Raid "Plus Ultra" de Palos al Plata (II). Los tripulantes

 

Julio Ruiz de Alda (su esposa, Amalia Azarola, y su hijo Juan Antonio), Pablo Rada y Ramón Franco

 

Si en el anterior reportaje sobre el Plus Ultra traté del raid, en éste haré una semblanza de sus protagonistas.

 

Casa donde nació Julio Ruiz de Alda, antigua calle Zapatería nº 1, que, desde la gesta del Plus Ultra, de momento lleva su nombre: calle Julio Ruiz de Alda. Es un edificio del siglo XVII, con tres cuerpos de sillería en fachada, comprado en la década de 1950 por la familia Ruiz de Alda a Pedro Alfonso Pascual de Oliver Cardoso, cirujano-dentista residente en Río de Janeiro (Brasil).

Julio Ruiz de Alda Miqueléiz. Tomás Ruiz de Alda García, tatarabuelo de Julio, natural de Oteo (Álava), en el último tercio del siglo XVIII se afincó en Estella al contraer matrimonio con la estellesa María Josefa Gil de Ollobarren Arteaga -ignoro su oficio. El bisabuelo de Julio, e hijo del anterior, Lucio Ruiz de Alda Gil de Ollobarren, en el año 1830 montó una industria de curtidos que permaneció en manos de la familia hasta finales del siglo XX. El abuelo, Pablo Ruiz de Alda Díaz de Baquedano, falleció con cien años y seis meses, y el padre de Julio, Silvio Ruiz de Alda Vergara (Estella 1867-1928), de oficio curtidor, como liberal sacó acta de concejal en el Ayuntamiento de Estella elegido en 1905, y nombrado alcalde en 1909.

Silvio, del liberalismo pasó al nacionalismo vasco, figurando en 1918 en el consejo de administración de la Sociedad Inmobiliara Egaechea, sociedad instrumental ligada al PNV estellés. Su hermano Cesáreo fue secretario del Centro Navarro, nombre con el que era conocida la sede de los nacionalistas vascos en la ciudad.

Casado con Francisca Miqueléiz Cortabarren, nacida en Ezcároz, valle de Salazar, el matrimonio tuvo doce hijos, de los que ocho llegaron a la edad adulta. Cuatro de ellos, manifiestamente nacionalistas (Ángel, afiliado al PNV; Lorenzo, concejal nacionalista en 1931; y Pablo, socio del Centro Navarro), avanzada la República, por influencia de su hermano Julio pasaron al falangismo. La hija, María del Puy (1910-1977), tesorera de Emakume Abertzale Baltza, toda su vida siguió fiel a sus convicciones vasquistas.

De los hermanos, tres murieron en la Guerra Civil luchando en el bando de los sublevados (Julio, cofundador de la Falange, en Madrid; Eustaquio, Capitán de Artillería y de Aviación, destinado en África y uno de los primeros aviadores en sublevarse, el 26 de septiembre de 1936 en el frente de Toledo; y Antonio, Alférez de la Legión, el 26 de mayo de 1936 en el frente del Barrio Lucero de Madrid), y dos, Ángel y Nicolás, heridos ambos al mando de Patrullas Móviles en el Frente de Guipúzcoa, fallecieron junto con sus esposas, Tomasa de Carlos y Ángeles Fernández, cuando el 8 de febrero de 1949 desapareció en el mar, en el estrecho de Oresund, el avión en el que viajaban a Copenhague para asistir a una feria industrial.


Una lápida en el centro de la fachada recuerda la gesta. En un lateral hay un escudo nobiliario que veremos reproducido en la cúpula de la escalera. Sobre la cimera, una filacteria con la leyenda "Ave Maria Piscinae".

Julio (Estella 1897-Madrid 1936), primogénito, ingeniero, capitán de artillería y comandante de aviación, inició sus estudios en el Colegio de los PP. Escolapios de Estella, de donde pasó al Instituto de Logroño. Con 15 años entró en la Academia Preparatoria Militar Iriarte, y con 16, tras hacer un brillante examen de Matemáticas, con el nº 1 de su promoción ingresó en la Academia de Artillería de Segovia.

Tras vegetar en la Academia, con el grado de teniente pasa al Regimiento de Montaña nº 2, con base en Vitoria, y al año siguiente (1919) es trasladado al Regimiento Mixto, con base en Tetuán, en el Protectorado Español de Marruecos, que vivía momentos difíciles por la sublevación de las tribus locales.

Permaneció en la campaña de África, de 1919 a 1924, sufriendo asedio en la posición de Mura-Tahar, y participando como artillero en la toma de Xauen (cuenta que vio salir a la comunidad judía, precedida por sus rabinos, entonando canciones litúrgicas en español antiguo -sefardí o ladino- y dando vivas a la reina Isabel la Católica, monarca que los había expulsado de Sefarad, España). 

En 1922, interesado por la aviación, accedió al curso de Observador de Vuelo en la Escuela de Los Alcázares (Murcia). Destinado al acabar el curso a los talleres del aeródromo de Tetuán, los reorganizó e introdujo reformas de su invención en los aparatos Breguet.

En 1923, tras rechazar la dirección de los talleres del aeródromo de Tablada, en la Escuela Aérea de Getafe obtiene el título de Piloto, lo que llevó a sus padres a plantearle por telégrafo la disyuntiva de «Renuncia a aviación o familia». La amenaza no surtió efecto, y Julio se convirtió en uno de los pioneros de la aviación en España.

Terminado el curso, volvió a Marruecos para servir como copiloto en las escuadrillas de reconocimiento de Tetuán, participando en la campaña de Beni-Aros, y recibiendo su avión, en la misión de Koba-Darsa, 27 impactos de bala. Los rifeños «tiraban al pichón a los aparatos», recordaba.

En 1925 se le presentó la ocasión de participar en la gesta de cruzar por primera vez, con un solo aparato, el Océano Atlántico en vuelo entre España y Argentina a bordo del hidroavión Dornier Wall, bautizado Plus Ultra, por la que alcanzó fama mundial (vuelo al que he dedicado otro trabajo en esta web, y cuyo periplo se narra en el libro De Palos al Plata (Madrid 1926), escrito por Julio Ruiz de Alda y Ramón Franco. Al regresar a España recibe la Medalla al Mérito Aéreo («la ganáis por abnegado y estudioso», le dijo el Monarca); es nombrado Gentilhombre de Su Majestad; elegido miembro del Consejo Superior de Aviación; galardonado con numerosas condecoraciones otorgadas por gobiernos europeos y americanos; y «en posesión de una importante suma de dinero producto de la suscripción nacional», nos dice su hermano Pablo.

Acabada la Guerra del Rif, el gobierno del dictador Miguel Primo de Rivera le ofrece cursar estudios de ingeniero aeronáutico en París, que rechaza para hacerse cargo de la adquisición de material para la aviación española, lo que le permite, al residir en Madrid, reanudar los estudios que por la guerra había dejado. En 1927 se le nombra miembro del Consejo Superior de Aviación y del Automóvil, y Delegado del Gobierno para la adquisición en Norteamérica de una patente para la construcción de un vehículo utilitario.

El año siguiente asciende a comandante; es nombrado presidente para España de la Federación Internacional Aeronáutica; propone establecer una línea regular entre España y Argentina; defiende la superioridad del hidroavión sobre el dirigible en vuelos transoceánicos; y asiste, como ponente y vicepresidente, al Congreso Internacional de Aviadores Transoceánicos celebrado en Roma, donde de manos de Benito Mussolini recibe la Encomienda de San Gregorio Magno.

Ya con el grado de comandante, junto a Ramón Franco planean dar la vuelta al mundo emulando la gesta de Elcano, teniendo que desistir por una avería en el aparato. Al año siguiente ambos inician el vuelo de España a Nueva York, que fracasa al tener que amerizar cerca de las islas Azores (en este vuelo, del que trato más abajo al hablar de Ramón Franco, surgieron desavenencias entre Julio y Ramón, que la deriva política de ambos las agrandó). Dados por fallecidos, la noticia de que habían sido rescatados hizo que muchos pueblos y ciudades celebraran el acontecimiento. En Pamplona, a la que llegó Ruiz de Alda el 11 de julio, en plenos Sanfermines, una multitud se congregó ante la casa donde se alojaba, vitoreándole con tal entusiasmo que se ve obligado a salir al balcón a saludar.


A la izquierda, sobre la escalera de la casa, cúpula sobre pechinas con escudos pintados por las monjas benitas que a mediados del siglo XIX residieron en él (fue propiedad personal de Pascuala Benita Llorente Urra, abadesa del convento de San Benito de Estella entre 1851 y 1880). Uno de los escudos lleva las mismas armas que el de la fachada, y en los otros hay motivos religiosos. Hasta mediados del siglo XIX, en el edificio estuvo instalado el Colegio del Puy, Instituto de Segunda Enseñanza. A la derecha, puerta de acceso.

Hombre de férrea voluntad, con amplios conocimientos en ingeniería, tras el fracaso de la expedición a Nueva York consigue una excedencia en el Ejército para continuar la actividad que había iniciado en África: puso en funcionamiento el aeródromo de Tetuán, y para la Sociedad Electras Tetuaníes había participado en el proyecto y construcción del salto del río Lucus.

A partir de ese momento, ya como civil, junto con los hermanos Ansaldo desarrolla diversas actividades industriales; muerto su padre se hace cargo de la familia, y transforma la curtiduría familiar en una empresa moderna dotada de las técnicas y maquinaria más modernas; y entre 1924 y 1926 pone en Madrid los cimientos para crear una importante industria aeronaval, para lo que propone la nacionalización de la aviación española. 

En 1927, con Augusto Aguirre, también militar, funda la Compañía Española de Vuelos Fotogramétricos (CETFA), primera empresa de fotografía aérea en España (se ignora la cámara empleada y el material utilizado para obtener resultados de tan gran calidad), con la que fotografía, para realizar catastros, las provincias de Álava y Navarra. El Gobierno le encarga levantar el plano de las Confederaciones Hidrográficas Españolas (el de la Cuenca del Segura, de gran valor práctico e histórico, ha sido digitalizado por la Dirección General de Medio Natural). En 1930 regresa a Buenos Aires para realizar un levantamiento aerofotogramétrico. 

Crea la Sociedad Armamentos de Aviación, y cuando el año 1930 el recién creado Aero Club de Aragón tiene que habilitar una pista de aterrizaje en unos campos sembrados para que puedan aterrizar y despegar las avionetas que participarían en la II Challange Internacional, Ruiz de Alda los asesora consiguiendo que, en unión del Aeródromo de Bristol, el improvisado aeródromo aragonés (Aeródromo Palomar) fuera el mejor de toda la Vuelta a Europa.

Con la caída de la Monarquía y la llegada de la República, como miembro de la Sociedad de Estudios Vascos sobrevuela Navarra haciendo propaganda en pro de la Asamblea de Ayuntamientos Vasco-navarros, redactora del Estatuto de Estella.

Pronto pasa a la política nacional, derechizándose, pero manteniendo su querencia vasquista: según dice García Serrano en La gran esperanza, «en esta adunata de la Virgen de Agosto es donde Julio Ruiz de Alda expresó su deseo de escuchar el Cara al Sol a la mejor banda de chistularis, lo cual a mí siempre me ha parecido algo muy hermoso».

En octubre de 1931 se casa en Santesteban (Navarra) con Amelia Azarola Echeverría, joven de familia republicana que antes de la República había formado parte activa del movimiento estudiantil, a la que había conocido cuando la novia estudiaba Pediatria en la Universidad Central de Madrid.

Tras una breve estancia en el Centro Constitucional de Maura y Cambó, partido por el que se presentó candidato a Diputado a Cortes Constituyentes por Estella, en mayo de 1931 conoce a Ramiro Ledesma Ramos (uno de los intelectuales que dieron forma al pensamiento fascista en España), estableciendo contacto con grupos de la derecha más radical, donde fue acogido con entusiasmo por su aureola de héroe aviador. Y por el hecho singular de que fuera uno de los poquísimos aviadores militares que no siguieron fieles a la República.

A raíz de la entrevista que en 1933 le hizo Ernesto Jiménez Caballero para El Fascio (16-III-1933), se ve obligado a pasar a Francia, donde toma contacto con José Antonio Primo de Rivera, creándose entre ambos una fuerte afinidad ideológica que les lleva a formar un nuevo grupo político a imagen y semejanza de otros partidos europeos, repartiéndose los papeles: José Antonio, buen orador, el proselitismo; Julio, hombre de «oratoria maciza, algo desmañada y premiosa» (Areilza), incansable organizador, la cohesión del grupo y la planificación de actividades.

Brazo derecho de José Antonio, y miembro, junto con Ledesma Ramos y Primo de Rivera, del Triunvirato que regirá la organización fascista hasta la creación de la estructura definitiva, en la crisis interna de 1934, ante las opciones defendidas por Ansaldo y Ledesma Ramos, impone a José Antonio como Jefe Supremo, reservándose la Jefatura Nacional en ausencia del líder.

Su actividad política, molesta para el Gobierno republicano, que lo considera jefe del movimiento fascista en España, lleva (1932) a que su empresa de fotografía aérea sea vetada en cualquier concurso público. Este veto lo une aún más a José Antonio, llevándoles a fundar el MES (Movimiento Español Sindicalista), que con Alfonso García-Valdecasas, y su unión con las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista (JONS) de Ramiro Ledesma Ramos, daría paso a la Falange.

(Se ignora si Julio intervino en la formación en 1932 de una célula de las JONS en Estella, embrión del futuro movimiento falangista en Navarra, que toma cuerpo, el 15 de agosto de 1934, cuando José Antonio se reúne en el Hotel La Perla de Pamplona -su propietario, el comandante retirado José Moreno, era uno de los promotores- con un grupo de falangistas navarros).

(Como anécdota, en 1935, Lamberto de los Santos Jalón, murciano, ingeniero de caminos trabajando en Las Bardenas, sin contacto con el falangismo navarro creó en la Ribera navarra un grupo autónomo de unos 40 falangistas, todos obreros, que en un autobús que les dejaron los de la CNT se desplazaron a San Adrián (Navarra) para asistir al mitin que dieron José Antonio y Ruiz de Alda).


Bajo la cúpula hay una escalera imperial del siglo XVIII. La rejería fue ampliada por las monjas benitas que en él residieron. Preside la reja de la puerta un semicírculo cuyo campo lo componen las letras R D A (Ruiz de Alda). 

José Antonio dudaba si constituir ya la Falange como partido, o esperar a tiempos más favorables, mientras que Julio, más expeditivo, quería dar ese paso para ofrecer un banderín de enganche a los simpatizantes del fascismo. En 1933 destaca Julio en la presidencia del mitin fundacional de la Falange celebrado en el Teatro de la Comedia de Madrid, y en 1934, fusionados con las JONS, se constituyen como partido político, del que Julio, uno de los miembros del Triunvirato Ejecutivo, tiene el carnet número tres.

En el I Consejo Nacional de Falange es elevado a la Presidencia de la Junta Política, y se le atribuye la adopción del nombre de Falange (según Ximénez de Sandoval, fue el 29 de octubre de 1933, en el Teatro de la Comedia, cuando «la corazonada genial de Julio Ruiz de Alda encuentra el nombre de Falange Española para la tropa de vanguardia de la revolución nacional») y el azul mahón como color distintivo de su indumentaria. En noviembre de 1933 crea el Sindicato Español Universitario (SEU), «gracia y levadura de Falange», con el que organiza actos como el asalto al local de la FUE (Federación Universitaria Escolar) en la Facultad de Medicina de Madrid «rompiendo el encantamiento de aquellos santuarios laicos».

En la Falange, Ruiz de Alda marca perfil propio, divergiendo de José Antonio en numerosos temas. Opone la «unidad de misión en lo universal» a la «unidad de destino» joseantoniana, y suya es la frase «España limita al sur con la vergüenza de Gibraltar», cuya recuperación desea y así lo manifiesta en todos sus mítines, mientras que ese tema no interesa a un José Antonio de clara tendencia filobritánica.

Su destacada actividad en Falange lo convierte en objetivo de los pistoleros de la izquierda más radical. En diciembre de 1933 sufre un atentado en Tudela (Navarra), con incendio de su coche. El año siguiente, él y José Antonio hacen frente a los pistoleros que habían disparado a los asistentes en el acto que la Falange celebraba en el Teatro Calderón de Valladolid.

Según relata Manuel Valdés en De la Falange al Movimiento, en junio de 1936, en el seno de la Junta Política de Falange, había dos corrientes: «una pesimista, encabezada por Julio Ruiz de Alda, en el sentido de que todo se nos había ido de las manos, y, en contra, otra, mantenida personalmente por mí, que partía del principio de que era necesario ir la Movimiento porque nuestra gente, nuestra base, participáramos o no participáramos, irían de todas formas al movimiento».

Enrique Pavón, en De la vida de José Antonio, señala que la opinión refrendada por Julio se mostraba partidaria de una demora en el Alzamiento «hasta tanto quedase asegurado nuestro predominio y participación preponderante de nuestras fuerzas ante las demás organizaciones armadas».

Derrotada la Falange en las elecciones de febrero de 1936, el 14 de marzo de ese año, al hacerla responsable de los actos violentos -con algunos muertos- desarrollados tras la victoria del Frente Popular, es ilegalizada y encarcelados sus dirigentes. La policía va a su domicilio, no lo encuentra, y lo detiene, en calidad de Presidente de la Junta Política de Falange, en su despacho profesional, calle de la Lealtad nº 10. Preso en la cárcel Modelo de Madrid (hoy Cuartel General del Ejército del Aire) le sorprende el Alzamiento militar del 18 de julio, al que se adhiere. 

Su esposa, Amelia Azarola, hace de enlace entre los encarcelados y el exterior. Según Pablo Ruiz de Alda, sacaba «diariamente de la cárcel Modelo órdenes y artículos introduciendo en ella noticias y pistolas (lo de las pistolas parece deberse a un bulo ampliamente difundido, pues no fueron halladas en ninguna de las pesquisas realizadas en la cárcel) que entregaba a Julio. Por su orden se vería precisada (Amelia) a realizar las más diversas tareas relacionadas con aquella heroica Falange».

La puerta de la casa de los Ruices de Alda luce clavos de forja, y una aldaba, típica de la ciudad, de las que no quedan ejemplares (la de la foto fue retirada para evitar su robo).

El 28 de julio, última vez que ve a su marido, le transmite la noticia de que su Padre, Emilio Azarola, ha obtenido su libertad haciendo gestiones ante un personaje del Frente Popular. Julio le pregunta si la libertad es también para sus compañeros. Al decirle que no, renuncia a la libertad y le contesta: «en este caso, guárdala. Yo no puedo traicionar a mis camaradas» (conversación transmitida por Amelia a Mercedes Formica, publicada en la revista Visto y vivido). Y transmite a Amelia su temor de que la Falange, estando descabezada, pueda ser infiltrada por sus enemigos de izquierda o de derecha -lo que con el nuevo régimen franquista sucedió-, y su pesar por no haber resuelto el problema obrero y la redención del campo.

También rechaza la oferta que Ansaldo relata en tercera persona: «ofreció a Ruiz de Alda, su evasión, para lo cual poseía, en aquellos momentos, complicidades decisivas. Aún recuerda el gesto noble y preocupado con que aquél respondiera a su invitación: "Muchas gracias -le dijo. Me anima tu optimismo y confianza y desde luego, me agradaría enormemente poder salir de aquí. Sin embargo, he embarcado a muchos en esta aventura, y aunque preveo un final desastroso para nosotros, no puedo abandonar a mi gente y marcharme yo solo».

En aquél Madrid, según Ansó, «una especie de frenesí homicida se apoderó de las masas incontroladas por el Gobierno y bastó que una voz irresponsable señalase a la cárcel Modelo para que el furor asesino se desatase sin freno ni discriminación». Cierta prensa se hace eco de sospechas de complicidad en los funcionarios penitenciarios, y de privilegios para los reclusos políticos. El 4 de agosto se realizan registros buscando armas, sin resultado. El viernes 21, un grupo encabezado por Felipe Sandoval (notorio asesino, según Preston) y otro apellidado Aliques (con numerosas condenas por robo antes de la guerra, y responsble de cientos de asesinados, sobre todo mujeres), vuelven a registrar con el mismo resultado.

Al día siguiente, 22 de agosto de 1936, corre por Madrid el rumor de que los presos de derechas estan organizando la fuga. Milicianos anarquístas ametrallan desde una casa vecina el patio de la galeria destinada a los militares, matando e hiriendo a varios. Sandoval vuelve a registrar pabellones, dependencias y oficinas, encontrado solo «instrumentos artesanos defensivos, pero ningún arma automatica». Sandoval arenga a los presos comunes prometiéndoles la libertad si se unen a la CNT. Durante la tarde se produce un incendio en la leñera de la tahona de la cárcel, y más de 200 presos comunes se fugan. Selecciónados los 20 presos políticos que iban a ser asesinados -entre ellos Julio Ruiz de Alda-, llevados a los sótanos, tras un breve juicio ante un Tribunal improvisado son ejecutados. Según Clara Campoamor (La revolucion española vista por una republicana), «los fusilamientos duraron toda la noche en el interior de la cárcel, sembrando el terror en las casas vecinas».

Zugazagoitia afirma que, detenido, Julio «abrumó con inventivas a los que lo conducían (a los sótanos). Repelió alguna agresión, y ya pasado el patio, mientras los fusileros corrían sus cerrojos, siguió gritándoles su desprecio. La escena impresionó a cuantos la vivieron. Fuerte, buen tipo (medía 1,80), arrogante siempre, pero más arrogante en aquel momento, su figura imponía respeto. Antes de que la muerte se le fuese encima tuvo tiempo de gritar su nombre y filiación». La autopsia determinó que murió por «heridas por arma de fuego en la región toráxica posterior», lo que indica que fue disparado por la espalda. En su mano llevaba un cigarrillo. Según el diputado socialista Juan Simeón Vidarte, que vio su cadáver, en su obra Todos fuimos culpables, «reflejaba en el rostro una gran serenidad».

Preso José Antonio en Alicante, ignorando el fusilamiento de Julio, el 19 de noviembre, víspera de su ejecución, le escribió una emotiva carta de despedida que terminaba así: «Para Amelia y tu chico, mis mejores deseos. Y para ti, de nuevo, un abrazo».

Paul Preston, en El holocausto español, da dos posibles versiones del motín: el fuego fue consecuencia del intento de fuga de los falangistas (hipótesis aceptada por Hugh Thomas), o los anarquistas incitaron el desorden de los comunes para tener el motivo de fusilar a los falangistas.

En junio de 1939 el régimen franquista exhumó sus restos y los trasladó a Estella. Una mujer, Carmen Gómez Galiana, con la que Julio, durante su soltería, había mantenido relaciones íntimas pagadas con 300 pesetas mensuales, se presentaba públicamente como su viuda, lo que llevó a Amelia Azarola a demandarla por suplantación de personalidad.

 

El río Ega baña la fachada posterior de la casa de los Ruices de Alda. 

Ramiro Ledesma Ramos diría de él en ¿Fascismo en España?: «era un dirigente de magnífica ejecutoria. Por una serie de razones, su profesión, su sentido de lo popular, su serena intrepidez, realizaba un tipo humano que en todas partes ha dado a los movimientos fascistas triunfales las mejores aportaciones. Carece casi en absoluto de capacidad expresiva, de cualidades para la tribuna y el mitin. Ello ha deslucido muchísimo su intervención en las tareas directivas. Pero posee, en cambio, gran agilidad para extraer de los hechos del día las consignas que corresponden, virtud que es imprescindible para el ejercicio del mando en una organización política. Muchas veces, en el seno del Triunvirato parece que era Ruiz de Alda quien con más rapidez y justeza señalaba lo que convenía hacer, y por qué razones». Por su parte, Dionisio Ridruejo dijo que «era más bien un símbolo con pocas disposiciones para la gestión política».

Sobre su pensamiento, Ediciones Fe, de Barcelona, publicó en 1939 sus Obras Completas, cuyos capítulos, precedidos de una nota biográfica de su hermano Pablo, son: Revolución Nacional, Tierra, Guerra, Lecciones Nacional-Sindicalistas El Aviador. Que podemos resumir en: 

-Defensa del ideario de Falange: «Movimiento exaltado y violento, dirigido a las nuevas generaciones y con un fondo social grande, integrando a trabajadores e intelectuales. Un Movimiento conducido por espíritus convencidos y dispuestos al sacrificio, para que no resulte un simple acto de defensa clasista o de capitalismo cobarde».

-Defensa de la Unidad Nacional respetando la España diversa: «No somos centralistas ¿Creéis que vamos a hacer desaparecer la Diputación de Navarra, el órgano oficial modelo de España? No» (discurso en Peralta, enero de 1936).

-Desprecio de las urnas: «Por eso desde el primer momento hemos dicho que somos rebeldes y revolucionarios, pues nosotros no podemos concebir que España desaparezca porque unos señores voten una cosa o puedan votar otra (...) Por esto es por lo que no tengo fe en el programa electoral (discurso en laredo, 7-II-1936). Esta lucha no tiene para nosotros la finalidad de obtener actas de diputados, sino la de combatir, hacernos buenos soldados, endurecernos en la batalla. En suma, para nosotros esta contienda electoral es un gran campo de maniobras donde poder afinar y disciplinar nuestros instrumentos (...), donde poder formar los cuadros de mando para conseguir nuestro fin, que es la conquista del poder (discurso del 2-II.1936). Para nuestra Revolución se necesitan hombres para la lucha, por eso, más que votos pedimos hombres; os decimos que no esperéis nada de partidos y diputados» (discurso en peralta, enero de 1936).

-Justificación de la violencia: desde la cárcel, escribe en el periódico clandestino No Importa nº 2 (6-VI-1936), costeado por su esposa: «es indecente querer narcotizar a un pueblo con el señuelo de soluciones pacíficas. Ya no hay soluciones pacíficas. La guerra está declarada y ha sido el Gobierno el primero en declararse beligerante (...) No somos, pues, nosotros quienes han elegido la violencia. Es la ley de guerra la que la impone».

En abril de 1934 se publica en España la obra El Fascismo, de Benito Mussolini. En el epílogo, Julio Ruiz de Alda escribe: «el fascismo en sus primeros tiempos es, sobre todo, fe; fe en la Nación, fe en nosotros mismos, y esta fe integral, completa y absoluta es la que sublima a los hombres sus cualidades de sacrificio y heroísmo. Por esta fe se lucha, se trabaja y, lo que es más sagrado y más importante, se muere (...) El fascismo es demasiado serio y profundo; se podrá no estar conforme con él, pero hay que reconocerle su afán humano de superación y su espíritu generoso».

 

En la cumbre de su poder, los Ruiz de Alda levantaron casa en el ensanche estellés. Es patente el estilo de la época, y en el balcón superior de la fachada hay dos medallones con las leyendas Ruiz de Alda y 1942 (año de su construcción).

Amelia Azarola Echeverría, esposa de Julio Ruiz de Alda, nace en Santesteban (Navarra) el 29 de enero de 1907, hija del republicano Emilio Azarola Gresillón, alcalde de Santesteban en las elecciones de 12 de abril de 1931 y diputado a Cortes por el Partido Radical Socialista en el mismo año; ingeniero director de la Junta de Obras del Puerto de Santa Cruz de Tenerife de mayo de 1936 a octubre de 1942; jefe de la Secretaría Particular y Política de su hermano Antonio, contralmirante, ministro de Marina en el gobierno de Portela Valladares (31-XII-1935/19-II/1936), comandante general del Arsenal de El Ferrol que al producirse la sublevación militar es fusilado (4-VIII-1936) por permanecer fiel a la República. Los Azarola eran miembros de una familia de origen guipuzcoano que había emigrado a Uruguay.

Amelia estudió bachillerato en el Instituto General y Técnico de Guipúzcoa, y medicina en Madrid (1925-1931); becaria de la Residencia de Señoritas que dirigía la pedagoga María de Maeztu; vicepresidenta (1927) y tesorera (1928) de la Asociación Profesional de Estudiantes de Medicina, junto con Aurora Riaño y Emilia Ceroso cortaron la cabeza de una escultura de Alfonso XIII hecha por Benlliure, por lo que fueron encarceladas. 

Al proclamarse la República, con otros compañeros puso la bandera republicana en la Universidad Central -uno de los primeros lugares donde fue colocada-, dirigiéndose luego los estudiantes hacia la Puerta del Soll. El 14 de abril, Amelia, en representación de los estudiantes, portó la bandera republicana en el relevo de la sede universitaria de San Bernardo a Puerta del Sol. Ese mes de abril, a raíz de los sucesos de San Carlos (revuelta estudiantil y ocupación de la facultad de Medicina pidiendo la libertad de los compañeros que habían firmado un manifiesto revolucionario), firmó, como miembro de la comisión elegida en representación de los alumnos de Pediatría, el acuerdo de no asistir a clase por «la actitud anti universitaria e indigna del profesor (Enrique) Suñer», catedrático de Pediatría, ultraconservador, primer presidente del Tribunal Nacional de Responsabilidades Políticas creado por Francisco Franco., 

El 15 de octubre 1931 se casó en Santesteban (Navarra) con Julio Ruiz de Alda, candidato a diputado por Navarra en las listas del Centro Constitucional de Francèsc Cambó y Gabriel Maura, cuyas elecciones no llegaron a celebrarse por la proclamación de la República.

Alumna predilecta de Juan Negrín (fisiólogo de renombre mundial, profesor universitario y presidente del Gobierno de la República entre mayo de 1937 y marzo de 1939), y elegida por su maestro para trabajar en el Laboratorio, en 1934 presentó y defendió la tesis doctoral Asimilación del ácido láctico: investigación experimental, sobre el origen, absorción, toxicidad y tolerancia y destino del ácido láctico en el organismo animal, convirtiendose en una de las primeras médicas pediatras de nuestro país.    

A través de ella Julio Ruiz de Alda contactó con Azaña, Prieto y Negrín buscando un acercamiento políticamente imposible entre ellos y José Antonio. Lo recoge el navarro Mariano Ansó, ministro de Justicia en el primer gobierno de Negrín, en su obra Yo fui ministro de Negrín«nadie como yo pudo conocer el afecto e interés que tuvo por esta discípula (...) Profundamente unida a su marido, muy pronto hizo participar a éste del afecto de su maestro, el doctor Negrín, creándose entre los tres una corriente de amistad cada día más firme (...) Y por primera vez me habló (Negrín) de su amistad con mi paisano Julio Ruiz de Alda, a quien consideraba su ángel guardián (...) Me hizo confidente de la simpatía personal con que miraba a luchadores como José Antonio y Ruiz de Alda, llenos de generosidad y patriotismo, aunque extraviados en sus tendencias y métodos, infinitamente más extranjerizantes de lo que ellos pensaban (...) En cuanto a su relación con Julio Ruiz de Alda, no pasaba de lo personal, aunque con raíces indestructibles».

Por su parte, Julián Zugazagoitia, director de El Socialista, afirma en Guerra y vicisitudes de los Españoles: «Parece que él (Negrín) había sido la persona a quien los falangistas, utilizando como vehículo a una discípula suya (Amelia), se habían dirigido tratando de conquistarle y conquistar a Prieto para su movimiento. Esa misma discípula (Amelia) de nuestro camarada, a quien profesaba un sincero afecto, le tuvo avisado de que existía el propósito de atentar contra su vida (...) Siempre he creído que el apasionamiento de Negrín (...) procedía de los informes más o menos concretos que pudo obtener de aquella discípula suya, que habiendo figurado en los cuadros más liberales de los estudiantes de Medicina, se había unido, inmediatamente después de su casamiento, a las ideas falangistas de su marido que habían de ocasionarle luto de viudez y prisión de sospechosa. Me consta de ella que sigue conservando por su profesor la misma devoción de siempre, lo que es bien lícito, ya que él le testimonió, durante el tiempo de su cautiverio, un afecto por encima de toda clase de molestias».

Jesús Galíndez (jurista, miembro del Comité-Delegación del PNV en Madrid dedicado a proteger la vida de los vascos residentes en la capital), que atraído por su personalidad varias veces la visitó en la cárcel, no opina igual sobre su vinculación al falangismo. Según escribe en Los vascos en el Madrid sitiado, «para nadie era un secreto la divergencia política estridente del matrimonio, lo que no era obstáculo para que estuvieran profundamente enamorados […] La conocí a primeros de 1937; aún no sabía la suerte corrida por su esposo y de momento no osé comunicársela; meses después sería yo mismo quien se lo dijera (...); su actitud fue serena». En contra de los que dice Galíndez, hay evidencias de que conocia el asesinato de su esposo desde poco despues de que se produjera.

Tenga razón Zugazagoitia o Galíndez (igual que este opinan Negrín e Irujo, como veremos más adelante, aunque su opinión pueda estar condicionada por la prisión de Amelia), lo cierto es que después del fusilamiento de su esposo, ya en libertad se integró en la sociedad: en 1938 fue nombrada Asesora Nacional de Sanidad y Puericultura, y regidora nacional de las organizaciones Juveniles Femeninas. En 1940 y años siguientes fue directora del cuerpo facultativo del Hospital Niño Jesús de Madrid. En 1944 accedió al cuerpo de Médicos Pediatras del Estado, y en 1948 obtuvo el Premio de la Sociedad de Pediatría de Madrid por un trabajo historiográfico sobre Guillaume de Baillou, médico francés considerado el primer epidemiologo tras Hipócrates, que en 1580 escribió el libro Epidemiorum, en el que describía todas las enfermedades infecciosas entonces conocidas.

El fusilamiento de Zugazagoitia, que la había solicitado como testigo en su juicio (el tribunal no la aceptó), y la gran represión franquista, la llevaron a abandonar la política, desapareciendo de la actividad pública excepto en los homenajes a su esposo. En su alma pesarían siempre las muertes que la España roja y la España azul se habían cobrado, especialmente en su familia y amigos, lo que la apartó del Régimen.

Lo prueba el que los autores falangistas no la mencionan en sus obras. Pero mantuvo contactos. Así, en la boda de su hijo actuaron como testigos los ministros del Aire y de Agricultura, y asistieron los exministros falangistas Raimundo Fernández-Cuesta y Rafael Sánchez Mazas.

 

La curtiduría que el bisabuelo de Julio creara en 1830, fue ampliada hacia 1910, creando el embrión de la futura fábrica de curtidos que con el nombre de "Hijos de Silvio Ruiz de Alda" se inauguró el 29 de octubre de 1930. Se puede decir que fue obra de Julio, a cuya gestión, desde el fallecimiento de su padre en 1928, y hasta que se metió en política, se dedicó en cuerpo y alma. En la fotografía -edificio de la izquierda-, vemos cómo era a principios del siglo XX. En la galería superior se aprecian, sobre el antepecho, pieles tendidas y operarios que las manipulan.

El 17 de julio de 1936, víspera del Alzamiento, Amelia almorzó con Alejandro Gómez Spencer, su esposa italiana, y Liliana Ferlosio, tambien italiana y esposa de Rafael Sánchez Mazas, uno de los líderes de Falange. Curioso almuerzo. Amelia pudo haber sido enviada por su esposo en un intento por buscar una salida al conflicto que se avecinaba, pues Alejandro Gómez Spencer, aviador y piloto de autogiro, al día siguiente, 18 de julio, permaneció fiel a la República y evitó el alzamiento del Aeródromo de Alcalá de Henares, facilitando el control republicano de Madrid.

En la visita que hizo a su esposo el 28 de julio de 1936, mucho antes de que se extendiera el rumor de que los presos fascistas pensaban fugarse, y pocos días antes de que Julio fuera asesinado, es detenida, según Jesús Galíndez, «por el mero hecho de serlo (esposa de Julio); ya que su filiación política izquierdista era bien conocida por todos». Opinión compartida por Manuel Irujo: Es la señora de Ruiz de Alda, por cuya causa está detenida».

Tras la acusación de no ser afecta al régimen constitucional, es recluida en la cárcel de la plaza Conde de Toreno (antiguo convento de las Capuchinas). Félix Schlayer, Encargado de Negocios de la legacion diplomatica de Noruega en España, que durante la guerra desarrollo una gran labor humanitaria, en su obra Diplómatico en el Madrid rojo habla del aumento exponencial de la poblacion carcelaria en la capital, calculando que en la cárcel Modelo había unas cinco mil personas, controladas por milicianos de organizaciones políticas.

El 4 de noviembre, hacia las 10 de la noche, se presento en la cárcel un grupo de milicianos portando una lista de diecisiete mujers que debian prestar declaracion ante un Tribunal, anunciando a gritos su libertad -escusa habitual en las sacas-. Sospechándolo Amelia, desconfiando de las verdaderas intenciones de los milicianos, conociendo lo que había pasado con su esposo, y habiendo sido advertida por alguna monja de la existencia de una lista y del fin que perseguian, tomó una iniciativa que les salvó la vida. Antes de que se abrieran los cerrojos se dirigió a sus compañeras: «quietas, no moveros hasta que yo salga, no armar ruido». Cuando la miliciana leyó la lista, se adelanto Amelia, y le dijo «que como el Gobierno rojo había dado órdenes de no salir de casa desde las 8 de la noche, no salían». Amenazadas por la miliciana, Amelia le advirtio rotunda: «cuidado con lo que hacen, porque Uds. matarán a diez o a quince, pero las demás presas no dejan de Uds. ni los restos», mostrando las presas la determinacion de morir antes en la cárcel que en una cuneta.

Lo cuenta Schlayer: «Al querer llevarse a las diecisiete mujeres, se encontraron con que el largo corredor, al que daban las celdas del convento, lo llenaba unas mil doscientas presas. Éstas ya habían oído hablar de las intenciones de los milicianos recien llegados, y se negaban a dejar pasar a las milicianas. A las diecisiete mujeres en peligro las tenían en el centro del grupo que formaban, y era imposible llegar a ellas a traves de aquella muralla humana. Hasta las tres de la madrugada aquellos tipos intentaron, con toda clase de amenazas arrancar de allí a sus víctimas; pero vistas de la invencible actitud de aquellas presas, tuvieron que alejarse sin conseguir su objetivo».

Pensando en que volvieran a intentarlo, Schlayer, junto con el Dr, Georges Henny, Delegado del Comité de Cruz Roja Internacional, intervinieron ante las autoridades de la prisión, haciéndoles ver las consecuencias, y, tras varas horas de debate, «A las diez de la noche pudimos retirarnos con la promesa de que no se cometería el crimen y que se rechazarían las amenazas que vinieran de fuera».

Edgardo Pérez Quesada, Encargado de la legacion argentina por estar ausente el embajador, tuvo una importante labor humanitaria en ambos lados de conflicto, habla de los rigores carcelarios que tuvo que sufir, y señala que en torno a la «entereza inverosimil» de Amelia se aglutinaron todas las presas y la consultaban constantemente. Según Edgardo, el objetivo principal de la saca era Amelia Azarola, que era la que cohesionaba al grupo y siempre había presentado una actitud firme ante los guardianes, por lo que «las presas no se dejaron arrebatar a la compañera extraordinaria y ejemplar».

Días despues, cuando les dijeron que iban a ser trasladadas al Asilo Hospital San Rafael, habilitado como cárcel de mujeres, temiendo ser sacadas para su fusilamiento, se negaron al traslado si no estaba presente Schlayer. Cuenta éste que «Cuando llego a Conde de Toreno con el Dr. Henny vio que en el patio se encontraban formadas todas las mujeres observando en ellas que estaban dispuestas a dejarse matar allí mismo antes de entregarse al riesgo de que los milicianos las mataran en el traslado. Le sorprendió mucho ver la brava actitud de estas mujeres, pues no solo se resistian pasivamente al traslado, sino que tambien denostaban a las milicianas con fuertes insultos y, dirigiéndose a ellas con vocabulario muy crudo, las culpaban de las muertes de sus hijos y maridos». Acompañadas de sus protectores, las presas fueron trasladadas sin problemas.


En la posguerra, los intereses económicos de la familia tuvieron un fulgurante desarrollo (en aquellos años la curtiduría no pasaba por buenos momentos), diversificando los negocios y haciendo de Estella su coto industrial. Así, mientras los propietarios iban al exilio, de San Sebastián llegó la maquinaria y algunos trabajadores de una empresa de calzado con la que crearon Canasa (se cerró hace unos veinticinco años); cuando Félix Ros San Martín inventó una lavadora, con él se asociaron para crear la empresa de electrodomésticos Agni, que en 1969 fue absorbida por SuperSer, para acabar ambas en manos de la alemana Bosch-Siemens (en 2025 cerró las plantas navarras); también crearon una empresa de plásticos (vemos su morro en el ángulo inferior izquierdo de la fotografía), ahora en manos de la alemana Renolit, y, en Pamplona, la química Inquinasa, hoy propiedad de Huntsman. En la fotografía, la fábrica de curtidos en su época de esplendor.

El 8 de febrero de 1937 comparece ante el Juez de Instruccion, negando pertenecer a algún partido político; haber realizados propaganda de ninguna clase, ni en pro ni en contra del régimen republicano; y no haber tenido conocimeinto previo de la sublevacion, ni ella ni su esposo. Antes de firmar la delcaración hace constar que «en sus exposiciones públicas ha defendido siempre su criterio republicano».

Para avalar su declaración solicita como prueba que se pida testimonio a los ministros Juan Negrín (Hacienda) y Manuel Irujo (sin Cartera), quienes al exhorto del juez responsable del Juzgado de Instrucción de Urgencia nº 7 de Madrid, de fecha 4 de marzo de 1937, responden:

Negrín: que «fue una de las organizadoras de las federaciones universitarias estudiantiles, colocándose siempre en la vanguardia de los grupos liberales juveniles que representaban la opinión izquierdista de la política. Cree incluso que ocupó cargos en las juntas directivas de estos organismos […] Que su matrimonio con Ruiz de Alda no influyó en sus ideas políticas y que simpatizaba con todo lo que representaba lealtad para la República instaurada el año 1931. Siempre manifestó que su unión conyugal no suponía para ella una abdicación en la manera de pensar […] Que estima un deber testimoniar que Amelia Azarola merece en su concepto todo nuestro respeto, y que duda que nadie pueda culparla de actividades políticas contra el régimen, ni demostrar relación alguna con la sublevación militar». También expone el fusilamiento de su tío Antonio.

Irujo: que «casada con Ruiz de Alda, conservó su significación contraria a la de su marido. A ello condujo a Amalia Azarola su educación en la Escuela Libre, cuya influencia siguió después de casada […] Que la distancia del modo de pensar de ambos era notoria y expresiva, hecho del cual responde el informante de ciencia propia como testigo de vista que presenció las conversaciones y tomó parte de ellas […] Que podía asegurar sin temor a equivocarse que Amelia no fue fascista jamás; que nunca tuvo contacto con esa organización, que no participó en las actividades de su marido; y que ni directa ni indirectamente tomó parte en la preparación y desarrollo del movimiento de subversión […] Afirmo pues, con arreglo al sentir de mi conciencia, que Amelia Azarola no puede ser reputada como desafecta al Régimen» republicano. Además, Irujo envió al director general un telegrama en el que decía que estaba dispuesto a recibir en su casa a Amelia por ser hija de un diputado republicano al cual le unen relaciones personales.

El Juez también preguntó al presidente de la comunidad de vecinos donde vivía. La respuesta fue que Amelia nunca hizo actividad ni comentario alguno en contra del régimen constituido, y que en las conversaciones tenidas con ella siempre se manifestó en sentido izquierdista.

Las declaraciones de Negrín e Irujo son tan contundentes que el fiscal retira las acusaciones y el Tribunal dicta sentencia absolutoria. Sin embargo, José Cazorla (socialista pasado al comunismosucesor de Santiago Carrillo en el cargo de Delegado de Orden Público, obsesionado con la eliminacion de los partidarios de los rebeldes en la zona republicana) se niega a ponerla en libertad y la mantiene retenida de cara a un posible canje. Enterado Galíndez de que Amelia ha sido trasladada a los calabozos secretos habilitados en el antiguo convento de la Ronda de Atocha (en la checa de Atocha se recluía a los quintacolumnistas «hasta hacerles declarar»), lo comunica a Irujo, que interviene y Amelia es enviada a la Prisión Modelo de Alacuás (Valencia), antigua Casa de Ejercicios Espirituales de los Jesuitas habilitada como cárcel femenina por Irujo, donde el Gobierno hospedaba con mimo a las mujeres canjeables. Allí permanece desde el 31 de abril de 1937 hasta el 7 de julio del mismo año.

El año 1991 la fábrica de curtidos "Hijos de Silvio Ruiz de Alda" fue absorbida por una empresa catalana, y trasladada al polígono de Villatuerta, donde hasta 2025 subsistió con el nombre de Tenerías Omega, y hoy está en manos de otra empresa. La fotografía, tomada en marzo de 1993, muestra la demolición de la fábrica estrella de la familia, en cuyo lugar hay hoy una hermosa campa de hierba. Hoy, la familia, apenas tiene intereses en Estella, y sus miembros, establecidos fundamentalmente en Madrid y Barcelona, han poseído y poseen diversos intereses, como las cadenas de restauración rápida Pokin´s, Bocatta, Lactuca en la Ciudad Condal. Un nieto de Julio ha tenido fallidas incursiones en históricas fábricas de loza y porcelana, como San Claudio o la Cartuja.

Según Amelia, la vida en ese establecimiento se deslizaba apaciblemente, con las comodidades de un hotelito: «se nos trata con tal corrección, que en ocasiones olvidamos nuestras condiciones de reclusas». Amelia, que se encargaba de la enfermería y daba charlas de puericultura, era muy respetada por el director de la prisión e influía sobre él para que la reclusión resultara más benigna para las presas. En la cárcel curó de meningitis a un hijo recién nacido de Pilar Jaráiz Franco (sobrina del Dictador). Lo narra en Historia de una disidencia: Cuando «empezaba a andar se nos cayó de cabeza en el corredor, empezo con vómitos y tenía un aspecto muy malo. Amelia lo vio y dijo que era un amago de meningitis. Desde ese momento hizo todas las gestiones precisas, que fueron muy trabajosas, para buscar el instrumental adecuado para hacer la puncion lumbar. Cuando estuvo presparado, sobre una cama y con una mala luz, hizo la intervencion y el líquido, en efecto, salió turbio de sangre. El niño estuvo bueno en pocos dáis y no le quedó ningún rastro. Era una mujer extraordinaria y en todo el tiempo de cautiverio lo demostró».

María Teresa Lucia Mingarro, hija de un dirigente de la derecha regional valenciana, que ingreso en Alacuás con 18 años, dice que «Amelia era alta, guapa, elegante, me quería mucho. Era el médico y estaba en la clínica de abajo (...) Cuando enfermabamos, todas íbamos corriendo a la clínica, nunca nos tenía arriba en las celdas».

Pilar Millán Astray, también presa, cuenta las privaciones y vejaciones a que estaban sometidas, poniendo énfasis en Julián Moreno López, director del centro, a quien tilda de «sabueso miserable; chulapo encanallado». Se acuerda de las largas horas de trabajo en el taller, donde confeccionaban ropa destinada a prisiones, hospitales y el Ejército. Según la documentacion de la Direccion General de Prisiones, producian diez veces más barato que los precios ofrecidos por los Sindicatos del Vestido.

El 8 de agosto la visita Irujo en Alacuás, quedando impresionado por su estado físico y psíquico. Trasladada a Barcelona, después de una nueva intervencion de Negrín, a principios de mayo de 1938 es canjeada, recobra la libertad y se traslada a Estella, donde debía de estar su hijo. 

Tras la exhumacion de los restos de Julio, acude a su funeral y entierro, vestida de negro y sin derramar una sola lágrima. A partir de ese momento, siempre vistio de luto. 

 

Amelia Azarola falleció, en su Santesteban natal, el 20 de agosto de 1994.

Su único hijo, Juan Antonio, nacido en 1933, cuyo nombre parece deberse a la relación que Julio tenía con Juan Antonio Ansaldo, cursó la carrera de Empresariales en España y fue uno de los primeros españoles en obtener un máster en Harvard.

Sin vinculaciones políticas, inició su vida laboral en el Banco de Bilbao; cofundó Banif, primera entidad española en gestionar grandes fortunas; trabajó en el Banco Hispano Americano, casándose con Pilar Moreno Tozer, hija de uno de sus históricos directores generales; volviendo al Banco de Bilbao, donde presidió su filial Banco de Comercio. 

Secretario general del Fondo de Garantía de Depósitos, por el gobierno de Felipe González fue nombrado subgobernador del Banco de España, y al cesar en este cargo, dirigiéndose en julio de 1988, con el segundo de sus diez hijos, Miguel, de 19 años, a disfrutar de «unas vacaciones, algo que no he podido hacer en muchos años», ambos fallecieron en la carretera Sevilla-Badajoz, término de Santa Olalla, al chocar frontalmente con un camión que circulaba por la izquierda.

En su etapa de gestor público, junto con Mariano Rubio, gobernador del Banco de España, culminó uno de los mayores saneamientos del sector financiero español. La máxima de Juan Antonio se resumía en que está bien que las instituciones financieras ganen dinero, pero no que luego lo repartan sin control. Desde su puesto, forzó la creación de provisiones para los fondos de pensiones de los trabajadores, para el riesgo-país, y para cualquier tipo de crédito que bancos y cajas hubieran concedido por muy bueno que fuera el cliente (El País, 13-07-88). 


Los fundadores de Falange Española, en el Teatro de la Comedia, el 29-10-1933, primer día en que Julio habló en público. De izquierda a derecha, Julio Ruiz de Alda, Alfonso García-Valdecasas y José Antonio Primo de Rivera. 

Pablo Rada Ustárroz, de familia humilde, hijo de Juan de Dios Rada, un carpintero que murió cuando Pablo tenía quince años, y de Raimunda Ustárroz, nació en Caparroso el 30 de junio de 1901. De muy joven comenzó a trabajar en la herrería del pueblo; pasó a los talleres de Múgica, Arellano y Cía, arreglando maquinaria agrícola por los campos, y con dieciséis –otros dicen que con diecinueve- años entró como mecánico en la Azucarera de Marcilla, de donde fue despedido (1920) por participar activamente en la huelga convocada por el Sindicato Único. Hasta ese momento había tenido que simultanear el trabajo con la asistencia a clases nocturnas en la escuela del pueblo.

El despido le permitió estudiar peritaje mecánico en la Academia de Cervera (Valencia), colocándose en una compañía de transportes marítimos de Palma. En 1924, habiendo conseguido el título de mecánico ajustador, inicia la mili obligatoria en el Regimiento de Artillería Ligera nº 11 de Burgos. Pide acudir al Curso de Mecánico de Aviación convocado en Cuatro Vientos (Madrid), sacando el número uno de los 160 que se presentaron. Al acabar es destinado a la Escuela de Tiro y Bombardeo del Aeródromo de Los Alcázares (Murcia), de donde pasa a la base de hidroaviones El Atalayón (Melilla), donde participa en la Campaña del Rif, destacando por su arrojo y temeridad, y trabando una profunda amistad con Ramón Franco, hasta el punto de considerar decisiva la influencia de Rada en la deriva política del menor de los Franco.

Ramón Franco lo describe así: «tenía salud fuerte, inteligencia, peso reducido, desinterés, sacrificio, arrojo hasta la temeridad, hombre de pocas palabras, y por otro lado necesitaba recompensar a este muchacho que conmigo había compartido los peligros de la guerra, a quien en vuelo muchas veces las balas contornearon su silueta. Otras veces, con grave peligro, se salía en vuelo por las alas y cubierta del hidroavión para evitar que una pequeña avería reparable pudiera convertirse en algo irreparable, sin preocuparse ni de quemaduras producidas por los gases de escape, ni de que una hélice pudiera alcanzarle, como de hecho pasó cuando una le hirió en el tobillo, por lo que tuvo de estar un mes sin poder hacer servicios. Tampoco tenía miedo a que la velocidad del avión pudiera precipitarle al vacío. Muchas veces, después de estar trabajando día y noche sin parar, tenía que aprovechar los cortos minutos del vuelo entre Melilla y el campo enemigo para dormir algo, ya que durante la noche tenía que revisar, preparar y cargar el hidroavión para salir al día siguiente de madrugada». Con esta experiencia y opinión, se comprende que lo eligiera para acompañarlo como mecánico en el vuelo del Plus Ultra entre España y Argentina, previa adscripción a la Escuadrilla DH 9ª, en Nador, para que aprendiera el motor Naper Lion (Rada atendía un motor Wall Eagle).

Durante el vuelo del Plus Ultra, mientras Franco guiaba el hidroavión y Ruiz de Alda iba de observador, Rada, rodeado de bidones de gasolina, atendía al ruido de los motores. En ese vuelo, además de lo señalado en la primera parte de este trabajo, en cierta ocasión, en pleno Océano, cuando cerca de Pernambuco (Brasil) el hidroavión empezó a perder altura en medio de una tempestad, se subió a un ala del aparato, y cuadrándose se ofreció a lanzarse al mar para aligerar el peso de la aeronave. Gesto que imitó Ruiz de Alda. En Río de Janeiro, en un vuelo de prueba, al incendiarse una tubería de gasolina del motor, Rada se desnuda y la apaga con su ropa y su cuerpo, sufriendo quemaduras en el vientre, que tardan en curar (ya lo decía la copla: “…si no por el culo de Rada se incendia el avión…”). Poco después de despegar de Montevideo, se produce la rotura de una tubería, y Rada, en pleno vuelo, la sustituye por otra de goma, para lo que trepa sobre el ala con el avión volando a unos 200 km./h.

Estas o otras hazañas, divulgadas por la prensa, unidas a su origen humilde, con el que se identificaban las clases populares, y su simpatía personal, hicieron que, a pesar de su papel secundario (mecánico), alcanzara una notoriedad y popularidad superior a la de sus compañeros de expedición. Los obreros argentinos lo llevaron en andas, y las mujeres, fuera cual fuera su condición social, se le ofrecían para lo que deseara, viéndose obligado Franco, con frecuencia, a rescatarlo de entre sus admiradoras. En Brasil, por ejemplo, perdido en medio de las fiestas, Ramón Franco mandó a la policía a rescatarlo, y lo confinó en el hotel poniendo vigilancia para que no pudiera abandonarlo. Atracción que conservó toda su vida: se cuenta que estando exiliado en Francia, no pudo ingresar en la Masonería porque el día anterior a su ingreso fue encontrado en la cama con la esposa del Gran Oriente.

El regreso a España, debido a que el Plus Ultra fue regalado a la Argentina (existen rumores de que fue regalado para ocultar las pruebas del espionaje industrial de que había sido objeto, lo que alteró el plan previsto de regresar volando de Argentina a España pasando por Terranova), no lo hizo con sus compañeros de expedición, teniendo que quedarse a prepararlo para la entrega.

 

La plana mayor de la Falange, en fotografía de Santos Yubero. Con un cigarrillo en la mano, Julio Ruiz de Alda; abriéndose el abrigo, José Antonio Primo de Rivera.

Una vez regresado, Alfonso XIII le condecoró con la Medalla Aérea, la más alta condecoración militar en tiempos de paz, y con la Medalla de Oro del Trabajo, concedidas ambas «por los méritos excepcionales durante el vuelo del Plus Ultra al contribuir de forma decisiva, con su esfuerzo, al éxito de la empresa tan gloriosa»; la casa Ford de Madrid le regaló un automóvil; los alemanes, una moto; los obreros de Huelva, un martillo de oro; a ambos lados del Atlántico se hicieron colectas que lo llenaron de dinero; Pamplona lo nombró hijo adoptivo; y en su pueblo se recogió dinero para regalarle la casa en la que había nacido, además de nombrarlo hijo predilecto y poner su nombre a una calle.

En el proyecto de dar la vuelta al mundo volando, ideado por Ramón Franco, y abortado al tener que amerizar cerca de Faro (Portugal), Rada tuvo que permanecer mucho tiempo en el agua reparando la vía de agua que sufrió el aparato, lo que le produjo una pulmonía de la que nunca se recuperó del todo.

Abandonado el Ejército -lo que le impide participar en el frustrado vuelo entre España y Nueva York- se casó con María Luqui, apodada la Malagueña, bella muchacha de su pueblo, a la que al llegar la República abandonó, secuestrando a sus hijos. La madre, para recuperarlos, y evitar que Rada conociera su intención, salió del pueblo oculta en un carro de paja, montó en Tafalla en el tren, llegó a Madrid, los cogió, y volvió al pueblo, donde pasaron penurias y estrecheces mientras el padre llevaba una vida licenciosa y derrochona.

En Madrid se dedicó a la mecánica; en 1930, en Getafe, obtuvo el título de piloto civil; y se convirtió en un golfo divertido, uña y carne de Ramón Franco, iniciando una frenética actividad política vinculada al anarquismo, que le acompañó toda su vida.

El último año de la Monarquía, volando con su inseparable Ramón Franco, fue el encargado de tirar bombas sobre el Palacio Real –no las tiraron, como relato más abajo-, teniendo que exiliarse en París, donde vivió a costa del dinero que Francisco Franco envió a su hermano Ramón.

Al proclamarse la República vuelve a España y solicita su ingreso en la Aviación Militar. Al no convalidarle el título, lo solicita como piloto de complemento, lo que tampoco consigue por carecer de los estudios exigidos. Tiene que llegar la guerra para que se le reconozca el grado de oficial de aviación.

Aumentando su actividad anarquista, el 11 de mayo de 1931 encabezó a los que con bidones de gasolina, que autorizado por Franco había cogido en Cuatro Vientos, intentaron incendiar los locales de Prensa Española, editora de ABC. También fue uno de los que dirigieron la quema de conventos, y participó en la sublevación de Cuatro Vientos (el 15 de diciembre de 1930, tres días después de la sublevación de Jaca, un grupo de militares, dirigidos por el general Gonzalo Queipo de Llano y el comandante de aviación Ramón Franco, tomaron el aeropuerto).

Con Antono Rexach como piloto, hacen la guerra por su cuenta en misiones arbitrarias, por lo que se les niega la posiblidiad de seguir volando. Rada es destinado a comprar armamento en Francia, siendo acusado de dilapidar 20 millones de pesetas que Largo Caballero le entregó para comprar unos aviones que nunca llegaron.


Julio Ruiz de Alda. Fotografía, y dibujo de Crispín. Respecto a la Falange, en Navarra se dio un curioso efecto: al ser un partido sin arraigo en el pueblo (como muestra de la escasa entidad que tenía la Falange antes de la guerra, Paul Preston dice en su obra "El holocausto español", que en las elecciones de febrero de 1936, el partido liderado por Primo de Rivera y Ruiz de Alda sólo obtuvo 45.000 votos en el conjunto de España, el 0,4% del censo), cuando se produjo el alzamiento militar, mucha gente de izquierdas, temiendo por su futuro, se hizo falangista. Entonces, para hacer méritos y borrar su pasado, mientras el requeté estaba en el frente, muchos neofalangistas, en la retaguardia, se dedicaron a "hacer limpia" y "pasear" a quienes eran testigos de su actividad anterior y podían delatarlos. En otros casos, los "paseos" fueron por venganzas y envidias. Pero en aquellos pueblos en los que quedaron carlistas de cierto peso, no se produjo ningún fusilamiento.

En septiembre de 1931, Pablo, debido a su actividad política, radical y revolucionaria, ingresa como preventivo en la cárcel de Sevilla. El director del penal, orgulloso de tener preso a un héroe del Plus Ultra, en vez de encerrarlo en el pabellón de los comunes lo instala en una celda individual. Entre las atenciones que recibe, un preso común, carterista, al que llamaban el Potaje, que tenía libertad de salir y entrar en la cárcel para adquirir lo que le pedían los presos distinguidos, todas las mañanas le lleva el desayuno que compra en un bar próximo.

Cierto día, aprovechando la ausencia del oficial de guardia, del cambio de turno, y de que el guardia de puertas, recién llegado, no conocía a los presos, sale el Potaje junto con un ayudante; regresan con las bandejas de desayuno, y aprovechando que el guardia de puertas no los ha visto entrar, vuelve a salir el Potaje, con Rada como ayudante, a devolver al bar las bandejas. Ya en la calle, Rada monta en un coche que lo esperaba y huye.

El guardia sospecha, va a la celda de Rada y encuentra una carta de despedida para el director de la prisión, que a consecuencia de la fuga es cesado. La policía lo encuentra en una pensión, con el nombre falso de Julián Fernández, estudiante de Ingeniería. Tenía un revolver y cuatro documentos de identidad falsos. Lo encierran en la prisión de seguridad de Puerto de Santa María, de donde con otros veinticinco presos se fuga por un túnel que habían excavado. La mayoría son encontrados, pero Rada permanece huido más de dos años, hasta que al decretarse una amnistía se presenta en comisaría.

En 1936, junto con Antonio Rexach se presenta a las elecciones como diputado del Partido Andalucista de Blas Infante. Al acabar la guerra emigra con sus hermanos a Venezuela.

Después de 30 años de exilio, y tras varias intervenciones quirúrgicas, gravemente enfermo regresa a España para poder fallecer en la Patria. Francisco Franco, en «atención a ser el último superviviente de la gesta gloriosa del Plus Ultra», y a su enfermedad terminal, haciendo una excepción (el resto de los militares republicanos tuvieron que esperar a la llegada de la Democracia) le reconoce el título de comandante con carácter honorífico.

Ingresado en el Sanatorio Naval de Los Molinos, fallece el 18 de mayo de 1969. Se recoge así el óbito: «En el Sanatorio de la Armada Española ha muerto hoy, a las 9 de la noche, Pablo Rada, que fue mecánico del histórico vuelo del Plus Ultra. La muerte le sobrevino a consecuencia de un colapso cardiaco. Esta noche se espera que lleguen al sanatorio sus hijos. Se cree saber que sus restos mortales recibirán sepultura en Logroño. Pablo Rada Ustárroz regresó a España el pasado 19 de febrero, procedente de Caracas, y gravemente enfermo fue de inmediato trasladado en una ambulancia al Sanatorio de la Marina en Los Molinos. Había sufrido en Caracas dos operaciones de vesícula biliar, y al agravarse su estado en tierras americanas manifestó su deseo de regresar a la Patria, de la que faltaba hacía más de 30 años. Contaba 77 años de edad».

Contra lo anunciado, y a pesar de que sus dos hijos, Pablo y María Delia, viven en Pamplona, es enterrado en el Panteón de la Armada. Al entierro asisten representantes de la Armada, encabezados por el comandante médico Belascoáin Romero, y del Ejército del Aire, representados por Sánchez Quirós.

En La Dehesa de la Villa (Madrid), dos calles que se cruzan llevan los nombres de Aviador Franco y Mecánico Rada. Los dos amigos permanecen unidos.


De pie, en primer término, Julio Ruiz de Alda, carné nº 3 de Falange, habla en un mitin. 

Ramón Franco Bahamonde, cuarto hijo del matrimonio formado por Nicolás Franco Salgado-Araujo, oficial de la Marina de ideas liberales, y de Pilar Bahamonde Pardo de Andrade, ferviente católica y seguidora de las directrices morales de la Iglesia.

Más listo que su hermano Francisco, el dictador, heredó de su padre Nicolás (en 1907 abandonó el hogar familiar en El Ferrol para instalarse en Madrid) el gusto por el juego y la vida alegre, lo que le llevó a frecuentar «timbas, burdeles, teatrillos y fiestas hasta el amanecer». Simpático, hablador, juerguista y revoltoso, con tendencia enfermiza hacia el exhibicionismo, en Melilla subió desnudo a un escenario y raptó a la corista. En otra ocasión, portando solo el correaje y la pistola, se presentó desnudo ante su superior. Era frecuente verlo caminar sin ropa por el paseo marítimo de Los Alcázares, nos dice Francisco Escartí.

Modesto Madariaga dijo de él: «joven, díscolo y extremista, pero extremista puro, sin la menor idea del sentido de su extremismo, que no sabía si era de derecha o de izquierda». Más popular que el más famoso de los toreros, perseguido por todo, combatiendo a todos.

Recordándolo, su primera esposa, Carmen Díaz Guisasola, con la que para eludir la autorización real se casó a escondidas en Hendaya, enemistándolo con el dictador Primo de Rivera y con su hermano Francisco, lo describe así: «no era alto, apenas un metro sesenta centímetros, tenía algo de tripa, y su pelo rizo había comenzado a desaparecer, pero yo no veía nada de eso. Sólo sus ojos verdes, arrogantes, que te taladraban, pero que escondían algo: traumas, miedos, complejos, rencor hacia los niños que le recordaban el abandono de su padre y el odio a la sociedad mezquina y chismosa de El Ferrol de entonces».

«Muy seguro de sí mismo, valiente, impulsivo, mujeriego y cariñoso, me atrajo su fuerza, su personalidad (...) y su divertida locura (...) Me enamoré de él totalmente, porque toda su persona, una desarreglada persona, por cierto, que siempre llevaba el uniforma arrugado, emanaba un extraño magnetismo y un atractivo que lo convertía en el príncipe azul de mis sueños de colegiala» (Carmen, nacida en Castro Urdiales e hija de un acaudalado ingeniero propietario de un taller automovilístico en Irún, había vivido y estudiado en París; tenía diecinueve años y él veintisiete).

El matrimonio duró hasta que Carmen, que creía ser lo que «él más quiere en este mundo (...) y después de mí, la aviación» (declaraciones en enero de 1928 a la revista Estampa), al enterarse de la doble vida sentimental que lleva (Monchín, como cariñosamente le llamaba, tenía en Barcelona una amante embarazada de seis meses, a la que los amigos de Ramón llamaban la Chacaladespreciada, ninguneada, frustrada, e incapaz de darle un hijo, considerándose «su capricho, su juguete, la niña joven que le prepara la comida, le plancha la ropa y, de tarde en tarde, le da un instante de placer», acogiéndose a la Ley republicana de 2 de marzo de 1932 le fuerza al divorcio.

Divorciado, Ramón, que a sazón dirigía la Oficina de Mandos de la Aeronáutica en el Ministerio de la Guerra, se casa con Engracia Moreno Casado, su amante, muchacha de veinte años, de gran belleza, que trabajó en un circo y había posado de modelo para la célebre alegoría de la Segunda República. Había nacido en Alcubilla de Avellaneda (Soria), donde su padre era herrero.

Divorcio y matrimonio que no aceptó su cuñada, la mujer de Francisco Franco (lo dominaba, en su presencia siempre estaba cohibido; le decía ¡Cállate, Paco!, cuando pretendía imponerse en algua discusión, y para ella nunca dejó de ser el comandantín de los primeros tiempos de Oviedo), logrando que a Engracia, ya viuda, le hicieran la vida imposible, y que sobre su hija, Ángeles Franco Moreno, montaran una historia que negaba su paternidad, e intentaran anular su inscripción en el Registro Civil.

Hija que el 3 de febrero de 1976, pocos días antes de que se cumplieran los 50 años de la llegada del Plus Ultra a Buenos Aires, estando en estado terminal en el Hospital San Pablo (Barcelona), por medio del Doctor Puigvert, cumpliendo el deseo de sus difuntos padres, entregó al embajador argentino en España el sextante del Plus Ultra que su padre había conservado como recuerdo, (del que decía que si «el hidroavión fue el cuerpo; el sextante fue el espíritu»), para que fuera depositado junto, al hidroavión, en el Museo de Luján (Buenos Aires). Sextante de la casa C. Plath, de Hamburgo, que Ramón Franco pagó de su bolsillo.

En 1920, obtenido el título de piloto de aviación, con 24 años cumplidos es destinado con el grado de teniente al Protectorado Español de Marruecos, donde participa en más de 120 misiones aéreas. En el norte de África se integra en la población local hasta el punto de hablar árabe, vestir chilaba y, para escándalo de sus paisanos, leer en público el Corán. De esa etapa, por su arrojo y sus actuaciones temerarias, a la Medalla Militar Individual sumó el apodo de el Chacal, del que se sentía orgulloso.


Asesinado Julio Ruiz de Alda, la viuda, Amelia Azarola, y su hijo Juan Antonio, acuden al funeral de su esposo y padre. 

Después del viaje del Plus Ultra, que trato en otro artículo de esta web, su envanecimiento, radicalismo y bandazos lo aíslan de sus compañeros, sufriendo frecuentes arrestos. Necesitado de prestigio, en 1928, en una gesta que bautizan como Numancia, fracasan en el proyecto inicial de dar la vuelta al mundo (tienen que amerizar cerca de las playas de Faro por avería en el aparato). El año siguiente, junto con Julio Ruiz de Alda, Eduardo González-Gallarza (ayudante de Alfonso XIII en esa época, futuro ministro del aire con Francisco Franco) y el mecánico Modesto Madariaga (Pablo Rada había abandonado el ejército, lo que le impidió participar), intentan llegar de Madrid a Nueva York, en vuelo de diez días (Los Alcázares-Azores, Azores-Halifax, Halifax-Nueva York, Nueva York-Washington, Washington-Terranova, y Terranova-Galicia), a bordo de un Dornier-16 no autorizado (el Gobierno había ordenado que fueran con un avión español).

El tiempo era muy malo. Ruiz de Alda apenas podía tomar datos de la posición. Con las primeras luces del día divisan en el horizonte lo que creen ser montañas y son nubes. La borrasca desvía su ruta, pasan de largo las Azores y, en medio del Atlántico, tienen que amerizar al acabarse el combustible. Lo recuerda Ramón Franco: «Tocamos agua a las ocho de la mañana del día 22 para orientarnos. Entonces no se nos había agotado la gasolina. Amaramos a algunas millas de las Azores, que habíamos pasado a causa de la niebla sin verlas […] Por el mar, y ayudándonos con los motores tomamos rumbo a las islas. El viento no nos dejaba avanzar, y a las cuatro horas de navegar así, a unas veinte millas de las islas nos quedamos sin esencia. Entonces el viento jugó con nosotros a su capricho. Nos llevó en direcciones distintas en un radio de 200 kilómetros, haciéndonos retroceder lo que antes nos había hecho avanzar y así describíamos una especie de gran círculo de un radio del cual afortunadamente no salimos […] Siempre recordaremos la noche del 27, fue terrible. El mar azotaba fuertemente el ala izquierda y veíamos desesperados destrozarse también el ala derecha. Además resistióse el alerón de la proa […] Fijaos si sería duro el mar que la punta del hidro, que es de acero, está abollada como si fuera de hojalata […] La situación era tan desesperada, y cuando más arreciaba el enorme temporal pensábamos en la necesidad de cortar las alas, pero afortunadamente no fue necesario».

La radio no funcionaba. Las artes de pesca que tenían preparadas las habían olvidado en la base. Todos los días lanzaban al mar una botella con sus coordenadas. El día 27 un ala queda sumergida porque le ha entrado agua. El hidro queda inclinado peligrando que una ola de través lo volcara. Madariaga, sujeto por la cintura con un cabo que los demás agarran, introduce en la otra ala el agua necesaria para estabilizar el aparato.


Pablo Rada tenía un tío en Buenos Aires, Esteban Aráiz Rodrigo, empleado en el hotel Apolo, que salió a recibirle y se fotografió con él.

Con el hidroavión convertido en barco, «Hacemos un recuento de los víveres […] Tenemos poca agua, y esta desaparece rápidamente. Tratamos de recoger agua de lluvia; después de un fuerte chubasco obtenemos escasamente medio litro de agua bastante sucia. Echamos mano entonces del último recurso: el agua de los motores, que suponíamos mala y casi imposible de beber. Nuestra sorpresa y alegría suben de punto al comprobar que es un agua clara e insípida, de la que disponemos el enorme tesoro de 130 litros, cuyo consumo tasamos en dos litros diarios. De los víveres que tenemos para ocho días hago pequeñas raciones para que duren un mes, y yo me encargo de ser su único distribuidor. Tengo que vigilar a Ruiz de Alda, que un día, acuciado por el hambre, cogió unas galletas y se las comió ocultamente. En broma le amenazamos con cortar unos filetes de su robusta pierna. En la cabina de los motores, en lo más alto del hidro, establecemos una severa guardia con relevo cada dos horas, en la que nos turnamos todos. Allí colocamos todo el arsenal de señales de que disponemos, incluso unos potentes gemelos de largo alcance, de mi propiedad, que la dejadez habitual de Ruiz de Alda dejó perder al bordo del Eagle (el navío que los rescató), y que habrán contribuido a reforzar el equipo de alguno de sus tripulantes ingleses».

«Nuestra situación, aunque incómoda y peligrosa, no deja de ser interesante. Mientras todo el mundo se esperaba la noticia radiotelegráfica que confirmase nuestra llegada a Horta, éramos como héroes de leyenda, abandonados en pleno océano; viviendo de nuestros propios recursos, en espera del auxilio ajeno que nunca llega, viendo con profunda inquietud cómo paulatinamente van desapareciendo nuestros escasos víveres y cómo los elementos, en lucha contra nuestro frágil cascarón, logran poco a poco abatir y vencer su resistencia».

Dos cruceros, con a cada dos hidroaviones, los buscan sin éxito, y, pedida la ayuda internacional, se monta un dispositivo en el que participan un total de trece naves de España, Gran Bretaña, Italia, Portugal y Francia. El 29 de junio de 1929, a las tres y media de la madrugada, cuando estaban a punto de perecer, por pura casualidad el portaviones inglés Eagle, que había dado por finalizada la búsqueda y regresaba a la base, los rescata y lleva a Gibraltar.

Cuando terminan las alegrías del regreso, investigaciones periodísticas descubren que Franco, en el último momento, había cambiado de aparato manteniendo la matricula del original, asignada por las autoridades. El Gobierno, desairado y en posición comprometida, le acusa de que en el cambio ha habido dinero de por medio, y le obliga a causar baja en el Ejército. Por su parte, Ramón Franco acusa al Gobierno del poco apoyo recibido, y, para desquitarse de la calumnia de haber aceptado sobornos de una compañía de hidroaviones extranjera, escribe el libro Águilas y Garras, secuestrado antes de su publicación (Años antes, con su novela corta Abel mató a Caín intenta ajustar cuentas con su hermano Francisco)

Como reacción, ingresa en la Asociación Militar Revolucionaria (AMR), organización secreta en contacto con los partidos republicanos. Acusado de dar armas a los anarquistas catalanes de la FAI, que preparan una insurrección, es encarcelado, y cada golpe que recibe en su orgullo lo precipita más y más hacia el anarquismo, en el que militaba su amigo Pablo Rada.

Amnistiado, sigue conspirando, y contra él se acumulan los cargos de provisión de armas y fabricación de bombas para hacer sabotajes, lo que asusta a sus propios compañeros. Interviene su hermano Francisco, a la sazón director de la Academia General de Zaragoza, pero Ramón no rectifica. Creyendo que Andalucía es terreno abonado, allí se dirige para predicar la sublevación entre los campesinos.


Ramón Franco y Julio Ruiz de Alda montados en un avión. Franco, tras el fracasado vuelo a Nueva York, escribió el libro "Águilas y garras", cuya difusión prohibió el Gobierno.

El 11 de octubre de 1930, anunciada una huelga general, y temiendo la sublevación de algunas guarniciones militares, es detenido al ser considerado líder militar del republicanismo, y acusado de relación clandestina con grupos políticos, contrabando de armas y fabricación de explosivos. Poco después logra fugarse con la ayuda de Pablo Rada, y desde la clandestinidad sigue conspirando y adquiriendo armas.

Ese mismo año, creyendo próxima la llegada de la República, mientras la policía de Mola detenía al comité revolucionario encabezado por Alcalá Zamora, Ramón Franco, junto con Queipo de Llano (tristemente famoso por su represión en Sevilla durante la sublevación militar), Hidalgo de Cisneros, y su inseparable Pablo Rada, se apoderan de varios aparatos y sobrevuelan Madrid lanzando octavillas contra la monarquía. También lleva bombas para lanzarlas sobre el Palacio de Oriente. Lo relata Ramón Franco en su obra Madrid bajo las bombas: «Me acompaña Rada, que se encarga de hacer el bombardeo. Llegamos sobre el palacio. Hay dos coches en la puerta. En la plaza de Oriente y explanadas jugaban numerosos niños. Las calles tienen su animación habitual. Paso sobre la vertical del palacio, dispuesto a bombardear, y veo la imposibilidad de hacerlo sin producir víctimas inocentes. Paso y repaso de nuevo, y la gente sigue tranquila, sin abandonar el peligroso lugar. Doy una vuelta por Madrid, regreso a palacio y no me decido a hacer el bombardeo. Si llevara un buen observador, precisaría uno de los patios interiores; pero Rada no es más que un aficionado, y no puedo responder del lugar donde caerán nuestros proyectiles».

Fracasado el intento, los conjurados huyen a Portugal -la nacionalidad uruguaya recibida en el raid del Plus Ultra lo libra de ser reportado a España. Pasan a Francia, ingresando Ramón en la masonería, y estableciendo contacto con republicanos exiliados como Indalecio Priego o Francècs Maciâ, y anarquistas como Buenaventura Durruti, los hermanos Ascaso y otros. Como anécdota, su hermano Francisco le envía dos mil pesetas porque un Franco no podía hacer el ridículo en el extranjero. «En París –cuenta su esposa- empieza a estar solo y a conocer la que será una constante en su vida política: el aislamiento; pues sus compañeros de aventura republicana no quieren ya saber nada de él».

Al llegar la República, inmediatamente regresa a España, y durante el viaje recibe la noticia de que Azaña, ministro de Guerra, le ha nombrado Director General de Aeronáutica para que reorganice el cuerpo. Miguel Maura reacciona: «Ya está aquí este loco que nos viene a perturbar la República».

Sigue conspirando: el 11 de mayo de 1931, al conocerse el rumor de que Juan Ignacio Luca de Tena había participado en el apaleamiento de un chófer que había dado vivas a la República, al frente de grupos incontrolados intenta incendiar los locales de Prensa Española, editora del diario ABC. Miguel Maura impide el asalto, pero dos tiros perdidos causan sendas muertes entre los asaltantes. La indignación crece, y aquella madrugada, dirigidos por Pablo Rada, se incendian iglesias y conventos con la gasolina que Rada ha retirado de Cuatro Vientos con autorización de Ramón Franco.

Celebradas las elecciones, obtiene dos actas de Diputado, una por Barcelona, en el partido de Macià, y otra por Sevilla en candidatura libertario-anarquista (era amigo de Blas Infante). Entra en las Cortes por Ezquerra Republicana de Cataluña, formando en la ala más radical. Su mala oratoria (los diputados tenían prohibido leer los discursos) lo tumba, se le reprocha su trayectoria política, y se salva de un suplicatorio por la ayuda de la masonería.

Abandona el Parlamento, y el gobierno de Alejandro Lerroux lo envía a Washington como Agregado Aéreo. Al producirse el Alzamiento militar, y ser revocado su cargo, regresa con su esposa e hija, y el asesinato de Julio Ruiz de Alda le lleva a unirse a su hermano Francisco, que, tras quedar absuelto de un expediente de depuración, el 23 de noviembre de 1936 lo destina a la base de Palma de Mallorca como Jefe de la Aviación Nacional en el archipiélago.

El 28 de octubre de 1938, contando 42 años de edad, el día en que las Brigadas Internacionales se despedían en Barcelona, dirigiéndose a bombardear la Ciudad Condal su aparato cae en barrena y desaparece en el Mediterráneo. No se conocen las causas. Unos lo califican de accidente por haber exigido demasiado al motor; otros, como su hermana Pilar, acusan a la masonería de sabotaje. Su hermano el Generalísimo Francisco Franco, no acude a su entierro en el Jardín de la Cruz de Palma de Mallorca. Restos que en 1963 son trasladados al mausoleo levantado en honor de los muertos de la aviación franquista durante la Guerra Civil.

Su primera mujer, Carmen Díaz, en las memorias dictadas en 1981 a José Antonio Silva, lo recuerda con nostalgia: «Aquí está escrita la historia de mi vida, al menos de su primera mitad. La historia del destino que me unió a un hombre inolvidable. Un hombre que en su corto paso por la vida despertó los más encendidos elogios y los odios más profundos. Su vida fue un torbellino, pues como tantos otros de nosotros, como un español más, su peor enemigo lo llevaba dentro, era él mismo. Vanidoso, valiente, generoso; buscándole siempre la cara a la muerte, no tuvo paz ni en el instante postrero. Unos siguen envenenando su memoria, su foto autografiada conservada entre los recuerdos más queridos. otros; los que un día le adularon y después le temieron y combatieron; los que quisieron destruirle, hicieron soplar sobre su nombre el polvo, ávidos de borrar hasta la ausencia […] Yo jamás podré olvidarle».

«Su carácter, a medio camino entre el loco y el iluminado, entre el héroe y el ruin, condensaba las dos Españas que se batían a muerte. En ninguna de las dos podía tener acomodo, y la muerte se lo llevó para que fuera leyenda antes que olvido», nos dice José Antonio Silva.

 

            Para saber más:

Ramón Franco, síntesis de las dos Españas, por Mercedes Puyol.

Mi vida con Ramón Franco, José Antonio Silva recoge los recuerdos de Carmen Díaz, su viuda

Madrid bajo las bombas, Ramón Franco

Ramón Franco, el aviador, Francisco Escartí.

El Catoblejas nº 206, nodulo.org, Jeroni Miquel Mas Rigo

Obra Completa de Julio Ruiz de Alda, con prólogo de su hermano Pablo.

Guerra y cárcel. El encierro y proceso de Amelia Azarola y la rebelión de las mujeres presas el 4 de noviembre de 1936, Ricardo Mata y Martín. 

 

         mayo 2011, julio 2025

 

 

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© Javier Hermoso de Mendoza