Camino de Santiago: uno o varios.

 

Camino de la Costa, Camino del Ebro y otros que se dicen “de” Santiago

Desde el siglo XI al menos, hay consenso en definir al “Camino Francés” (iter peregrinorun, via francigena o via francorum), como el “Camino de Santiago”. Estos últimos años están proliferando rutas como el “Camino del Ebro”, “Camino de la Plata”, “Camino de la Costa” y otros más, subdivididos en ocasiones en varios ramales, a los que sus promotores, divulgadores y agentes económicos con ellos relacionados llaman “Camino de Santiago de…” ¿Hay, en consecuencia, varios Caminos de Santiago? ¿Todos ellos tienen derecho a llamarse así? ¿Han sido reconocidos por el Consejo de Europa y la UNESCO? Intentaré iluminar este oscuro asunto (Este trabajo es, también, un reconocimiento, en su cincuenta aniversario, a la labor que desarrollaron los pioneros de la peregrinación en el siglo XX, y de tantas cosas más: los Amigos del Camino de Santiago de Estella, constituidos formalmente el 27 de marzo de 1962, e impulsores del Camino con la peregrinación que realizaron entre el 8 y el 29 de abril de 1963).



Algunas comunidades autónomas por las que nunca pasó el “Camino de Santiago”, lo ven un negocio del que quieren participar. En la foto, esperando la apertura del albergue municipal de Estella el 05-07-05.

«En el principio, fue el camino. El camino con minúscula, símbolo de todos los senderos europeos. Pero, sobre todo, El Camino con mayúscula, el que conduce a Santiago de Compostela», dice José Ángel García de Cortázar.

Desde que los Amigos del Camino de Santiago de Estella recuperaron la peregrinación en los años 60 (ver en esta Web Peregrinación a Santiago), el éxito del Camino es innegable: si en 1982 fueron poco más de 500 los peregrinos que salieron de Roncesvalles, el año 2011 fueron 52.389, incrementándose a lo largo del Camino hasta alcanzar los 183.366 en Santiago. De éstos, el 72,34% lo hicieron por el Camino Francés, el 12,03 por el Portugués, el 6,40 por el del Norte, 4,40 por la Vía de la Plata, el 3,02 por el Primitivo, el 1,48 por el Inglés y el 0,33 por otras rutas.

Si distintas fuentes han calculado que cada uno de los peregrinos gastó el pasado año una media diaria de 30 euros en albergues y comida, a los que hay que sumar lo gastado en el resto de la hostelería y el comercio, nos da una idea aproximada de su impacto económico. En consecuencia, el Camino de Santiago, además de un fenómeno cultural, religioso y social, se ha convertido en un fenómeno económico de cuyo pastel todas las comunidades quieren participar, sea cual sea su vinculación histórica con él.



Peregrinos, en las proximidades de Grañón (La Rioja), en febrero de 2011. En la “Historia Compostelana”, escrita hacia 1124 por Giraldo de Beauvais, se cita que el embajador del emir Ali ben Yusuf, yendo a visitar a la reina Urraca, al ver en el camino público una muchedumbre de peregrinos, preguntó: «¿Quién es ese personaje tan grande e ilustre, para que los cristianos se dirijan a él para hacer oración, desde detrás de los Pirineos y desde más lejos, que apenas dejan libre la calzada hacia Occidente?».

En el nº 1.734 del País Semanal (20-12-09), el periodista lo reflejaba con claridad: «Las peregrinaciones están de moda. Y son un negocio. Por eso no hay Ayuntamiento que se resista a la tentación de poner un Camino de Santiago en su término».

«Una cosa son los beneficios que disfruta el espíritu del peregrino –escribe Txema G. Crespo en El País el 12-03-10-  y otra el beneficio del bolsillo de quienes le atienden (…). El plan director de las dos rutas que recorren la comunidad autónoma (vasca), para las que se ha pedido el reconocimiento como Patrimonio Mundial de la UNESCO, busca impulsar estos aspectos (economía y cultura). Hacer del Camino de Santiago a su paso por Euskadi un referente de primer orden en el escenario cultural y turístico nacional e internacional».

Y el catedrático Agustín Ubieto Arteta, en el ciclo Cultural de Otoño que organiza la Real Maestranza de Zaragoza, decía (27-09-11) que todo el mundo quiere tener su ruta jacobea, pero la historia no puede contentar a todo el mundo: «Los peregrinos pasaban y viajaban por donde les ayudaban y no por otro sitio (…). Está constatado que (…) el Camino no pasaba por todos los sitios que dicen que iba».



Teodomiro, obispo de Iria Flavia, descubre la tumba de Santiago el año 820. Era el mausoleo de la familia hispano-romana de Atia Moeta (A LOS DIOSES MANES CONSAGRADO - ATIA MOETA POR TESTAMENTO HIZO PONER ESTE EPITAFIO AL SUEÑO ETERNO DE VIRIA MOETA SU PIADOSÍSIMA NIETA DE XVI AÑOS - Y SU PROPIO ENTERRAMIENTO PROVEYÓ, decía en su titulum), y en ella encontró un arca con los huesos del Apóstol.

Hagamos un poco de historia. La primera referencia a que un Apóstol –no dice cuál- predicó en España, es de Dídimo el Ciego (siglo IV), uno de los primeros historiadores de la Iglesia. De él lo recoge San Jerónimo, y, por primera vez en la historia, el Breviarium Apostolorum (c. 600) señala que fue Santiago quien predicó en nuestro país.

Unos cien años después, San Adelmo (Aldhelmo) de Malmesbury escribe que en España está la tumba de Santiago, que hace muchos milagros, y a la que va mucha gente. Pero hasta el año 820, aproximadamente, no hay evidencias de tal peregrinación.

Fecha que coincide con el descubrimiento del sepulcro del Apóstol por el ermitaño Pelayo o Paio, que vio cómo una lluvia de estrellas descendía sobre el monte Libredón. Avisado Teodomiro –obispo de Iria Flavia-, acudió al lugar, y tras ayunar tres días encontró lo que quedaba de un mausoleo hispanoromano en el que halló un arca de mármol que contenía unos restos que identificó como del Apóstol.

El hallazgo fue comunicado a la Corte, y Alfonso II (791-842) acudió al lugar con su séquito, se apoyó en la figura del Apóstol para ser ungido rey, propició el traslado de la sede episcopal de Iria Flavia a Compostela, y, junto con el obispo, a través de la inventio de Santiago sentó las bases del culto jacobeo, que «con dificultad se extiende y se acepta en el resto de España».



Santiago como peregrino, en La Légende Dorée, escrita entre 1261 y 1266 por Jacques de Vorágine. Francia y los países que habían formado parte del Imperio Carolingio fueron los primeros en los que cuajó el culto al apóstol, comenzando poco a poco un peregrinaje a Compostela, que alcanzó importancia a partir de que fuera patrocinado por los monjes de Cluny y el papa Calixto II, antiguo monje cluniacense, hasta el punto de que la peregrinación fue, principalmente, un fenómeno centroeuropeo.

«Estamos –nos cuenta José Mª Lacarra- ante un culto que tiene carácter local en el siglo IX, que se extiende rápidamente y con inusitadas repercusiones por la Cristiandad occidental, de donde muy temprano y sin interrupción empiezan a llegar peregrinos; en la Península Ibérica se presenta como un culto nacional, pero tiene una propagación más lenta, pues tropieza con las tradiciones eclesiásticas y los usos litúrgicos de las distintas zonas en que está fragmentada la cristiandad hispánica».

Así, en el siglo X los obispos catalanes se resisten a admitir la creencia de que Santiago hubiera predicado en España y aquí estuviera enterrado, y todavía en el XIII la Iglesia toledana afirmaba que la predicación de Santiago en España era un cuento de «ciertas monjas y viudas piadosas».

El propio papado, receloso de que la peregrinación jacobea restara afluencia y recursos económicos a Roma, ponía en duda la autenticidad de los restos de Santiago y se manifestaba contrario a que se estableciera una sede apostólica en Occidente. Oposición que se soslayó al atribuir a Carlomagno (hacia 1090) el descubrimiento del sepulcro, creando un corpus de leyendas y milagros como las que recoge el Codex Calixtinus, lo que convirtió el culto al Apóstol en «una manifestación más francesa que española».

«De Francia proceden las noticias más antiguas y también las más abundantes de peregrinos, y acogida la noticia en los martirologios franceses hacia 850-860, ellos serían el principal vehículo de difusión por toda la Cristiandad (…), popularizando su culto en toda la Europa occidental» (Lacarra).


La peregrina, a su entrada a Estella, sigue la flecha amarilla en junio de 2009. La “Partida” primera de Alfonso X el Sabio, lo recuerda de forma muy precisa: «Pelegrino tanto quiere decir como ome estraño, que va a visitar el Sepulcro Santo de Hierusalem e los otros Santos Logares en que nuestro Señor Jesu Christo nacio, bibio e tomo muerte e passion por los pecadores; o que andan peregrinaje a Santiago o a Sant Salvador de Oviedo o a otros logares de luenga e de estraña tierra».

El primer peregrino del que tenemos información sobre la ruta que siguió, es Gotescalco, obispo de Le Puy-en-Velay (927-962), que al frente de una gran comitiva de caballeros, eclesiásticos, heraldos, pajes, soldados y sirvientes con sus acémilas, los años 950 y 951 hizo el camino de ida y vuelta a Santiago por el Camino Francés.

En su peregrinación visita el monasterio de San Martín de Albelda (La Rioja), fundado por el rey navarro Sancho Garcés I el año 924, donde encarga la copia del libro de San Ildefonso sobre La perpetua virginidad de María Santísima, que recoge a su regreso, por lo que sabemos que el camino de ida y vuelta lo hizo por la misma ruta.

Su objetivo era llegar a Santiago para el 30 de diciembre, festividad del natalicio del Apóstol en la liturgia toledana. Día para el que llegaban la totalidad o la inmensa mayoría de los peregrinos.



Antiguo grabado de la procesión de peregrinos en Compostela. De Francia, Alemania, Suiza, Italia y otros países centroeuropeos, a partir del siglo XI comenzaron a llegar anualmente miles y miles de peregrinos.

En esta fecha invernal se evitaban las razzias o aceifas (expediciones de castigo) con que los musulmanes asolaban los reinos cristianos a finales de la primavera o en verano, pero dificultaba su difusión. Por eso, una vez organizado el culto sepulcral a Santiago, muerto Almanzor, y desaparecidas las aceifas, los reyes cristianos, deseosos de atraer a sus tierras la superior economía y cultura de Centro-Europa, y poblarlas con burgueses y artesanos de ese origen, adoptan la fiesta del 25 de julio en la que la liturgia romana celebraba la festividad de Santiago, lo que facilita la peregrinación por ser el verano la fecha más adecuada para viajar, y establecen a lo largo del Camino nuevas poblaciones, habitadas por francos, que dan servicio al creciente número de peregrinos, y, lideradas por la abadía de Cluny (creada a partir del 910, era la más importante de la cristiandad), se llena el Camino de monasterios y devociones ultrapirenaicas.

De esa manera, una peregrinación que tímidamente había comenzado a mediados del siglo X al conquistar el rey pamplonés Sancho Garcés I (905-925) Tierra Estella y el distrito de Nájera, abriendo y asegurando la ruta por La Rioja al reino leonés, adquiere su mayor fuerza a mediados del XII, para declinar a partir del siglo XIV a consecuencia de la Peste Negra (1348) y el Cisma de Occidente (1378-1417). Vuelve a debilitarse a partir de la Reforma Protestante (1517), y prácticamente desaparece con las guerras del XIX en España.



Mientras que la peregrinación se extendía por centroeuropa, la figura de Santiago se asociaba en España a la lucha contra los árabes (a su aparición se debe la victoria de Clavijo y alguna otra) y a la consolidación de los reinos cristianos de la Península. Lámina del Tubo B en la que vemos al Apóstol, como caballero medieval, luchando contra los moros.

En palabras de José Mª Lacarra, «El culto a Santiago en Compostela tuvo, desde sus comienzos, dos dimensiones diferentes: una, que podríamos calificar de francesa o europea, que fue la peregrinación; otra española o peninsular, que fue tomando forma a medida que avanzaba la Reconquista hasta convertirse en un verdadero culto nacional».

Así,  «desde los comienzos del siglo XI la peregrinación a Santiago ha entrado en la categoría de las peregrinaciones mayores, y un clima de peregrinación se propaga por todo el Occidente europeo». A partir de entonces «los dos grandes santuarios de la Cristiandad donde se veneraban tumbas de apóstoles –Roma y Compostela- aparecen enlazados por un camino público, que se ve recorrido por multitud de peregrinos, pues eran muchos los que hacían a la vez las dos peregrinaciones».

«¿A qué se debe el auge tomado por la peregrinación jacobea frente a las dos ya tradicionales? (Roma y Jerusalén). La respuesta no es fácil -señala Isidro G. Bango Torviso-. Desde luego, el apoyo incondicional de los monjes de Cluny y de un pontífice como Calixto II fue decisivo (…). Justamente coincide con una serie de circunstancias que dificultan el viaje a los otros dos santuarios. Roma se ha convertido en una ciudad donde priman los intereses políticos; en ella se enfrentan el Papa y el Emperador del mundo, en claro menoscabo de la espiritualidad. Jerusalén, después de los primeros éxitos de las tropas de los cruzados, ofrece demasiados riesgos a los cristianos occidentales…



La imagen de Santiago apoyando a los ejércitos cristianos, se trasladó a las Indias. En este antiguo grabado lo vemos ayudando a los españoles en su lucha contra los indios, que vemos representados trabajando como esclavos en las encomiendas.

Si hasta el siglo XI las grandes peregrinaciones eran algo excepcional, a partir de la centuria siguiente el viaje a lugares distantes se impone en importantes sectores de la población, especialmente a la sociedad urbana. Esto conlleva que el costo de la peregrinación tenga una importancia decisiva (…). En el siglo XIII, un flamenco gastaba tres veces más para ir a Palestina que a Galicia (…). Superadas las diferentes crisis del milenio, tenemos a un gran número de personas viajando por los caminos de Europa».

Incide en ello Georges Duby: «En mi opinión, si podemos considerar el desarrollo económico como factor capital del peregrinaje, es porque aflojó progresivamente la tenaza de todas las obligaciones que retenían al individuo prisionero del grupo (…). A partir del siglo XII, los movimientos conjugados de la demografía y de la economía hicieron esta sociedad cada vez más fluida, y la persona se liberó poco a poco de las empresas comunitarias».

«Desde mediados del siglo XI -dice Ángel J. Martín Duque- comienza a captarse en el reino pamplonés el tránsito de peregrinos como un fenómeno en cierto modo habitual y multitudinario, capaz de activar mecanismos asistenciales específicos».



Peregrina asiática en las proximidades de Puente la Reina en junio de 2010. Si en el siglo XII fue el Codex Calixtinus el encargado de difundir la peregrinación, en el siglo XX fueron obras como las del brasileño Paulo Coelho las causantes de que cada vez sean más los brasileños y coreanos que peregrinan a Compostela.

Y como señalaba A. Mackay, «cubriendo el norte de la Península, la ruta –denominada Camino francés- permitía que las influencias europeas penetrasen en España y, saltándose las barreras políticas, impuso una unidad entre las regiones, desde la frontera francesa hasta Galicia».

«Fue, ciertamente –nos dice J. Ignacio Ruiz de la Peña Solar-, uno de los grandes itinerarios de devoción de la Cristiandad occidental, pero fue también, y quizá en mayor medida, ruta comercial y política, vía de comunicación de ideas, mercancías y personas que no eran necesariamente peregrinos».

Es, por decirlo con palabras de Lacarra, «como la espina dorsal de los reinos cristianos, enlace con el exterior, vía comercial y vía militar a la vez (…). La breve referencia que al-Idrisi (en fecha coincidente al Codex Calixtinus) dedica a la gran vía de norte nos sitúa ante un itinerario comercial» que converge a Santiago, la más importante de las formaciones urbanas del noroeste peninsular.



En el Codex Calixtinus, escrito por Aymeric Picaud en el siglo XII,  no se menciona ningún camino distinto del “francés”, por la sencilla razón de que no había ningún otro camino de peregrinación a Santiago. El 5 de julio de 2011, el canónigo archivero de Santiago de Compostela se dio cuenta de que había sido robado.

Pero no hay Camino sin servicios. Como dice Jean Passini, «el largo itinerario (…) cruza muchísimos cursos de agua que había que vadear o bien pasar con la ayuda de un barquero, lo cual constituía una dificultad para el viajero. Es comprensible, pues, que tanto antes como después de la construcción de puentes en el siglo XI, se instalen muchas estructuras de acogida cerca de los ríos. En la vecindad de los monasterios se han desarrollado muchas aldeas ligadas al Camino de Santiago».

«Entre mediados del siglo XI y principios del XII –cuenta Gaultier Dalché - nace una nueva generación de ciudades. Son de un tipo desconocido hasta entonces: la función militar y la de residencia ocupan en su formación un puesto secundario. Se alinean a lo largo del Camino y (…) casi todas las que tuvieron cierta importancia se sitúan en el paso de un río (…). Las necesidades del paso fijaron las etapas de la peregrinación y las aglomeraciones».

A partir de ese momento el Camino de Santiago es «una arteria que comienza a organizarse como tal en el centro y sur de Francia, un área central de la cristiandad latina, y que, bien avanzada ya esa organización, entra en la Península para alcanzar un extremo de Occidente».



Considerando la peregrinación en su época de esplendor (hasta finales del siglo XIII), Camino de Santiago sólo puede considerarse, en España, el llamado Camino francés. En esos primeros siglos de peregrinación no existía ninguno de los otros caminos que se señalan en el mapa. Todos ellos son de creación moderna, como se demuestra en este trabajo.

Pero, «¿camino o caminos?», se pregunta José Ángel García de Cortázar.  «En definitiva, una elección. La mía ha sido “el” Camino, el que acaba cristalizando a mediados del siglo XII (…). Desde finales del siglo XI, en efecto, podemos hablar ya del Camino de Santiago. Al menos lo hacen los vecinos de Nájera, de Grañón, de Burgos, de Carrión al mencionar el “iter Sancti Iacobi” como referencia de sus propiedades, al erigir iglesias bajo la advocación del apóstol, al utilizar su nombre para bautizar los barrios, al construir puentes que faciliten el paso de los peregrinos, al edificar posadas y hospitales en que atender a los viajeros (…). Cincuenta años más tarde, un clérigo del Poitou (Aymeric Picaud) recogería esa realidad viva y levantaría el acta de la existencia indubitable del Camino».

«Hablar de “el” Camino para los siglos XI y XII, cuando entonces, como ocurre hoy podía haber tantos caminos como eventuales peregrinos –opina Fernando López Alsina-, sólo puede justificarse en la medida en que se intenten subrayar dos realidades: una intensidad más alta en el número de peregrinos que circulan por “el” Camino, en relación con otras posibles y eventuales vías menos frecuentadas, y (…) que a través de “el” Camino transitaba en los siglos XI y XII el componente esencial y definitorio de la peregrinación jacobea como fenómeno de masas».



Como sucede ahora, los peregrinos iban por los caminos que en cada época existían. Hasta el siglo XV o XVI no hubo ninguna vía paralela a la costa cantábrica, y los peregrinos iban por la calzada romana que comunicaba Burdeos con Astorga, con algunas pequeñas variantes que se citan en el texto. El hecho de que el Camino Francés coincida con la citada calzada -salvo las desviaciones señaladas-, indica que la práctica totalidad de la peregrinación medieval discurrió por ese camino. En el plano, las calzadas romanas. 

Ya tenemos a los peregrinos camino de Galicia. ¿Por dónde iban? La respuesta es de Perogrullo: por el camino. Y en el siglo XII y anteriores los únicos existentes eran los romanos, los que habían habilitado los árabes para comunicar Sevilla con sus dominios, y los de trashumancia, utilizados por los pastores para llevar su ganado de los pastos de invierno a verano y viceversa.

De todos ellos, los únicos que podían llevar al peregrino a Galicia eran los romanos, y, de éstos, la vía que comunicaba Burdeos con Astorga, prolongada por otras vías secundarias hasta Santiago.

Lo dice, entre otros muchos, Juan F. Utrilla Utrilla: «los principales itinerarios históricos quedaron trazados en época romana, y son los que han determinado los ejes nucleares del poblamiento actual».

También Isidro G. Bango Torviso: «Sí que existían caminos en aquella época, los que marcaban las vías romanas, las vías de comunicación que conectaban las distintas zonas internacionales. No hay más que pensar en que el Camino ha seguido una ruta romana que ha sido una carretera nacional hasta hace un poco».



Sólo existía una alternativa -muy poco frecuentada- al Camino Francés: la ruta marítima que comunicaba Inglaterra con Galicia, conocida actualmente como el Camino Inglés. El primer peregrino de esa nacionalidad del que se tiene noticia, Ansgot de Bruwell, de la ciudad de Lincolnshire, llegó a Santiago a finales del siglo XI. 

Esta calzada procedía de Burdeos, cruzaba los Pirineos por Roncesvalles, iba por Araquil a Vitoria, atravesaba Pancorbo, y entraba en la cuenca del Duero, recorriéndola hasta Astorga.

Tras la conquista por el rey Sancho Garcés I (905-925) del castillo de Monjardin y el distrito de Nájera, se abrió y aseguró la ruta que por La Rioja conducía el reino leonés, desviándose el Camino por Tierra Estella (hace años se le atribuía el desvío a su tataranieto Sancho el Mayor).

«Según el Silense –dice Fernando López Alsina-, antes del paso por la Rioja, los peregrinos se desviaban por Álava. La razón del desvío invocada por el cronista es el “timore barbárico”. Desde los años del príncipe Silo el núcleo astur tenía un contacto territorial directo con el occidente cristiano a través de Álava y evitaba los dominios musulmanes…

En cambio, desde la ocupación de La Rioja, es decir, desde el 924, lo que el Calixtino describe como camino de Santiago a través de la Rioja empieza a ser un itinerario interior en el seno de los reinos cristianos y, como tal, un camino relativamente a cubierto del “timore barbárico” (…). Tras la apertura y fijación geográfica de la nueva ruta hacia Compostela se abrió la puerta a la fijación mental. La gran arteria interior (…) acabará siendo conocida como camino “de Santiago”

».



Las cuatro rutas francesas, que avenaban todo el tráfico francés y centroeuropeo, entraban en la península por Roncesvalles y Somport. Eran la “Turonensis”, que con origen en París recibe el nombre de la ciudad de Tours; la “Lemovicensis”, con origen en Vézelay; la “Podiensis”, con origen en Le-Puy-en-Velay; y la Tolosana, que con origen en Arles debe su nombre a la ciudad de Toulouse.

En palabras del profesor Floristán Samanes, «avanzada la reconquista cristiana hasta el Ebro, Sancho el Mayor (fue su tatarabuelo Sancho Garcés I) decidió fomentar una vía hacia Santiago que trascurriese por latitudes más meridionales que la del corredor del Araquil, por tierras de mejor clima, agrícolamente más ricas, y más seguras. Que abandonase, en definitiva, el saltus peligroso, que andando el tiempo se convertiría en tierra de bandidos, y fuese por el ager mediterráneo».

Trayecto lógico una vez alejado el peligro islámico. Lo dice el ingeniero y constructor de puentes Javier Manterola: «una calzada va por el sitio más fácil, y el sitio más fácil desde Francia hasta el Ebro es coger lo que es el Camino».

A partir de Nájera se desvío por los Montes de Oca, de cuyas infraestructuras se encargaron Santo Domingo de la Calzada y San Juan de Ortega. Así, con otros pequeños cambios, si «en un primer momento la propia vía romana sirvió de soporte al peregrino (…), el corredor definitivo se consolida a partir de 1076», conformándose lo que desde entonces se ha llamado Camino Francés o Camino de Santiago.



Crucificado de Puente la Reina, con su cruz de “pata de oca”. Es, al parecer, de procedencia germana. Conozco otro (Cristo del Amparo) con el mismo tipo de cruz en la iglesia de Santa Mª del Camino de Carrión de los Condes.

El documento más fiable para saber por dónde iban las calzadas romanas es el Itinerario Antonino (Itinerarium Provinciarun Antonini Augusti), documento que se supone redactado en el siglo III, en el que aparecen las rutas del Imperio romano. «No son demasiadas las que quedan fuera del Itinerario –nos dice Isaac Moreno Gallo en su Web Traianvs- y si muchas las que se pretenden romanas sin serlo. La mayoría de éstas son simples caminos empedrados que o no comunican ciudades romanas o no tienen la continuidad suficiente para evidenciar tal cosa (…), y los miliarios brillan por su ausencia». Entre ellas, son dudosas algunas que llevan de la meseta a la costa, y es falsa la que modernamente se dice que iba paralela a la costa del Cantábrico.

Y aunque todos aceptamos la existencia de calzadas que comunicaban la vía Burdeos-Astorga con Cantabria, para ver la de la costa hay que analizar con profundidad el País Vasco, pues no cabe que el peregrino pueda ir por una vía que no tiene continuidad.

Lo reconoce Elena Barrena (Historia de las vías de comunicación en Guipúzcoa), de la que extraigo esta larga cita: «La presencia romana en Guipúzcoa viene apellidada por los autores como débil y referida al tema de las comunicaciones como raquítica (…). Las alusiones a Guipúzcoa en los primeros siglos medievales son muy escasas y no están ciertamente relacionadas con la temática caminera (…). La red viaria romana se convierte ahora en un elemento periférico (calzada Astorga-Burdeos)…



Peregrino entrando en Estella, mayo de 2005. Está fotografiado al pasar delante de la iglesia del Santo Sepulcro, en cuya fachada hay una monumental escultura gótica de Santiago peregrino.

Las primeras donaciones guipuzcoanas a monasterios del interior navarro y aragonés demuestran la existencia de dos vías de penetración desde Navarra: una traspasando la divisoria de aguas por el collado de Zárate -sube de Tolosa al valle navarro de Aráiz por Alegría y Alzo- (…). La segunda vía de entrada acometía las elevaciones de la sierra de Aralar…

Los autores entran de lleno en el trazado y la historiografía de los diferentes caminos de Santiago por Guipúzcoa. Y tras desbaratar muchas hipótesis anteriores concluyen: “En resumen, las advocaciones a Santiago vienen a remarcar las vías de comunicación que ya dibujan otros testimonios disponibles del siglo XI-XII, entre los que no se halla indicio suficiente para asentar una vía sobre el borde marítimo”».

La misma autora, en “Los Caminos medievales y sus precedentes romanos”, señala que es imposible «de disociar caminería y poblamiento», y continua: «Frente a la densa y estable ocupación del espacio gallego y los avatares del riojano, el guipuzcoano nos aparece como un escenario marginal y dominantemente pastoril (…), escasamente poblado por una sociedad de rasgos seminómadas hasta bien entrada la Edad Media. Las rutas de trashumancia que desde las Sierras de su zona meridional se dirigen hacia la franja litoral parecen ser secularmente las arterias principales de comunicación interior.



«Al llegar a lo alto del Pirineo –dice Lacarra-, el peregrino se arrodillaba y hacía su primera oración mirando a Santiago, a la vez que clavaba una cruz en recuerdo de Carlomagno (…); al entrar en Galicia cogía una piedra para hacer cal con destino a la basílica del Apóstol; poco antes de llegar a Santiago los peregrinos franceses realizaban un lavado ritual e higiénico en un arroyo del camino. Como recuerdo y símbolo de su viaje el peregrino lleva consigo una concha que prende de sus vestidos (…a la que se atribuía) virtudes milagrosas (…): “Se cuenta –dice el Liber Sancti Iacobi- que siempre que la melodía de la caracola de Santiago (…) resuena en los oídos de las gentes, se aumenta en ellas la devoción de la fe, se rechazan lejos todas las insidias del enemigos; el fragor de las granizadas, la agitación de las borrasca, el ímpetu de las tempestades se suavizan en truenos de fiesta; los soplos de los vientos se contienen saludable y moderadamente, las fuerzas del aire se abaten». En la foto, cruces que dejan los peregrinos en lo alto de Ibañeta (septiembre de 1993).

A largo plazo, el dominio romano tuvo una escasa y superficial incidencia en esos modos de vida indígena. No debe ser ajeno a ella su posición marginal en relación a la red romana de comunicaciones. Las tres vías de esta red (…) que atraviesan el espacio vascongado contornean por la periferia a ese ámbito pastoril guipuzcoano, sin que de ninguna de ellas conozcamos proyección alguna hacia el interior…

Atendiendo a la organización social y viaria de aquella época no cabe más que sumarse a la opinión de que “el supuesto de que antes del siglo XI los peregrinos entraran por Irún y siguiesen la costa, no lo encontramos aceptable (…). La posición destacada en la red viaria que se suele conceder al célebre camino costero sólo es concordante con el desarrollo de la dinámica económica y política que se inaugura en los años 1180-1200».

Julio Caro Baroja nos dice que «en la época del Imperio Romano (…) se hizo una explotación por vía marítima de la riqueza ferruginosa de Oyarzun (…). También se puede pensar que las mismas minas de Vizcaya, a las que alude Plinio (…), debieran tener, de alguna forma, expresión en el comercio marítimo con las Galias (…). Explicable, puesto que nuestra costa, en sus líneas geográficas fundamentales (…) nos pone en relación con los pueblos del norte directamente (…). Las tablas de Ptolomeo dan nombres de puertos y los hallazgos demuestran que ellos dieron lugar a una navegación de cabotaje, sobre todo hacia la costa de las Galias, y que exportaban minerales».



Peregrina descansando en el claustro de San Pedro de Larrúa de Estella en mayo de 2005. Al fondo se ve la tapa del sepulcro del obispo de Patras, peregrino a Santiago que al morir en Estella nos dejó la reliquia de San Andrés.

 «Los historiadores –señala Juan Plazaola- discuten sobre las causas de que la romanización en cuanto proceso de transculturación no tuviera en Vasconia la intensidad que tuvo en el resto de la Península, ni alcanzara la misma profundidad en las diversas comarcas vascas.

Este proceso no se inició hasta la segunda mitad del s. I a.C. Y se limitó prácticamente a la región meridional, a una zona situada exclusivamente al sur de una línea que desde Leire pasa por Lumbier, Pamplona y Araquil, y penetra en la llanada alavesa…

Quizá influyeran en esta diferenciación las características del medio geográfico, dada la conjunción de diversas circunstancias como una orografía agreste, un clima extremado, etc., que pudieron constituir especiales dificultades para la expansión romana en la zona noroeste de Vasconia…

Añádase la importancia que, a partir del s. I d.C., tuvo la “vía maris” en la romanización del litoral vasco (…). Una navegación de cabotaje debió de servir tanto para el traspaso de productos materiales como para el paso de corrientes culturales».



Si ahora el Camino es duro, en la Edad Media era mucho más: «El recorrido que hace el Camino francés (…) estaba erizado de dificultades de muy diverso tipo (…): atravesaba parajes desiertos con dificultades de aprovisionamiento, propicios al bandidaje, salvaba ríos, a veces de peligroso curso, cuyos puentes –cuando los había- custodiaban portazgueros poco escrupulosos, franqueaban montañas que hacían especialmente penoso el tránsito, incluso para las caballerías», nos dice J. Ignacio Ruiz de la Peña Solar (Foto en Santo Domingo de la Calzada, octubre de 2009).

En el siglo XII -nos dice Elena Barrena refiriéndose a Guipúzcoa-, «a las rutas trashumantes vienen a sumarse caminos (…) enlazando aldeas cercanas con la dirección dominante de Este a Oeste (…), que vienen a favorecer las relaciones entre Navarra y Guipúzcoa y que ahora se robustecen por donaciones a los monasterios navarros…

Igualmente, los (escasos) testimonios artísticos vienen a confirmar las rutas: 1) la procedente de Aralar, Ormáiztegui, Zumárraga, que es el camino del románico, lo mismo que la 2) Arlabán, Escoriaza, Mondragón con dirección a Aramayona (…). A través del prisma artístico es posible ver una gradación del sur al norte, como indicativo de la incorporación de la sociedad guipuzcoana al ritmo histórico navarro…

Hasta la fundación de las villas no existía una auténtica red caminera guipuzcoana. Con anterioridad al siglo de las villas llama la atención la escasa romanización y aun ésta discurrió por flancos periféricos a las tierras guipuzcoanas. Los romanos que viajaron por el territorio lo harían por los caminos autóctonos de origen pastoril».



Mientras existió el peligro de los árabes, apenas hubo peregrinación, y los pocos peregrinos que se aventuraban iban por el Camino francés, aprovechando la época en que no había razzias. A partir del año 1002, con la muerte de Almanzor, el peligro desapareció, y la peregrinación se trasladó a la primavera y el verano. El plano corresponde a esa fecha.

Como vemos, nada hay que pueda servir para el tránsito de peregrinos por una supuesta ruta costera; tampoco interior. Y atribuir esa ruta a que la presencia de los árabes hacía que el camino de la costa fuera más seguro, ninguna persona culta lo puede mantener sin sonrojo.

Sin despreciar el peligro que representaban las razzias a lo largo de las rutas terrestres, el litoral cantábrico sólo fue totalmente seguro a partir de que el año 1147 se conquistaran Lisboa y Almería. Hasta esa fecha se vio asolado por vikingos, piratas árabes y las flotas que éstos enviaban para oponerse al acoso normando, cuyas naves asolaron algunas poblaciones mediterráneas y atlánticas, llegando a entrar en Sevilla.

Recordemos -o cuenta Ibn Jaldun- que en el siglo IX los normandos llegaron al corazón de Navarra, donde «hicieron algaras contra los Baskunes, matando a muchos y haciendo prisionero a su emir García Íñiguez», que recobró la libertad tras pagar un rescate de 70.000 piezas de oro. También el Códice de Roda da noticia de su llegada.

En el año 844 sientan su base en Bayona, desde donde extienden su terror por el Cantábrico hasta que el año 1023 son echados de esa ciudad. En fechas parecidas, dependiendo de los reyes vikingos de Irlanda, se asientan en la ría de Guernica, donde permanecen largo tiempo y dan origen a la leyenda vasca que dice que el primer Señor de Vizcaya, Jaun Zuria (Señor Blanco o Rubio), fue producto del ayuntamiento de un vikingo y una vasca.

Hay constancia de ataques a Galicia el año 840 (desembarcaron en la Torre de Hércules creyendo que tal edificación debía corresponder a una gran ciudad). Entre los años 844 y 850 saquearon Gijón, Lisboa, Cádiz y Sevilla, y se documentan ataques en la costa cantábrica en los años 951, 958, 859 y 968. Penetrando en el interior, asesinaron a Sisnando, obispo de Santiago, y obligaron a trasladar al interior sedes obispales como la de San Martín de Mondoñedo.

                                                                                                                                                 

Los que defienden el camino de la costa, dicen que la presencia de los árabes en la península lo hacía menos peligroso. Es totalmente falso. Hasta el siglo XII la costa cantábrica estuvo despoblada por los ataques de los vikingos -o normandos- y los piratas árabes.

La presencia normanda despobló la costa: «Diversos factores entre los que habría que destacar tanto la inseguridad de los mares, por las continuas y devastadoras incursiones piráticas de los normandos, primero, y de los musulmanes después, hasta bien avanzada la duodécima centuria», hizo que la costa se despoblara y sus pobladores se desperdigaran por el interior.

«Todavía a mediados del siglo XII (…) era una costa sin ciudades» –dice J. Ignacio Ruiz de la Peña Solar-. Habrá que esperar al reinado de Alfonso VII (1126-1157) para que «toda esa dilatada orla costera (…) sea escenario de una programada y mantenida política regia de repoblación urbana».

En opinión de César González Minués, los «principales artífices (…) de la urbanización del territorio fueron Alfonso IX de León en el sector gallego y asturiano, y Alfonso VIII de Castilla en el sector cantabro y guipuzcoano (…). En la costa septentrional de Galicia la primera fundación se produjo hacia 1182». En el litoral asturiano se fundaron 27 polas o pueblas cuya cronología va de 1222 a 1421. En Cantabria «la urbanización de la costa (…) se extiende entre 1163 y 1210, en que fueron creadas Castro Urdiales, Santander, Laredo y San Vicente de la Barquera. A esta época corresponde también Santillana del Mar».

«En la Costa Vasca, hasta 1180 sólo se ha creado la villa de San Sebastián». Años después «Alfonso X encauza todo el tráfico mercantil del reino de Castilla hacia los puertos guipuzcoanos, jalonando el camino con una serie de nuevas fundaciones». «No extraña, por ello – dice José Ángel García de Cortázar -, que, en los seis primeros decenios del siglo XIII, creciera significativamente el número de aldeas elevadas a la categoría de villas y, sobre todo, que el emplazamiento de las nuevas pueblas tuviera que ver, directamente, o bien con la franja costera (Fuenterrabía, Zarauz, Motrico, Bermeo) o bien con las vías que comunicaban aquella con el interior del reino» (Mondragón, Tolosa, Segura, Salvatierra, Arceniega, Orduña). Y tan agradecida quedó Guipúzcoa a Alfonso VIII, que hasta hace pocos años lo ha lucido en su escudo.

Respecto a Vizcaya, hasta la fundación de Valmaseda (1199)  «la sociedad (…) es exclusivamente rural y de rasgos arcaizantes. A partir de este momento (…) el mapa del Señorío se cubrió con 21 villas (…). La primera fue Bermeo entre 1214 y 1236, Bilbao en 1300».



Coronación de Alfonso VIII de Castilla y Leonor de Inglaterra, en cuya dote se incluyó el ducado de Gascuña (Francia). Este monarca incorporó el año 1200 Álava y Guipúzcoa al reino castellano.

Esta decisión estratégica –nos dice César González Minués- tuvo como consecuencia que a partir de entonces «en Santander y norte de Burgos no se fundará ni una sola (villa), provocando así un estrangulamiento del tráfico mercantil montañés, y forzando al comercio castellano a orientarse hacia los puertos vascos».

En opinión de José Ángel García de Cortázar, la repoblación del País Vasco viene motivada por lo siguiente: «en 1170 el monarca Alfonso VIII casó con Leonor, hija de Enrique II de Inglaterra», que aportó como dote el ducado francés de Gascuña, fronterizo con Navarra. «Vista desde esa perspectiva –continúa Cortázar-, se diría que con la serie de decisiones reales de los treinta años siguientes buscó acercar los dominios propios y los de su esposa». Para ello incorporó todo el País Vasco a Castilla, lo que le permitió acceder a sus posesiones francesas sin pasar por Navarra o aventurarse en el Cantábrico.

¿Cuál era el estado de la cornisa cantábrica antes de que iniciara su repoblación? Al otro lado de la cordillera –dice J. Ignacio Ruiz de la Peña Solar- estaban las tierras vascas de Vizcaya y Guipúzcoa, la Trasmiera, y las Asturias de Santillana, Liébana y Oviedo, «con escasas llanuras, compartimentadas en valles profundos (…), ensombrecidas por impenetrables bosques, surcadas por innumerables ríos (…) que al tributar sus aguas al mar forman profundos estuarios; con cordales secundarios desgajados del espinazo de la cordillera que descienden a veces hasta la costa misma, las comunicaciones entre esas tierras ultramontanas eran extraordinariamente difíciles y erizadas de dificultades a las que (…) hasta finales del siglo XII, contribuirá la casi total ausencia de formaciones locales de perfiles urbanos y la rudeza misma de sus habitantes...

Ciertamente no puede hablarse de una “ruta del norte” en el sentido en que lo hacemos al referirnos al “camino francés” o a otros bien definidos itinerarios terrestres peninsulares (…), y mucho menos vinculando esa hipotética ruta a las peregrinaciones jacobeas en la primera etapa que precedería a la fijación definitiva del “francigerum iter…



El móvil más importante que impulsó a Alfonso VIII de Castilla a conquistar e incorporar Álava y Guipúzcoa a su reino, fue el de comunicar sus dominios (Castilla) con los que aportó su esposa (Gascuña). Esta conquista, como se puede apreciar en el mapa, le permitió comunicarlos por tierra, y fue favorecida por el abandono en que Navarra tenía a esas tierras vascas. Exceptuando San Sebastián y Vitoria, a este monarca y a sus sucesores  deben su fundación las villas de Álava, Vizcaya (las villas vizcaínas que fundaron los López de Haro fueron bajo vasallaje castellano) y Guipúzcoa.

La generosa siembra de villas nuevas a lo largo de la fachada cantábrica entre finales de los siglos XII y XIV (…) contribuiría a paliar, en parte, las dificultades de comunicación, en el sentido de los paralelos, entre las regiones más septentrionales de la Corona de Castilla, aunque sin llegar a propiciar la consolidación de una ruta continua y bien definida entre Irún y (…) Galicia (…). Todavía a principios del siglo XVI el tránsito por aquellas latitudes resultaba, en largas distancias y para determinadas zonas, mucho más problemático que el que discurría por los abiertos espacios meseteños».

«La fijación de la ruta asturiana de la costa – señala Soledad Suárez Beltrán – es mucho más tardía, tal como ocurre con el resto del litoral cantábrico, y mucho menos transitada hasta el siglo XVI a juzgar por la escasez, cuando no inexistencia, de testimonios de cualquier naturaleza que permitan reconstruirla en algunos de sus tramos».

A la ausencia de caminos y villas se añadía la falta de recursos. En la Edad Media –dice Beatriz Arízaga Bolumburu-, «en Asturias la producción agrícola (…) era deficitaria tanto en cereales panificables para el consumo humano como para alimentación de las bestias (…). Viajeros que están de paso, como el noble francés señor de Montigny, que en 1501 se dirige a Compostela, constatan la esterilidad de la tierra, y la definen como montañosa y pobre, donde no se cosecha ni pan ni vino.

La actividad agrícola del País Vasco marítimo es incapaz de generar una producción cerealística suficiente para sus habitantes (…). La Nueva Recopilación de Fueros de Guipúzcoa, T XVII Cap 1, p. 182, dice que esa tierra es toda montañosa fragosa y non ay en ella ninguna cosecha de pan ni de vino

».



A partir del año 1200, a los monarcas castellanos se debe la apertura de una ruta terrestre que comunicara Vitoria con Fuenterrabía. Ruta que entró en pleno servicio cuando la peregrinación estaba en su otoño, por lo que no se puede considerar como ruta de peregrinación. Foto de Iñaki Sagredo.

En lo tocante a Guipúzcoa y Vizcaya, era una tierra abandonada por los monarcas navarros; también en lo espiritual: «las tierras vascónicas del siglo IX englobadas en el obispado de Bayona (de Hernani a la frontera, el Baztán y el Bidasoa, por lo que estas letras sirven también para rechazar el camino del Baztán) poseían una economía precaria y estaban pobladas por unos pocos pastores confinados en sus propias montañas, (era) una tierra de nadie necesitada de ser evangelizada», dice Roldán Jimeno Aranguren.

«Los objetivos políticos y pastorales de Pamplona -continúa- miraban hacia el sur; el rico territorio musulmán del valle del Ebro era el objetivo a reconquistar, repoblar y reevangelizar. La pobreza económica y las malas comunicaciones relegaban al olvido a los escasos habitantes que malvivían en las tierras situadas al norte de Belate.…

De hecho, la repoblación pamplonesa de las tierras atlánticas comenzó de manera lenta y paulatina a partir del siglo X (…), si bien la primera mención del senior que poseía Baztán corresponde al año 1066 (…). La saturación demográfica de la décima centuria comenzó a repoblar aquellas tierras tímidamente (…), y la retícula poblacional de esta zona no acabó de estar definitivamente configurada hasta el siglo XII…



Peregrina junto a la ermita de la Virgen del Poyo, entre Torres del Río y Viana. Foto de octubre de 2010. Cada vez son más las mujeres que se aventuran en el Camino.

El hecho de que la documentación del monasterio legerense (Leire), el más importante del territorio pamplonés entre los siglos XI-XII, no mencione vías de comunicación más al norte de Ulzama, nos inclina a pensar en una escasa labor evangelizadora hacia latitudes septentrionales (…), cuya explicación ha de buscarse en la escasez del poblamiento de la vertiente atlántica…

En el siglo XII -continúa- el tránsito de los peregrinos por las tierras de habla vasca no suponía una experiencia agradable donde, además de la imposibilidad de comunicarse en lengua latina o romance y de presenciar escenas rudas y poco ortodoxas, sufrían todo tipo de atropellos, fruto de la paupérrima economía de la región (…). Los últimos reductos del paganismo se dieron en el saltus más profundo, prácticamente despoblado», lo que «reafirma la idea de que el obispado de Bayona se crearía en el siglo IX para evangelizar estos reductos paganos (...). Hasta entonces habían permanecido prácticamente aislados y sin núcleos urbanos próximos, por lo que sus gentes vivían en un estadio cultural distinto al de los territorios circundantes».

Por su parte, Ángel J. Martín Duque recalca que «es evidente  que el eje de la cordillera pirenaica –la divisoria de aguas- ha diferenciado claramente un borde septentrional, atlántico y húmedo (…). Su historia medieval comienza tardía y cansinamente (…). Si Guipúzcoa, como apéndice de colonización oficial pamplonesa hasta el Urola “entra en la historia” en 1025, como distrito único o “tenencia”, la primera mención conocida del señor que tenía Baztán “por mano del rey” data de 1066». Estamos ante «una población escasa y todavía fluida, con una economía de subsistencia basada en la recolección, el pastoreo y la depredación».



Peregrino a su paso por Estella (abril de 2004). Pasa junto a una portada gótica –hay varias en la calle-, que es de los primeros testimonios que se conservan en Navarra de arquitectura gótica civil ajena al patrocinio real.

«Cuando la peregrinación medieval está en su otoño» nos llegan las primeras crónicas, excepción hecha del Codex Calixtinus. Quienes las escriben son turistas, en el sentido moderno de la palabra. «Desde el siglo XIV», dice Isidro G. Bango Torviso, «empezamos a encontrar referencias a peregrinos que no sólo cumplen con su devoto propósito, sino que aprovechan el viaje para conocer el medio geográfico y las gentes que lo habitan...

Desde finales de la Edad Media, muchos que son citados como peregrinos no son otra cosa que viajeros que recorren el mundo y que, en este viaje, el paso por Santiago es obligado como uno de los lugares más famosos (…). Jerónimo Münzer (…), abandona Nuremberg a causa de la peste, emprendiendo un largo recorrido por Europa durante 1494-95, llegando a Compostela al final (…). En 1499 llega a Compostela (…) Arnold von Harff (…); había salido de Colonia en noviembre de 1496 para realizar un gran viaje que se iba a prolongar tres años, recorriendo Roma, El Cairo, los Santos Lugares y Compostela (…). Bartolomeo Fontana dice: “Deseoso yo de visitar tantos santuarios e infinitas reliquias de los yacentes en Cristo Jesús, aunque también de ver diversos y extranjeros lugares y tierras del Universo, decidí en el año (…) 1538 dirigirme a la famosa Galicia”».

A ellos se deben las primeras citas al túnel de San Adrián, situado en la ruta que a partir del siglo XIII se abrió para comunicar Castilla y Gascuña, tardando uno o dos siglos en consolidarse. Por otra parte, esta ruta guipuzcoana tenía pocos «alicientes desde el punto de vista religioso y estético, y desde Beasáin se iba haciendo tortuosa y difícil pues tenía que atravesar la sierra de Aizgorri y el legendario túnel de San Adrián», dice Jean Passini.



Siempre hacia el Oriente. Anochecer en la Higa de Monreal, por donde pasa una de las dos ramas del Camino (en este caso el Aragonés) que se unen en Puente la Reina.

Y continúa: «verdad es que un románico verdaderamente monumental y en un estado de conservación que permita un estudio no es posible hallar en Álava sino ya bien entrado el siglo XII, a partir de la concesión de fueros por parte de los reyes navarros a pueblas como Treviño (1161), Laguardia (1164), Labraza (1196), y por Alfonso VIII a Lapuebla (1190), es decir, en etapas tardías del románico».

Por otra parte, si «no puede negarse que el trasiego peregrinante contribuyó a dar al arte románico ese hálito estilístico bastante unitario y a facilitar su expansión por diversos países de Europa», la inexistencia de iglesias y elementos románicos en el País Vasco, excepto en la llanada y en la parte meridional de Álava, con algunos escasos ejemplos –de dudosa cronología y adscripción muchos de ellos- en las rutas que comunican Guipúzcoa con Navarra, es otra razón por la que se debe descartar la existencia de un camino de peregrinación por Guipúzcoa.

«Una característica –dice Cristina Gallego Rubio- que será nota dominante en todas las manifestaciones artísticas que se desarrollaron durante la Edad Media en el País Vasco (…) se ha dado en llamar arcaísmo, así, cuando el Románico se está desarrollando en Vizcaya, hace tiempo que el Gótico ha hecho su aparición en Castilla, y cuando en ésta ha triunfado el Renacimiento, en el Señorío se sigue utilizando el Gótico...



Peregrinos orientales a la entrada de Estella (agosto de 2006). De su abundancia, Paulo Coelho tiene la “culpa”. Bendita “culpa”.

Las causas de este retraso artístico son diversas (…): el aislamiento (geográfico) que mantuvo Vizcaya respecto a los pueblos vecinos durante la Edad Media (…). En el aspecto político y socio-económico el aislamiento fue mayor. En los primeros tiempos poco o casi nada se conoce de la historia de las provincias vascas, dada la escasez y laconismo de las fuentes por la carencia de establecimientos monásticos y episcopales en su suelo.

En los primeros tiempos, Vizcaya era una zona muy pobre, con una sociedad rural que habitaba la tierra llana, en un tipo de población abierta y dispersa en caserío (…). A partir del XIII la situación económica se trasforma debido al comercio marítimo, especialmente con Borgoña, Francia, Flandes e Inglaterra».

Otro dato importante que obliga a desechar los caminos jacobeos guipuzcoanos, es la inexistencia de comunidades monásticas en el País Vasco, lo que contrasta con el hecho de que entre el 711 y el 1109 había en Hispania 1.929 monasterios.

Tengamos en cuenta que «junto al perfeccionamiento individual y la utopía colectiva –dice José Ángel García de Cortázar-, el domino social se convirtió en la tercera de las búsquedas implícitas en el desarrollo del monacato altomedieval (…). Cualesquiera que fueran su carácter y magnitud, hacia el año mil, los monasterios hispano cristianos se presentan como entidades que cumplían varias funciones: eran células de colonización espiritual y agraria; servían al perfeccionamiento personal de los miembros, y eran entidades que organizaban la explotación agraria y ganadera del espacio en que se asentaban».



Peregrino descansando en Los Arcos (Navarra), el 5 de septiembre de 2009. Con frío y con calor, con sol y con agua, los casi 800 kilómetros entre Roncesvalles y Santiago exigen un gran esfuerzo.

Según Alfonso de Otazu y José Ramón Díaz de Durana, «otra característica propia de la propagación del cristianismo entre los vascos en estos años –a diferencia de lo que sucede en otras áreas peninsulares o europeas donde acabaron fundándose grandes monasterios benedictinos o cistercienses-, es el protagonismo que continuaron manteniendo las pequeñas iglesias, sujetas a la autoridad de su fundador –habitualmente un laico-, incluso después de la reforma gregoriana del siglo XI.

Estos “monasterios”, como también eran denominados, aunque escapaban a la autoridad y organización episcopal, debieron de estar muy bien vistos en sus orígenes por las propias autoridades diocesanas, pues, dada la dificultad de acceso al interior del país, debieron de considerarlos como avanzadillas muy útiles (…). En la Baja Edad Media, casi todas las iglesias de Vizcaya y buena parte de las de Guipúzcoa y de los valles cantábricos alaveses eran monasterios de esta clase y estaban en manos de los parientes mayores o de quienes aspiraban a serlo…

En Vitoria (era el núcleo más importante del País Vasco), el convento de San Francisco existía ya en el siglo XIII». Desde allí se expandieron por el País Vasco, fundando en 1422 el primer monasterio de Vizcaya, y en 1469 el primero de Guipúzcoa. Las franciscanas, por su parte, se establecieron en Durango en 1439. Hasta entonces, salvo lo dicho, no hubo monasterios en el País Vasco.

Con lo dicho hasta ahora, creo haber dado razones suficientes como para rechazar la existencia de los caminos de Santiago de la región cantábrica. Y respecto al País Vasco, sólo cabe considerar como tal el usado antes del siglo X para comunicar Pamplona con Burgos.



Peregrino en la ruta de la Plata. No era éste un camino de peregrinación. No parece coherente que se diga que los peregrinos evitaban a los árabes acercándose a la costa cantábrica, y se trace una ruta que nacía en el corazón de El Andalus.

Veamos otras posibles rutas jacobeas. Respecto a la Vía de la Plata, la podemos descartar con una sencilla razón: no parece lógico que del mundo musulmán llegaran peregrinos, lo que podría contradecir el supuesto traslado del Camino hacia la costa para evitar a los árabes. Referente al camino inglés, es evidente que a Santiago llegaron peregrinos en barco; no sabemos cuántos. La llegada del primero del que se tiene noticia coincide con el auge la peregrinación: a finales del XI llega desde Lincolnshire Ansgot de Bruwell. De los caminos que suben de Madrid, Valencia, etc., no merece la pena dedicarles un segundo.

El supuesto camino del Ebro se apoya en que hacia el año 959 llego a Compostela Cesáreo, abad de Santa Cecilia de Monserrat. Pero se oculta que no lo hizo como peregrino, sino pidiendo ayuda al obispo de Santiago (se proclamaba como Sede Apostólica) para solucionar un problema que tenía con la provincia eclesiástica narbonense. Previamente, Cesáreo, con la ayuda de una asamblea de obispos, había restaurado a favor propio la sede metropolitana de Tarragona, lo que habían rechazado los obispos franceses.

Otro punto en que se apoyan es la tradición de que la Virgen del Pilar se apareció a Santiago el año 40. Esta leyenda la recoge por primera vez Gregorio Magno, el año 1297, pero la devoción mariana no comenzó hasta el siglo XII, después de que en 1118 fuera tomada Zaragoza por los ejércitos cristianos.

Su difusión por el resto de España fue a partir del siglo siguiente, y alcanzó importancia en el segundo tercio del XV por el mecenazgo de la reina Blanca de Navarra, esposa de Juan II de Aragón, en agradecimiento a haber sido curada de una enfermedad. Probablemente esta reina influyó en que Dalmacio de Mur donara la actual imagen, obra del imaginero de Daroca Juan de la Huerta. En el segundo tercio del siglo XV es también cuando se acrecienta en el valle del Ebro la devoción a Santiago. Por otra parte, no parece aceptable que antes del XII hubiera mucho tránsito cristiano por unas tierras ocupadas por los árabes.



El llamado “camino primitivo” no lo es tal: sólo fue camino de peregrinación a partir de la apertura de la Arca Santa el 14 de marzo de 1075. Y sólo pudo ser camino de peregrinación en el triángulo León-Oviedo-Santiago. Esos caminos alternativos que se trazan en las comunidades de la costa, son falsos, y sólo tienen por objeto contentar a todos los pueblos que lo demandan: si no existe un camino histórico, todos los pueblos tienen derecho al nuevo camino.

A pesar de lo que se dice, el “camino primitivo” tampoco es antiguo. «Sabido es –dice Soledad Suárez Beltrán- que la Guía del peregrino del siglo XII no contempla la desviación asturiana del Camino de Santiago (…). Es al monarca Alfonso IX (1188-1230) a quien cabe atribuir una voluntad más clara de promocionar la peregrinación a San Salvador, potenciando el camino de Santiago por Asturias (…). A él se debe la fundación de la villa de Tineo (1222), la más antigua de Asturias y la única ciudad “del camino” que realmente nace como núcleo de acogida por expresa decisión de su fundador (…). En cualquier caso, podríamos llegar a una conclusión bastante clara, y es que la organización del espacio asturiano no parece tener mucho que ver con las peregrinaciones compostelanas…

Caso distinto es el que ofrece el tramo occidental (Oviedo-Lugo) del camino jacobeo en Asturias. De Oviedo a Santiago la peregrinación sí aparece como un elemento prioritario del camino y la acción repobladora de monarcas y señores parece tomar claramente tal eje como elemento articulador de dicho espacio (…). Es en este trayecto donde se hace más patente durante toda la Edad Media la percepción de un “camino” de peregrinación que va de Oviedo a Santiago».

En todo caso, la peregrinación, obviando que el rey y su Corte fue a Santiago desde Oviedo (a partir del año 856, en que la Corte se trasladó a León, Oviedo quedó prácticamente abandonada, y con la única relevancia que le daba su obispado) cuando se descubrió el sepulcro, no puede ser anterior al 14 de marzo de 1075, fecha en que Alfonso VI presencia la apertura del Arca Santa (nunca se había abierto hasta entonces, desconociéndose su contenido), procediéndose al reconocimiento oficial de unas reliquias que se mantenían «desde muy antiguo» en la iglesia de San Salvador, «escondidas» en el interior de un arca que «había permanecido oculta en aquel lugar durante mucho tiempo» (probablemente para evitar su robo por parte de los piratas, como atestigua la inscripción de la fortaleza inmediata a la Cámara Santa, construida por Alfonso II a comienzos o mediados del IX). A partir de aquel momento, su culto, hasta entonces local, comienza lentamente a trascender (el Codex Calixtinus no cita estas reliquias, mientras considera objetivo obligado de todo peregrino rendir visita a Santo Domingo de la Calzada, San Facundo y Primitivo en Sahagún, y San Isidoro de León).



Peregrinos en Santiago, foto del 5 de septiembre de 2009. ¿Está feliz? ¿Exánime? Las dos cosas.

J. Ignacio Ruiz de la Peña Solar remacha: «un viajero italiano que desde León se dispone a visitar la Cámara Santa de Oviedo en 1477 (…), resume en lacónica y expresiva frase la impresión que le produce el tránsito por las tierras de Asturias: (“Este país, llamado Asturias, es malo, feo y pobre”) e questo paese si chiama Asturia ed e brutto e povero e male paese (…). Esa misma influencia geográfica iba a limitar también (…) las vías que unen los cuatro puertos de la marina castellana –San Vicente, Santander, Laredo y Castro Urdiales- con las tierras foramontanas».

Teniendo en cuenta que el móvil más importante de la peregrinación era el venerar reliquias, no pocos peregrinos demoraban su regreso a casa visitando otros templos con reliquias, lo que explica el hallazgo de conchas (las vieiras sólo las llevaban los peregrinos a su regreso, como recuerdo) en algunos enterramientos que nada tienen que ver con el Camino de Santiago. Es como si ahora, terminada la peregrinación, fuéramos a pasar unos días a La Toja, y consideráramos que ese destino formaba parte de la peregrinación y de la ruta jacobea.

A su regreso, algunos peregrinos no sólo se sentían atraídos por las reliquias: «una ciudad, un monasterio, la celebración de una feria, la vista de un rey, la presencia de un predicador famoso, la organización de un torneo o de una montería, el ejerció de la cetrería fueron motivos habituales de aminos desvíos de nuestros viajeros», nos dice José Ángel García de Cortázar.



Cuando se circula por Asturias, Santander y el País Vasco, con frecuencia se ven carteles como este. Son un fraude, pues ninguno de esos caminos están acogidos a esas protecciones ni reconocimientos. Ni la UNESCO ni el Consejo de Europa han reconocido y protegido otra ruta que el Camino Francés.

¿Qué protección y reconocimiento tiene el Camino de Santiago?  El año 1962 se declaró al trazado francés como Conjunto Histórico-Artístico de España, y en 1985 lo fue como Patrimonio Histórico Español. El año 1987, el Camino Francés fue declarado Primer itinerario Cultural Europeo por el Consejo de Europa, convirtiéndose en símbolo de la cohesión y unidad del viejo continente: «El Consejo de Europa propone ahora la revitalización de uno de estos caminos, el que conducía a Santiago de Compostela como base y ejemplo para acciones futuras en atención a su carácter altamente simbólico en el proceso de construcción europea».

El año 1993 fue declarado por la UNESCO Patrimonio Mundial de la Humanidad el conjunto español del Camino Francés, siendo la primera vez que se reconocía un itinerario como parte del legado histórico-artístico de la humanidad: «Bien proposé: Le Chemin de Saint-Jacques-de-Compostelle. Lieu: Communautés autonomes d'Aragon (Provinces de Huesca et Saragosse), de Navarre, la Rioja, Castille et Léon (Provinces de Burgos, Palencia et Léon) et de Galice (Provinces de Lugo et La Coruña). Etat partie: Espagne. Description : II existe deux chemins d'accès en Espagne depuis la France, l'une para Roncevaux (col de Valcarlos) et l'autre par Canfranc (col de Somport). Ils se rencontrent à l'ouest de Pampelune juste avant Puente la Reina. La totalité de la por¬tion située entre la frontière française et Saint-Jacques-de-Compostelle este proposée pour inscription sur la Liste du Patrimoine mondial (…). Après l’inscription du Camino francès Chemin français à la demande de l’Espagne en 1993 sur la Liste du Patrimoine Mondial, l’Unesco inscrivit en 1998 les chemins de Compostelle en France dont l’Hôtel-Dieu et la Cathédrale du Puy-en-Velay».



Otro camino de peregrinación que nunca ha existido es el llamado del Ebro. Sirve, para este, lo que he puesto en el pie de foto del camino primitivo y también del de la Plata. En éste, un ramal se desvía por Huesca, y otros por otras zonas. Se da la paradoja que uno de sus brazos nace en el punto más oriental del delta del Ebro, donde nunca existió un núcleo urbano de entidad ni puerto digno de tal nombre.

Las propias comunidades autónomas del País Vasco, Cantabria, Asturias y Cataluña son conscientes del fraude que están cometiendo, y de que sus caminos no están amparados por la UNESCO o el Consejo de Europa, cuando están tramitando el reconocimiento de esas vías alternativas, que a veces forman una más o menos tupida malla (nadie propone que el Camino de Santiago pasa por Palencia capital o Valladolid, pues hay evidencia histórica de su paso por Castrojeriz, Carrión y Sahagún; pero donde no hay evidencia histórica de que el Camino pasara por tal o cual pueblo de Cantabria o Vizcaya, por ejemplo ¿cómo se van a oponer a la demanda de un municipio situado en otra posible ruta?).

El 04-04-11, por ejemplo, Diario de Noticias de Navarra decía que «el Consejo del Patrimonio Histórico Español ha acordado que la candidatura a Patrimonio Mundial que presentará en 2012 sea la de los Caminos de Santiago del Norte. La ruta incluye el Camino Primitivo, el Camino Costero, así como el Camino de Baztán en Navarra, el Camino Interior Vasco y la Ruta Lebaniega, unos 1.100 kilómetros que discurren por las comunidades (…) que trabajan desde 2006 en la elaboración del expediente técnico que justifica la candidatura. La presentación formal del expediente ante el Comité del patrimonio Mundial se celebrará en febrero de 2012, un trámite que iniciará el proceso de evaluación por parte del alto organismo internacional».

¿Por qué permiten esa apropiación las comunidades de Navarra, La Rioja y Castilla-León? Porque sus políticos desconocen la historia del Camino y no son capaces de defender los intereses de sus comunidades. Y porque el Camino de Santiago les importa mucho menos de lo que dicen.

No sucede lo mismo en otros pagos. Francia reivindica para sí el uso exclusivo de las denominaciones Coñac, Champán, Roquefort, etc. El propio País Vasco defiende la denominación chacolí, presionando y amenazando a Castilla-León para que no la utilice en los caldos burgaleses (el año 1987 se creó para el queso del País Vasco y Navarra la Denominación de Origen Idiazábal, motivada, fundamentalmente, para «evitar que mucho queso elaborado en Castilla se trajera aquí, se ahumara y se vendiera aquí como Idiazábal, lo que nos planteaba una especie de competencia desleal», dice -DN 09-03-12- Antton Pérez Calleja, fundador de la Denominación). Ésas administraciones sí defienden los intereses de sus territorios y ciudadanos, y nos enseñan a los demás el camino a seguir.



Mientras la comunidades por donde nunca ha pasado el camino de peregrinación dedican grandes cantidades de dinero a crearlo ex novo y dotarlo de servicios, las comunidades del Camino Francés lo tienen en muchos tramos abandonado. Fotos como ésta, y mucho peores, se pueden tomar en cada una de las comunidades por las que pasa el Camino Francés. Pero de todos los tramos por mí recorridos, los peores están en Navarra: entre Larrasoaña y Zabaldica, y, particularmente, entre Viana y la comunidad de La Rioja (de la primera no tengo fotografías; de la segunda sólo tengo un vídeo que se puede ver en http://www.youtube.com/watch?v=Nb4lFY_w7Po).

Resumiendo: «Caminos de peregrinación habrá tantos como vías de comunicación uniendo los diferentes puntos de la geografía cristiana medieval española y la misma Compostela. Sin embargo, sólo el llamado Camino francés tiene una importantísima tradición jacobea», señala Isidro G. Bango Torviso. Como dice F. López Alsina, de las siete vías que acceden a las siete puertas de Compostela, sólo una es «por antonomasia frente a las otras seis el Camino». El Camino francés considerado, entre la frontera y Puente la Reina, en sus dos ramales: el que entra por Roncesvalles y el que lo hace por Somport.

Todos los caminos llevan a Roma, se dice. Pero sólo hay una Via Apia. Todos los caminos pueden llevar “a” Santiago (en línea recta, por mar, por aire, por la luna, o pasando por las antípodas), pero sólo el Camino Francés puede ser considerado y llamado Camino “de” Santiago. Los demás, a lo sumo, serán camino “a” Santiago.

«No había en el siglo XIII peregrino que hiciera esta ruta sin venir por el Camino Francés», nos dice Huidobro.



Principio y fin del Camino de Santiago en España: Roncesvalles, Santiago de Compostela. 790 kilómetros de encuentro con uno mismo.


    Este trabajo se ha apoyado en:
Ángel J. Martín Duque (El Camino de Santiago y la articulación del espacio navarro). José Ángel García de Cortázar (El camino de Santiago y la articulación del espacio en Castilla. El Señorío de Vizcaya: personalidad y territorialidad… Monasterios hispanos en torno al año mil… Álava, Guipúzcoa y Vizcaya en los siglos XIII a XV…). Soledad Suárez Beltrán (El Camino de Santiago como elemento articulador del espacio en la Asturias medieval). Jean Passini (El espacio urbano a lo largo del Camino de Santiago) J. Ignacio Ruiz de la Peña Solar (Repoblación y sociedades urbanas en el Camino de Santiago. De los puertos pirenaicos a Galicia, el camino francés…). Juan F. Utrilla Utrilla (Los itinerarios pirenaicos medievales…). F. López Alsina (El Camino de Santiago en los reinos hispánicos… Los espacios de la devoción: peregrinos y romerías…). Beatriz Arízaga Bolumburu (Las actividades económicas de las villas marítimas del norte peninsular. Permanencias urbanísticas en las villas medievales). Fermín Miranda García (Monarquía y espacios de poder político en el reino de Pamplona). María Carmen Lacarra (Desigualdad social en la Baja Edad Media…). Roldán Jimeno Aranguren (Orígenes del Cristianismo en la tierra de los vascones. Vasconia altomedieval). José María Lacarra (En torno a la colonización benedictina en España. Espiritualidad del culto y de la peregrinación a Santiago…). Julio Caro Baroja (Introducción a la historia social y económica del Pueblo Vasco. Los Pueblos de España). Isaac Moreno Gallo (Traianvs). Cristina Gállego Rubio (Arquitectura gótica en Vizcaya…). Máximo Diago Hernando y Miguel Ángel Ladero Quesada (Caminos y ciudades en España de la Edad Media…). Belén Boloqui Larraya (Los caminos de Santiago en Aragón). Juan Ramón de Iturriza y Zavala (Fundación de los conventos de Vizcaya). Isidro G. Bango Torviso (El Camino de Santiago). Alfonso de Otazu y José Ramón Díaz de Durana (El espíritu emprendedor de los vascos). Juan Plazaola (El arte románico en Euskal Herria. Vinieron los romanos). Miguel Larrañaga Zulueta (La incorporación a Castilla de Álava, Vizcaya y Guipúzcoa). César González Minués (La urbanización del litoral del norte de España). Alfonso del Valle de Lersundi (Algunas conjeturas acerca de Geografía histórica de Guipúzcoa). Elena Barrena (Historia de las vías de comunicación en Guipúzcoa. Los caminos medievales y sus precedentes romanos). José Antonio Corriente Córdoba (Protección jurídica del Camino de Santiago: normativa internacional…).

 

Nota: El 5 de julio de 2015 la UNESCO incluyó los Caminos de Santiago del Norte de la Península en su Lista de Patrimonio Mundial.


febrero 2012

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© Javier Hermoso de Mendoza