los burgos pamploneses, fue liberado por un potente ejército francés.

Las fuerzas galas le ayudaron a someter a los navarros, redujeron a escombros la Navarrería pamplonesa, y arruinaron la catedral románica, que décadas después fue reconstruida en forma gótica.

Sometida Pamplona, puso sitio a Estella, que plantó encarnizada resistencia antes de capitular. El acuerdo no se respetó, la ciudad fue saqueada, y sus habitantes sometidos a tormento.

A partir de ese momento Navarra se convirtió, de facto, en un apéndice de la monarquía francesa, y Beaumarchais, temeroso de la amenaza castellana, reforzó las defensas navarras y construyó el castillo de Belmecher (a él debe el nombre), por lo que no está claro si su construcción responde sólo a una necesidad defensiva, al deseo de proteger el Borc Nuel (Burgo Nuevo) que se había levantado en torno a la iglesia del Santo Sepulcro, a dar seguridad a la segunda judería de Estella, que estaba un tanto desprotegida, a adaptarse a las nuevas capacidades ofensivas, o, quizá, a todos esos motivos.



A principios del siglo XX, cuando la ciudad se quiso adaptar al automóvil, se derribó la puerta de San Agustín, en la salida hacia Pamplona. Este resto de la torre de La Rocheta es la muralla más próxima a la citada puerta, que por Cordeleros continúa hasta la desaparecida torre de los Zapateros.

Sebastián Iribarren (Apuntes sobre la historia antigua de Estella) nos dice que «Enrique II de Castilla se alió con Francia, reunió un ejercito de cuatro mil caballos  y crecidos escuadrones de infantería y tropas de gente noble de Castilla, y poniendo al frente a su hijo don Juan penetró por tierra de Navarra.

Asolando los campos (...), presentose el Infante (en Estella) el invierno de 1378, tomando algunas alturas que rodean a la población. Impacientes los sitiados al ver la calma con que preparaban el asedio, salieron destruyendo sus obras y haciendo sensibles bajas, no dejándoles un momento de reposo. Lleno de ira el Infante, (...) mandó talar todos los campos y echar abajo cuantas casas y palacios había en las afueras...», y levantó el asedio.

«Agradecido el Rey del heroísmo de sus estelleses, que solos habían sostenido el honor de su corona..., concedió un extenso privilegio, eximiéndoles, entre otras cargas, del tributo de peaje, pontaje, peso, barcaje y lezas por todo su reino».

Esta referencia a las «casas y palacios que había en las afueras», me recuerda a los cigarrales de la ciudad de Toledo.



Vista de Cordeleros, donde acampaban los gitanos nómadas, y cerco de la muralla entre las torres de la Rocheta y de los Zapateros. Su paramento exterior de sillares bien escuadrados fue  utilizado para levantar la plaza de toros de El Majo. Donde asoma el camino estaba la puerta de San Lorenzo. Foto cortesía de Domingo Llauró.

El tratado de Briones (1378), que puso fin a las empresas bélicas de Carlos II el Malo, dictaminó, entre otras medidas, que a Castilla se le entregara en rehenes las fortalezas de Tudela y San Vicente de la Sonsierra.

Además, quince fortalezas de la merindad quedarían en poder de Castilla durante 10 años, y el castillo de Estella pasó al cargo de Remiro Sánchez de Arellano, previa su desnaturalización de fidelidad al monarca navarro.

Todas fueron devueltas en 1386, excepto los castillos de Estella, Tudela y San Vicente, que quedaron en manos castellanas hasta que en 1387 falleció Carlos II.



La puerta de Lizarra (?), derribada en fecha que desconozco,  estaba situada junto al muñón que vemos a la derecha de la fotografía. A partir de este punto, donde terminaba el burgo de San Miguel, la muralla no continuaba hacia Lizarra, barrio que, en mi opinión, nunca contó con un cerca que lo protegiera (la existencia de las puertas de San Pol y La Gallarda no implica que estuvieran unidas por muralla, y aún menos que esta subiera hasta El Puy). Al fondo, la torre de los Zapateros.

Dice Sebastián Iribarren, que en 1451 «Estella era cuartel general del bando agramontés, a donde se había retirado la reina Juana Enríquez, (madre de Fernando el Católico, había recibido el encargo de gobernar Navarra, excluyendo al Príncipe de Viana, al que profesaba un grandísimo odio), segunda esposa del rey de Navarra, por lugar más seguro para su defensa.

El príncipe Carlos de Viana, al frente de sus partidarios, a los que se agregaron fuerzas de Castilla, (...) pusieron sitio a Estella, estrechando el cerco a fin de apoderarse de la Reina. (...). Los estelleses, que habían jurado defender a la Reina, aguantaron los continuos asaltos de los sitiadores».

En su ayuda acudió Juan II, pero viéndose en inferioridad de condiciones regresó a Zaragoza en busca de refuerzos. Esta retirada fue malinterpretada por Carlos de Viana, que levantó el sitio.

Cuando Juan II regresó con refuerzos, hizo prisionero a su hijo Carlos, que en el presidio se enteró del nacimiento de su hermanastro Fernando (el Católico). Nacimiento que tuvo lugar en Sos, a donde desde Sangüesa fue llevada en andas Juana Enríquez para que su hijo no naciera en Navarra.



Torre donde acababan las murrallas de San Miguel, y donde  la cerca gira en ángulo de 90 grados. Le falta el paramento exterior, mostrando sus tripas de tapial. A la izquierda se puede ver una tronera.

Luis XI de Francia, aliado del rey Enrique de Castilla, al que los catalanes habían proclamado rey del principado, facilitó a Juan II de Aragón y Navarra un ejército para someter a la rebelde Cataluña.

Para resolver esta contradictoria situación, Juan y Enrique decidieron someterse al arbitrio del francés. Éste, sabiendo que el rey navarro-aragonés no podía oponerse a su arbitraje hasta solucionar el problema catalán, dicto en Bayona una sentencia (1463) que fue aceptada por las partes.

Básicamente, consistía en que el castellano retiraría sus tropas, renunciando a Cataluña, cuyos habitantes volverían a la obediencia aragonesa, y serían perdonados. En contrapartida, el rey navarro entregaría a Castilla la merindad de Estella, una cantidad de dinero en monedas de oro, perdonaría a los navarros partidarios del Príncipe de Viana y del rey castellano, les devolvería los bienes secuestrados, y la reina Juana Enríquez quedaría en garantía, confinada en la villa de Larraga, que junto con las de Laguardia, Los Arcos y San Vicente de la Sonsierra eran rehenes de Castilla desde 1430.

Los Arcos -y las villas de su entorno- aceptó su entrega, pero Estella lo rechazó, y con mosén Pierres de Peralta al frente impidió su anexión. San Vicente de la Sonsierra, Laguardia, Labastida y todo lo que hoy conforma la Rioja alavesa ya no retornaron a Navarra, y Los Arcos y su partido estuvieron en poder de Castilla hasta 1753, en que se reincorporaron a Navarra.



Parte interior de la torre, que erroneamente se denomina de los Zapateros, con sus tripas de tapial y aglomerado de grava al aire. A pesar de haber perdido gran parte de su paramento exterior, la muralla no ofrecía peligro.

Yánguas y Miranda ("Diccionario de Antigüedades del reino de Navarra") dice que cuando Enrique IV de Castilla «se presentó con su ejército para tomar posesión de Estella y su merindad. El pueblo, y Mosén Pierres de Peralta, lo resistieron, y el rey de Castilla se vio en la precisión de desistir de su intento después de haber destruido los campos, con lo cual se conservó para Navarra aquel país excepto los pueblos de Los Arcos y su partido, que no pudieron resistir.

La princesa Doña Leonor, en consideración a esto, (...) concedió a Estella un mercado franco de toda imposición el día jueves de cada semana», y la eximió a perpetuidad del impuesto de la alcabala sobre el pan.



No ofreciendo peligro, y habiéndose habilitado en su base una plataforma ajardinada que impide llegar a la muralla, no se comprende que el Ayuntamiento se haya dedicado a estropearla revistiéndola con un zócalo de hormigón. Tampoco se comprende que el pasado 21 de diciembre de 2010, la Alcaldesa y el concejal de Industria se fotografiaran orgullosos ante la gran chapuza. En lo sucesivo, sería deseable que dejaran de "proteger" nuestro patrimonio de manera tan falaz, y  buscaran un asesoramiento más competente y respetuoso con los vestigios de nuestra historia.

Como reconocimiento a su labor, mosén Pierres de Peralta recibió un solar frente a la iglesia del Santo Sepulcro, donde se hizo una casa-palacio que tomó el nombre de Alcaicería, recibiendo del rey el nombre de honor y el privilegio de que ningún malhechor que se refugiase en ella, por grave que fuera el delito, pudiera ser perseguido hasta el tercer día.

De este palacio, Gustavo de Maeztu dijo (revista Pregón de 1945) «que a juzgar por su perímetro que aún conserva, frente a la iglesia del Santo Sepulcro, debía de preocupar por su grandeza a la propia fortaleza de la ciudad».



Frente al Santo Sepulcro, en lo que llamamos "torreón fluvial", vemos esta curiosa ménsula. Por esta zona estaba la casa de los baños reales, y también el palacio que construyó mosén Pierres de Peralta, que posteriormente perteneció a los condes de Lerín ¿Procede de una de esas construcciones?

Para alejar la posibilidad de que la princesa Leonor de Navarra accediera al trono, su hermano Carlos de Viana se ofreció en matrimonio a Magdalena, hermana del rey de Francia.

Pero, fallecido Carlos, Magdalena contrajo nupcias con Gastón, hijo del conde de Foix y de Leonor de Navarra, al que asignaron en herencia el patrimonio de sus padres, en el que entraba Navarra, en el supuesto de muerte o renuncia de la legítima heredera, la princesa Blanca.

Ésta, conducida a Francia contra su voluntad, dejó heredero a su exmarido, Enrique IV de Castilla, en el supuesto de que falleciera sin descendencia, como sucedió al ser envenenada (1464) por orden de su hermana Leonor.



Las hiedras cubren el "torreón fluvial". A principios del siglo XX, antes de llegar al torreón se veía ese curioso arco. Hasta hace poco, del arco para abajo, toda esa zona estuvo ocupada por la fábrica de curtidos Hijos de Silvio Ruiz de Alda, solar que hace unos veinte años fue convertido en parque.

A mediados de 1478, como un episodio más de la guerra civil que vivía Navarra, el conde de Lerín y el merino de Estella, Pero Lope de Baquedano, que como otros muchos partidarios de los Beaumont había sido despojado de sus propiedades por la infanta Leonor, llegaron a ofrecer la fortaleza de Estella al rey de Castilla.

Desalojados del castillo por los agramonteses, lo volvieron a ocupar en 1484, pero no entraron en la ciudad por haber llegado tarde los refuerzos castellanos.

No obstante su enfrentamiento, ni agramonteses ni beaumonteses eran partidarios del matrimonio de Catalina de Navarra (hija de Magdalena de Francia, regente de Navarra) con Juan de Albret, mostrándose favorables a su matrimonio con el infante Juan de Castilla, lo que hubiera supuesto la reconciliación de ambos bandos, y es posible que la conquista (1512) y anexión de Navarra a Castilla no se hubiera producido.



Desde la torre de los Zapateros, la muralla descendía, a través de la Casa de la Misericordia (su gran fachada seguía dos planos distintos, indicando por dónde pasaba la muralla),  buscando la iglesia de San Miguel. Las escaleras de acceso al templo cortaron un cubo de la muralla, como se aprecia en las  fotografías.

Nos lo cuenta Iribarren, recogiendo de Eguía el relato: «El merino de Estella, D. Lope de Baquedano, ambicionaba hacia tiempo el gobierno del castillo, que tenía en su poder Mosén Pierres de Peralta. Pese a tener partidarios en la villa, y convencido de que por la fuerza sería imposible hacerse dueño de él, se valió de la astucia: se llegó al castillo pidiendo protección para su persona y sus bienes, alegando que ciertos sujetos trataban de hacerle molestia. El gobernador del castillo dio crédito a la fingida historia recibiéndolo y hospedándolo en lo más fuerte de él.

Lope, que había introducido (...) unas escalas (...), treparon por ellas soldados y adheridos, con los que se apoderó del mismo; y haciéndose fuerte en él, desterró de la ciudad al gobernador (...) junto con el mariscal D. Pedro y su esposa».



Detrás de los edificios derribados al restaurar la iglesia de San Miguel, se veía esta curiosa poterna ¿de la muralla?

Dueño Lope del castillo -dice Francisco de Eguía-, introdujo a sus partidarios e hizo en la ciudad prisioneros. Mediaron varias personas, se sometió Lope al rey, y aceptó entregarlo.

Cuando el rey, que se encontraba en Zaragoza, llegó a Estella para tomar posesión del castillo, Lope cambió de opinión y se alzó arrastrando a varios alcaides.

Después de varias avenencias y alzamientos, Lope fue apresado por la gente de Leonor, que lo puso en libertad a cambio de la entrega del castillo. Pero una vez en él, se hizo fuerte, resistió varios asaltos, y trajo gente de Castilla que hicieron secuestros y saquearon parte de la ciudad.

No contento con ello, se apoderó de Belmecher, que entregó al conde de Lerín, y junto con todas las fortalezas de Tierra Estella se levantó contra el rey.



La iglesia de San Miguel formaba parte del recinto defensivo del burgo de su nombre. Sus muros estaban rematados por almenas y aspilleras. En 1512, en esta iglesia-fortaleza se hizo fuerte la familia Eguía, partidaria de Fernando el Católico. Una vez conquistada Navarra, en 1521, las almenas y elementos defensivos de esta iglesia, y de la de San Pedro de Larrúa, fueron derruidas.

Alzado estuvo Lope muchos años, hasta que volviendo de intrigar en Castilla, la gente del castillo no le abrió la puerta. Avisados los reyes, se hicieron cargo de él y lo entregaron a Fernando de Urra, que nombraron merino.

Lope siguió maquinando, alcanzó la libertad, y con apoyo interior escaló las murallas, hizo preso a Fernando de Urra, y lo ejecutó en la plaza del mercado.

Después de ofrecerlo sin éxito al rey de Castilla, abandonó el castillo, y acabó sus días en Francia, donde casó noble y ricamente. Pasado siglo y medio, sus sucesores pusieron pleito reclamando las propiedades de media Estella. 



En la parte superior izquierda del muro de la iglesia se aprecia una letrina, privada, o necesaria -de las tres formas se les denominaba-, por la que aliviaba sus necesidades la tropa que la defendía. Como todas las de su época, está formada por un saliente en el muro, a modo de buharda, garita o ladronera, con un agujero por el que caían las heces. En su interior tiene una tabla agujereada sobre la que colocaban las posaderas.

Carlos III, entregado a una vida de placer y lujo, dejó en abandono los castillos y fortalezas, por lo que cuando el Duque de Alba entró en Navarra (1512), la mayor parte de las defensas del reino se encontraban arruinadas o en estado muy precario.

Las de Laguardia, San Vicente de la Sonsierra, Los Arcos, Asa, Bernedo, Ferrera, Labraza, Toloño, Toro, Artajo, Marañón y Punicastro -todas, en la merindad de Estella- estaban en poder de Castilla desde 1460, o abandonadas a consecuencia de esa guerra.

Otras muchas eran propiedad de la nobleza, y sólo las «de Pamplona, Tudela, Estella, Viana, Sangüesa, Lumbier y San Juan de Pie de Puerto estaban en condiciones de hacer frente a los embates de la artillería» (Martinena).



En la parte que lo defendía de la población de San Juan, la muralla del burgo de San Miguel  acababa junto al río, en la plazoleta de La Ré. Estos restos de torreón aspillerado forman parte del palacete de los Ruiz de Alda.

En esta guerra, el castillo de Estella, que había soportado con éxito tantos asedios, por primera vez se rindió, y lo hizo ante los navarros partidarios de Fernando el Católico, apoyados por fuerzas castellanas en las que abundaban los vizcaínos, alaveses y guipuzcoanos.

Una vez conquistada Navarra, para afianzar el dominio castellano, evitar los gastos de mantenimiento y defensa, e impedir que las fuerzas leales a los Albret pudieran ocuparlos, unos veinticinco castillos de escaso valor militar fueron derruidos, y desmantelaron los elementos defensivos de las iglesias.



En la calleja de Rosas hay un curioso muro. No parece original, pues la colocación de  las piedras es posterior al pilar de ladrillo. Podrían ser sillares reutilizados de la desaparecida puerta de Los Llanos, cuyos restos fueron descubiertos, y precipitadamente ocultados, cuando en la plaza de San Francisco de Asís se colocaron los contenedores soterrados, como comenté en mi primer trabajo sobre Los Llanos.

Nos lo dice Martinena: «Como acertadamente escribió Boissonnade, no escapó a la penetración del rey Fernando que contar con un excesivo número de fortalezas era multiplicar los puntos vulnerables en un país recién sometido, debilitar con la dispersión de fuerzas las posibilidades de defensa; y por otra parte, dar pie a que nuevamente surgiesen banderizos poderosos con sus luchas y rivalidades y, sobre todo, ofrecer posibilidades de éxito a intentonas y sublevaciones que pudieran producirse en el futuro.

Puede decirse que los castillos derribados en 1512 resultaban ya más perjudiciales que útiles para la defensa del reino, al menos desde el punto de vista de su nuevo poseedor (...).

Da la impresión de que lo que se hizo en 1512, más que una demolición gratuita, fue un intento de racionalización de la estructura defensiva del reino. En síntesis, su propósito era el de mantener en pie únicamente aquellos castillos que tenían interés estratégico y cuya dotación armada podía cubrirse con los efectivos disponibles».



En el edificio donde estaba la capilla de San Martín (en ella se reunían los francos) existe un muro aspillerado que mira hacia el Este. ¿La Casa de San Martín estaba protegida por murallas? ¿La protegían de su propio burgo? El desconocimiento de este muro ha impedido que esas preguntas se hayan podido realizar y tengan respuesta.

Según Moret, en el año 1516, durante la regencia de Cisneros se derribó el castillo de Belmecher (lo que indica que no era el más importante de la ciudad) y se suprimieron los elementos defensivos de las iglesias de San Pedro de Larrúa y San Miguel.

Sólo quedaron en pie los castillos de Monreal, Lumbier, Tudela, confiados a caballeros beaumonteses, mientras que los de Pamplona, Estella, Sangüesa y Maya, de mayor valor estratégico, se pusieron al mando de castellanos y aragoneses, reforzando y reparando sus instalaciones. Pocos años después, a excepción de los de Pamplona y Estella, fueron derribados.

Cuando estuvo operativa la ciudadela de Pamplona, nuestro castillo dejó de tener importancia estratégica, y en 1572 fue minado y volado, cayendo parte de sus piedras sobre la iglesia de San Pedro de Larrúa, arruinando su nave central, el claustro, y ocasionando desperfectos que se valoraron en 1.000 ducados. A consecuencia de ello hubo de rebajarse la nave central, y dos de las alas del claustro románico desaparecieron para siempre.



Junto al puente de la Cárcel hay una muralla de piedras irregulares y toscamente labradas que se prolongaba hasta la puerta de la Tintura. Es anterior al puente,  y siempre pensé que era la muralla que defendía el primer asentamiento de francos. Por tanto, la primera muralla de la ciudad.

Derruido el castillo, la guarnición, en la que había soldados de 60 y 70 años, se trasladó a la ciudadela de Pamplona. El mismo destino tuvo la capilla, con sus ornamentos, censos y rentas.

El capellán del Puy, al verse privado de los 10 ducados anuales que recibía por las tres misas semanales que celebraba para las gentes de armas, puso pleito ante la Real Corte, logrando que se le retornaran los estipendios.

Los despojos del castillo fueron tasados en 5.000 ducados, pero como nadie ofreció más de 850, «la piedra de cantería, madera, yerro, clavazón, teja y cubaje» fue entregada (1575) a la marquesa de Cortes para que los empleara en la reparación de la capilla mayor y bóvedas de la iglesia de San Pedro Larrúa.  No es cierto, por tanto, que sus piedras sirvieran para levantar la ciudadela pamplonesa.



Con este cielo ardiendo, metáfora de la destrucción del Castillo Mayor, termino este trabajo, dividido en tres partes, sobre los castillos y murallas de Estella.

La piedra de los muros que parcialmente quedaron en pie, fueron poco a poco sustraídos y empleados en otras construcciones, como cité en mi trabajo sobre el palacio del Gobernador.

En vista de ello, el Fiscal y Patrimonial del reino interpusieron un pleito (1632) contra el cantero estellés Antonio Larrañaga, acusado de haber derruido parte de la muralla del castillo y tomado su piedra.

Ese fue el triste destino de un castillo que asombró a quienes lo conocieron, y en cuya recuperación no acertamos.

junio de 2011

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© Javier Hermoso de Mendoza